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Susana Díaz, Patxi López y Pedro Sánchez Castejón |
l entorno de Pedro Sánchez, al que
no hemos escuchado de su propia boca una palabra todavía, ha hecho saber a los españoles
que su primer y principal objetivo es que el 39 Congreso
del PSOE firme una moción de censura in return al Comité Federal del 1 de
Octubre. Que desautorice a la anterior dirección socialista. Que establezca
como premisa, antes de abordar ningún otro reto, que estuvo mal lo que
le hicieron. Que esas cosas no se hacen. No a él, erigido de arcilla de las bases. Que, en realidad, Pedro Sánchez
salvó al PSOE de Pedro Sánchez. Que cualquier otro PSOE, el de Zapatero, el de Rubalcaba, el de Madina o el del Pérez Tapias, no hubiera evitado el sorpasso como hizo él.
Además,
Pedro Sánchez pretende introducir una enmienda a los Estatutos del PSOE que
establece, textualmente, que "las dimisiones que puedan producirse de
miembros de la Comisión Ejecutiva Federal no llevarán, en ningún caso, al cese de los demás componentes de dicha Comisión,
ni a la convocatoria automática de un Congreso Federal". Una cláusula de autoridad indiscutida e
indiscutible, que podría llevar al PSOE, Marx no lo quiera, a estar dirigido
por un Secretario General sin Comisión Ejecutiva. Un despropósito.
Llegados a este extremo, el nuevo PSOE que proclama Sánchez anuncia
que el 39 Congreso, destinado a diseñar la España del futuro, tendrá como principal
reclamo un ajuste
de cuentas. He venido relatando en todos los artículos que he escrito
desde que fue obvio que Pedro Sánchez volvería a dar la batalla por el
liderazgo del PSOE, mi temor a que el secretario general electo -y sus
seguidores- acometieran el congreso socialista como una segunda vuelta del
Comité Federal del 1 de Octubre. Los hechos vienen a darme la
razón.
Nunca un congreso socialista ha
mirado al pasado. Son concilios sobre el futuro.
Es, en mi opinión, una mediocre tarjeta
de presentación que, no estoy en condiciones de discutirlo, satisfará a los
miles de militantes que el pasado domingo acudieron en masa a apuntalar ese cometido.
Pero no lo hará, desde luego, a un electorado que lo único que está esperando
del PSOE es una ruta para el inquietante futuro que nos espera a todos.
LA
PARADOJA DE LA REBELIÓN DE LAS BASES
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uchos congresillos socialistas se están celebrando en ausencia de esa
mayoría que en algún momento del 21 de mayo, entre las diez de la mañana y las
ocho de la noche, acudió a depositar justicia
en las urnas de las agrupaciones del PSOE.
Los congresillos forman parte de la
vida orgánica de la militancia, a la que se supone, en su totalidad, comprometida
con la causa socialista. Con ser partícipes activos en el diseño del modelo de Sociedad
y de Estado que debe propugnar el PSOE en cada momento histórico. Los partidos son
máquinas ciudadanas dispuestas a tomar el poder y liderar el país sostenidas
por la fuerza de las urnas.
Tomando como
referencia la mía propia, la histórica, castiza y siempre vibrante Agrupación
Socialista de Chamberí (heredera de aquella que dio al PSOE el primer
representante elegido por las urnas en las Instituciones: D. Pablo Iglesias
Posse[i]), se observa
que la aguerrida militancia, la rebelión
de las bases, no dudó movilizarse en algún momento del domingo 21 de mayo
para devolver a Pedro Sánchez el liderazgo del PSOE. Otorgándole, esta vez sí,
un resultado histórico.
Pero,
sorprendentemente, el mismo militante rebelde también ha rechazado participar -mayoritariamente
y solo tres días después- en la asamblea del congresillo. El estilete que labra la “voz de la militancia” en el fonógrafo socialista
que el nuevo PSOE promete escuchar
con atención. Los congresillos son una parte esencial de la ardua tarea -el
compromiso común- que los afiliados y afiliadas desarrollan en las Casas del Pueblo.
La militancia conlleva, también para los rebeldes, la responsabilidad de ser
parte activa en tediosas asambleas (¿no es asamblearismo lo que propugnan?) que,
en primera o segunda convocatoria, se saben cuándo empiezan, pero nunca cuándo
acaban. De los 158 que en algún momento del domingo 21 de mayo apuntalaron en
Chamberí a Pedro Sánchez en la secretaría general del PSOE, 103 declinaron
apoyarle en el congresillo.
Choca la escasa -al límite de la
vergüenza- participación en esas asambleas, llamadas esta semana a designar a los
compañeros y las compañeras que deberán hablar en nombre de todos ante la nueva
dirección del partido. Que llevarán la visión consensuada de los documentos y las ideas para el
proyecto común que los militantes decimos querer construir juntos. Da que
pensar y no ofrece conclusiones esperanzadoras.
