¿Y
si el fracaso de Ciudadanos en las elecciones del 20 de diciembre fuera la
clave para desalojar al Partido Popular de La Moncloa y evitar unos nuevos comicios
que solo favorecerían opciones de Gobierno a PP y Podemos en detrimento, sin
duda, del PSOE, pero, sobre todo, de la propia formación naranja?
Como
ha quedado distribuido el arco parlamentario, los dizque “centristas” de Albert
Rivera tienen en su mano facilitar, incluso
forzar, un pacto de la izquierda para una legislatura corta con toda seguridad,
dada la mayoría absolutísima del PP en el Senado, pero que acarrearía la mayor
crisis vivida por este partido desde su
refundación en 1986 de la mano de José Mª Aznar, situando a la fuerza naranja como
principal voz de la Oposición. Frente a un PP en ruinas, un Ciudadanos sólido protagonizaría, con “mando
en plaza”, la alternativa al PSOE y Podemos al otro lado del Hemiciclo,
pudiendo incluso decidir en qué momento se pone fin a la legislatura.
Al mismo
tiempo, los de Albert Rivera obligarían a los de Pablo Iglesias a enfrentar sus
propias contradicciones y convertir al partido circular en el único responsable
de la repetición de las elecciones generales, derivada de anteponer los
intereses del sector pro referéndum de la ‘caudilla’ Ada Colau a los de las
castigada ciudadanía por el rodillo ‘popular’ de los últimos cuatro años.
Veamos
los números. Incluso si Rajoy lograra, en segunda vuelta, sumar a su
candidatura los votos a favor de Ciudadanos, Coalición Canaria y el PNV (difícil,
pero no imposible), no llegaría a ser investido presidente, al contar con un
máximo de 170 votos, frente a los 180 negativos de PSOE (90), Podemos (69),
UP-IU (2), ERC (9), Bildu (2) y DYL (8). Hasta en el improbable caso de que los
de Artur Mas decidieran sumarse, la derecha se quedaría a 2 votos de alcanzar
la mayoría.
En
esta tesitura, sería el segundo partido en número de escaños, ergo el PSOE, el
llamado a intentar una mayoría de gobierno que, a priori, parece imposible conformar mientras Podemos y Pablo
Iglesias permanezcan secuestrados por Ada Colau, la nueva monarca del
nacionalismo catalán, ERC y DYL sigan instalados en la dinámica de la “desconexión”
y los de Albert Rivera mantengan su apuesta de hacer centro por la derecha. Al
tiempo que el propio PSOE mantenga la ‘línea roja’ de no pasar por el chantaje podemita de un referéndum de
autodeterminación en Cataluña como condición para una mayoría de progreso en el
Congreso.
Sin
embargo, cabe una opción que se está explorando poco, aunque ya ha sido apuntada
-con muy poca repercusión, por cierto- por el diputado en la Asamblea de Madrid
Ignacio Aguado, que es la abstención
de Ciudadanos en una votación de investidura de Pedro Sánchez como
Presidente del Gobierno. Ante esta situación, el bloque del ‘no’ a un Ejecutivo
encabezado por el todavía líder socialista podría quedar conformado por los 123
diputados del PP, los 17 de ERC y DYL y, pongamos, en el peor de los casos, por
los 6 del PNV, los 2 de Bildu e incluso el único escaño de CC. En total 149 diputados
frente a los 161 -mayoría simple y Gobierno en segunda vuelta- que podría obtener
un acuerdo entre PSOE, Podemos e UP-IU con la abstención de Ciudadanos.
Desalojar
al Partido Popular de La Moncloa estaría en manos de Podemos y su capacidad de
renunciar -en aras del deseo de cambio expresado en las urnas el 20 de
diciembre por los españoles - a su ‘línea roja’ pro autodeterminación, que debería
quedar aparcada, aunque no necesariamente excluida de su proyecto político tras
una legislatura que se antojaría corta por la capacidad de bloqueo a cualquier
iniciativa legislativa de gran calado que el Partido Popular mantendría en la
Cámara Alta, pero que significaría a la derecha extrema del PP como única responsable
de la parálisis política del Estado, avocando a los de Rajoy y Aznar a un casi
seguro proceso de guerra fratricida que hasta ahora solo se conoce en las filas
de la izquierda, y dando a los Ciudadanos de Albert Rivera una -posiblemente única-
segunda oportunidad de configurarse como alternativa para los electores del
Partido Popular.
La
abstención de Ciudadanos forzaría a Podemos a retratarse ante la sociedad
española. Porque… ¿renunciarían los de Pablo Iglesias a la posibilidad de ver, por
ejemplo, su famosa Ley 25 debatida en el Congreso solo para satisfacer las
exigencias de Ada Colau? ¿Soportaría Podemos la responsabilidad de que el
debate territorial impidiera el cambio de Gobierno que ansían mayoritariamente los
españoles?
