domingo, 13 de marzo de 2011

ISLANDIA, LA OTRA REVOLUCIÓN

Publicado en www.diarioprogresista.es

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El mundo está cambiando. Es esperanzador, realmente. Cuando los pueblos se levantan para decir ¡basta! a sus gobernantes y acabar con los abusos de las oligarquías que imperan sin control alguno, todos sentimos una agradable sensación que queremos confundir con la consecución de nuestros más puros ideales. Y miramos aliviados a Túnez, a Egipto, tal vez a Libia. Miramos aliviados… a la televisión.

Pero algo le está ocurriendo últimamente a nuestros receptores, pues hay noticias que no llegan con la misma intensidad. Mientras los canales han mantenido coberturas informativas continuas durante largas horas a la espera de la salida de Hosni Mubarak o de Zine El Abidine Ben Ali, siguen sin aparecer,siquiera en diferido, las revueltas que han tenido lugar en Islandia desde 2008 o las detenciones que tuvieron lugar hace un par de días en Londres y Reikiavik de los responsables de las entidades financieras que llevaron a la quiebra al país nórdico.

Islandia era y sigue siendo un país del que conocemos pocas cosas. Hasta ahora, sabíamos que era uno de los estados del norte que destacaba por su gran calidad de vida, un sistema sanitario y educativo universal y grandes prestaciones sociales; y todo ello sin ser, como sus vecinos escandinavos, un lugar con una fuerte presión fiscal sobre los ciudadanos; de hecho, el impuesto de sociedades allí es del 18 %, uno de los más bajos del mundo. Sus mayores riquezas habían sido, hasta hace relativamente poco tiempo, la exportación de aluminio y su industria pesquera. A finales del siglo XX, los islandeses diversificaron su economía hacía otros sectores, como la el área de la manufactura, el turismo o el sector servicios, incluyendo la producción de software y la biotecnología. A principios del siglo XXI, además, decidieron probar suerte con los servicios financieros, haciendo del país un alumno aventajado de la nueva y sofisticada ingeniería del dinero virtual y
convirtiendo a sus bancos en una referencia mundial. Estos no pudieron resistir a la tentación y cayeron, como el resto de países dizque civilizados, en la aventura de las hedge funds, lo que, también como al resto del mundo, les llevó a una fuerte quiebra financiera, aún más acusada que en otros lugares, hasta el punto de que los tres bancos más importantes del país tuvieron que ser nacionalizados para evitar males mayores.

Y aquí es donde comienza “el cierre de las emisiones”. Como en otros muchos sitios, las grandes firmas financieras miraron al estado para que se hiciera cargo, a costa de los contribuyentes, de la enorme deuda que sus malas operaciones habían provocado. Ello suponía que cada uno de los 330.000 islandeses tendría que asumir el pago de unos 12.000 euros, ya fuera con una mayor carga fiscal o con el recorte de algunas de sus preciadas prestaciones sociales, que convierten al país en el tercero más desarrollado del mundo y en el primero en cuanto a desarrollo humano, según datos de la ONU. Medidas similares a las que venimos sufriendo en otros estados europeos. Esto provocó una inesperada y ejemplarizante reacción popular que ha obligado al país nórdico a todo un proceso de catarsis, con cambio de gobierno y “borrón y cuenta nueva”. Al punto de encontrarse en proceso de redacción de una nueva Constitución. Para
ello, se recurre directamente al pueblo, eligiendo a 25 ciudadanos sin filiación política, que deberán ser mayores de edad y contar con el apoyo de, al menos, 30 personas. La asamblea constitucional comenzó su trabajo en febrero pasado y presentará un proyecto de carta magna a partir de las recomendaciones consensuadas en distintas asambleas que se celebrarán por todo el país. Deberá ser aprobada por el actual Parlamento y por el que se constituya tras las próximas elecciones legislativas.

Esta sorprendente reacción llevó a agencias de calificación como Moodys, a la que tanto tememos en España, a amenazar con rebajar el estatus de solvencia si el estado no se hacía cargo de la deuda de los bancos y los operadores financieros, pero los islandeses no se dejaron asustar, y lo cierto es que desde hace más de un año la recuperación económica está siendo una realidad en aquellas latitudes. Es más, los principales responsables del desaguisado económico que obligó en 2008 a miles de ciudadanos a emigrar a otros países han sido detenidos o se encuentran en busca y captura, y el gobierno de la primera ministra Johanna Sigurdardottir (la única jefa de gobierno del mundo abiertamente lesbiana) goza de un fuerte apoyo de sus ciudadanos. Sigurdardottir, anterior ministra de Asuntos Sociales llegó al puesto de Primera
Ministra tras las fuertes revueltas que, cacerolas en mano, acorralaron durante 16 semanas al anterior gobierno, que se vio obligado a abandonar el poder y ceder a las presiones de una población que no estuvo dispuesta a pagar los platos que habían roto otros. Fueron revueltas populares que cambiaron un gobierno, y ya veremos si la nueva constitución emanada del pueblo no genera también un nuevo sistema de gestión.

Otro tipo de revolución, pacífica y sin derramamiento de sangre que, como otras sangrientas que se viven estos días en Oriente, han cambiado el rumbo y la forma de gobernar un país. Pero en nuestras televisiones sólo se ve la fuga de Hosni Mubarak a Arabia Saudí y la sangre derramada de los libios. ¿Tendremos que resintonizarlas a la islandesa?