El día que Pedro Sánchez hizo uso del “comodín del público”
en su pulso con el Comité Federal del PSOE y convocó una consulta a las bases
sobre los posibles pactos de Gobierno, no lo hizo para que la militancia
socialista apoyara elevar a Albert Rivera a los altares del consenso y, de
paso, a un despacho de La Moncloa.
Lo hizo en un claro desafío a quienes, ya sea desde el norte
o desde el sur, le marcaron unas “líneas rojas” (o no tan rojas) que le
advertían contra la tentación de hacer uso de la más elemental aritmética, y
constatar que era posible llegar a ser Presidente del Gobierno en segunda
votación mediante un pacto con Podemos, Unidad Popular, las Mareas y Compromís, con el
apoyo del PNV (que ya adelantó su predisposición a ello), la abstención de nacionalistas
e independentistas (si tan urgente es echar a Rajoy, ¿a qué viene el cerco
sanitario?) y el voto en contra de Partido Popular, Ciudadanos, Bildu y hasta
Coalición Canaria. Haciendo números, 167 votos a favor, 166 en contra y 17
abstenciones. Y, voilà, el ‘Gobierno
del Cambio’ era una realidad. Que nadie se llame a engaño, el órdago al Comité
Federal y algunos barones y baronesas se basaba en esa posibilidad.
Qué pasó entre ese momento de valentía y la situación de
bloqueo en la que nos encontramos hoy en día es algo que nunca sabremos, pero
todos intuimos que se fraguó entre despachos cerrados y muy poca transparencia.
"El pacto con Ciudadanos se muestra incapaz de conformar una mayoría capaz de investir a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. Un pacto sin Ciudadanos, sí. ¿Por qué, si esto es así y todos podemos verlo, seguir insistiendo en culpar a los demás? "
Lo que sí sabemos es que por muchos puntos de encuentro que
se pretendan escenificar, a la hora de la verdad el pacto con Albert Rivera no
garantiza elementos claves para revertir el trágico balance de la última
Legislatura de mayoría absolutísima del Partido Popular. A las pruebas me
remito. Ha bastado llevar al Congreso dos iniciativas para paralizar las
perversas leyes Mordaza y Wert y constatar que Ciudadanos está más alineado con
la derecha del PP de la que forma parte, que con la voluntad de hacer efectivo
un pacto de progreso. Sacar adelante ambas iniciativas fue posible gracias al
voto de la opción 167, demostrando
que la cacareada vía 199 ni existe ni
nunca ha existido. Lo mismo puede decirse de la llamada Ley 25 de Emergencia Social defendida por Podemos, que si ha
contado con el apoyo mayoritario de la Cámara, a pesar de su “pésima técnica
legislativa”, no ha sido con el concurso de la formación naranja, pero sí con
el del PSOE.
Sin embargo, desde la dirección socialista se ha iniciado
una cruzada mediática basada en la pueril premisa de que si no hay cambio de
Gobierno la culpa es de Podemos, partido al que se le exige que apoye un pacto
en el que no se les ha invitado a participar, pero se le advierte que quedaría
fuera del Ejecutivo y se le impone la voluntad de Albert Rivera como condición sine qua non para, agárrate, “aceptar”
sus votos.
Lo cierto es que las matemáticas siguen siendo una ciencia
exacta. No existe la vía 199, es una
falacia. No pasa de travesía 130,
apurando, 131. El pacto con Ciudadanos se muestra incapaz de conformar una mayoría
capaz de investir a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. Un pacto sin
Ciudadanos, sí. ¿Por qué, si esto es así y todos podemos verlo, seguir
insistiendo en culpar a los demás?
En cualquier caso, y como vengo defendiendo desde el minuto
uno tras el 20 de diciembre, con la actual composición de Las Cortes el único
pacto razonable es aquel que una a las fuerzas de izquierdas -y la dirección
del PSOE deberá decidir si ser socialistas sigue siendo ser de izquierdas-,
establezca, desde el Gobierno, una nueva “hoja de ruta” (¡qué poco me gusta
esta expresión!) para nuestro país y permita visibilizar que con este Congreso
y este Senado el cambio deseado no es más que una voluntad compartida con la
mayoría de los electores, pero imposible de llevar a cabo en esta Legislatura.
Y volver a convocar, desde el Gobierno -y desde la
izquierda-, a los españoles a las urnas. La cerrazón del PSOE y la
intransigencia de Ciudadanos –sin menoscabo de la parte que le toca a Podemos,
que también la hay- harán imposible hacer las cosas bien, y al final, vuelvo a
insistir, será Rajoy quien, sin haber movido un dedo, se permita el lujo de
disolver estas Cortes fallidas y rentabilizar, con todo acierto, la división de
la izquierda para lograr una nueva mayoría en la que sumar a su discípulo Albert
Rivera, que tan bien le habrá allanado el camino para ello.