En una
nueva campaña electoral derivada de su negativa a conformar una mayoría de
progreso en el Congreso, la formación morada estaría obligada a explicar por
qué, por ejemplo, votó el 24 de noviembre junto a la derecha contra los presupuestos
de la Junta de Extremadura, lo que supone la total paralización del gobierno
autonómico después de haber facilitado con sus votos la investidura del
socialista Fernández Vara. O por qué, en términos similares, en Aragón, donde también
apoyó la investidura del socialista Javier Lambán tras las elecciones de mayo,
se ha negado a negociar cualquier tipo de acuerdo presupuestario, paralizando
la política también en esta comunidad autónoma. O que en Asturias, donde los
socialistas gobiernan con Izquierda Unida, Podemos se confabulara de nuevo con
la derecha para bloquear los presupuestos para 2016. O que, incluso en Valencia,
Podemos haya sumado sus votos contra medidas del PSOE y Compromís, su aliado
electoral, en una actitud que, de momento, ya ha costado más de seis millones
de euros a los contribuyentes valencianos.
Una
serie de actuaciones de las que Pablo Iglesias y Podemos tendrían que responder
antes de volver a pedir la confianza de sus electores por haber rechazado un
acuerdo con el PSOE en nombre de la ‘línea roja’ de la autodeterminación para
Cataluña impuesta por Ada Colau. Como argumentan los historiadores Justo Serna
y Alejandro Lillo en un interesante análisis
publicado por infoLibre, mientras Podemos se muestra, por un lado, “partidario
de dialogar y pactar medidas que saquen a España del ‘inmovilismo’ y la ‘parálisis’, por
otro traiciona, uno tras otro, a los gobiernos de izquierdas que no están
liderados por su formación”. Aseguran Serna y Lillo, con toda razón, que si ese
es el concepto de lealtad que tiene Podemos, “los votantes hemos de sentirnos
estupefactos y hasta estafados o engañados. Este tacticismo y este oportunismo
no son ejemplos de fair play;
tampoco parecen una buena muestra de regeneración democrática o de respeto al
adversario político”. Los dos historiadores denuncian en infoLibre que “con su actitud, Podemos
demuestra, contrariamente a lo que afirma en sus declaraciones públicas, muy
poco interés por el futuro inmediato de millones de personas, muchas de ellas
en una situación desesperada tras años de gobiernos de derechas. En Podemos
parecen estar supeditando sus ansias de poder y sus deseos de dañar, superar o
desplazar al PSOE a la mejora de la vida del conjunto de la sociedad”.
Volviendo
al argumento de este artículo, si, por el contrario, Ciudadanos obviara la
abstención como posibilidad y optara por el ‘no’ a una investidura de Pedro Sánchez,
la convocatoria de nuevas elecciones generales sería inevitable. Unos comicios que
jugarían en contra de la formación naranja, pues lo más plausible es que estas
se dirimieran entre dos posibles mayorías, la de Podemos, que podría lograr -como
pretende con su estrategia actual, rayana al cinismo político- el sorpasso al PSOE, y la del Partido
Popular, que lograría recuperar sin duda los votos de derechas arañados por
Albert Rivera el 20 de diciembre a fin de evitar que Pablo Iglesias se siente
en el despacho principal del Palacio de La Moncloa, llevando a Ciudadanos a la upedeización como consecuencia.
Seguramente,
esta estrategia es la que se esconde en la declaración de Ignacio Aguado del
pasado Lunes, que no pocos llegaron a creer que se trataba de una ‘inocentada’
de Ciudadanos, cuando aseguró que su partido podría plantearse la abstención en
una votación de investidura del socialista Pedro Sánchez con el apoyo de
Podemos, si este partido diera marcha atrás en su exigencia de hacer un
referéndum en Cataluña, ya que se abriría "un nuevo escenario de negociación".
Si
esta es realmente la voluntad de los naranjas, la pelota del cambio está en el
tejado de Podemos, aunque la decisión no parece que vaya a estar en manos de sus
venerados círculos, sino de la nueva lideresa de la política española, Ada
Colau. Allá ellos.
OTROSÍ
DIGO.- Bien es cierto que la otra posibilidad para evitar nuevas elecciones es
una abstención suicida del PSOE que favorezca un Gobierno presidido por Mariano
Rajoy, lo que se traduciría, a ojos del electorado, como la deseada ‘gran
coalición’ que preconiza la derecha europea y supondría, de facto, la pasokización del socialismo español. Y,
francamente, no sé a ustedes, pero a mí no me apetece divagar sobre ello ni en
este ni en otros artículos.