Así, en Chamberí, se da la paradoja
de que hasta un 76 % del censo acudió a votar el domingo 21. Pero la implicación
en el proceso congresual bajó 36 puntos, quedándose en un mísero 40 %, en el
congresillo del miércoles 24. Es decir, y he aquí la paradoja, el grueso de los
que se movilizaron para que las decisiones del PSOE no queden en manos de los de siempre, dejaron en manos de los de siempre el mandato de Chamberí al
39 Congreso. En consecuencia, los que apoyaron a Pedro Sánchez enfrentan su argumentario
en minoría, al colocar desde solo cinco delegados que defiendan las
tesis del ganador de las primarias, frente a los doce que hablarán y votarán en
nombre de quienes apostaron por el modelo de partido y estrategia política
defendidos por Susana Díaz.
Las primarias las ganó un candidato
que se reclama como el único que va a escuchar “la voz de las bases”. Pero tras
su victoria, las bases que le han aupado han declinado hablar. Voz conquistada y desatendida. ¿El nuevo
PSOE?
PODEMOS
ENMIENDA EL 39 CONGRESO
Y en medio, Podemos. El partido de
los inscritos. El intruso que agita el debate del Partido
Socialista desde las elecciones Europeas de 2014 hasta el decisivo momento
actual.
Pablo Iglesias ha vuelto a lanzar este
viernes una OPA hostil al PSOE, al que ha comunicado
-con la otra solemnidad que
caracteriza a los profesores de la formación morada- que si no incluye en la Ponencia del 39 Congreso el derecho a
la autodeterminación de Cataluña, los socialistas ya pueden despedirse de protagonizar
y rentabilizar junto a Podemos el cada vez más cercano derrocamiento del Gobierno popular.
En las últimas horas, Iglesias y su
equipo han pergeñado con habilidad una ratonera para los socialistas. Podemos
ha concitado el sí de los partidos soberanistas catalanes a su Moción de Censura, al incluir el referéndum ilegal
en la propuesta de Gobierno que defenderá ante el Pleno del Congreso como candidato a Presidente del Gobierno. Si el PNV, acorralado entre su histórica
familiaridad con los nacionalistas catalanes y el acuerdo presupuestario
alcanzado con el Gobierno, decide abstenerse, el 13 de junio, como el 30 de
octubre, España dependerá de los votos del PSOE para cuestionar la continuidad del PP en La
Moncloa.
Pero el PSOE, y Pedro Sánchez lo
sabe, no puede apoyar ese programa sin dinamitar el concepto de España que ha
unido a los socialistas durante 138 años. Todos los mensajes conciliadores, la
asunción de la derrota y el compromiso de "remar juntos” se desvanecerían
de nuevo ante dos formas bien distintas de ver y afrontar la realidad nacional
y política de nuestro país.
Iglesias exhibe ante Sánchez la
evidencia que este quiere llevar al Plenario del 39 Congreso: la prueba del nueve de que fue posible
evitar un Gobierno del PP. Y, al mismo tiempo, alerta a los delegados que
participan en el proceso congresual y tendrán
capacidad decisoria. El sibilino Iglesias busca tensionar el Congreso Federal
del PSOE.
Volviendo al comienzo de este
artículo, Pedro Sánchez ha logrado alzarse como indiscutible ganador de las
primarias, y ahora reclama volver al instante anterior al fatídico 1 de octubre
de 2016. Como argumento, reivindica que en una situación política como la que
se dio entonces, hay que escuchar a la militancia socialista, y evitar que se vuelva
a errar.
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ues bien, exactamente una situación
política como la vivida tras las elecciones del 26 de junio, es lo que Pablo
Iglesias ha puesto sobre la recuperada mesa de Pedro Sánchez. Si alejar al PP
del Gobierno era entonces “una urgencia ineludible para la izquierda”, como
hábilmente martillean los líderes de Podemos, no hay avance posible para España
mientras los charranes de la calle Génova posean la tinta que imprime el
Boletín Oficial de Estado. Ni excusa que ahora sí valga para retrasar su expropiación.
El de hoy, como el del 1 de octubre
del año pasado, es un Parlamento con capacidad numérica de agrupar
voluntades y discutir de tú a tú que el Partido Popular siga al frente del Gobierno. Como
entonces, hay una ruta alternativa a haber permitido la Investidura de Rajoy
con la abstención socialista: la Moción de Censura presentada por Podemos.
También hay una fecha para hacerlo: 13 de junio, tres días antes de que
arranque el 39 Congreso. El retorno al 30 de octubre que demanda Pedro Sánchez
hecho realidad.
El líder electo del PSOE está más
que legitimado -dado el abrumador resultado obtenido en las primarias del
domingo- para exigir de la Gestora, antes del 13 del junio, una consulta a la
militancia. Su propia prueba del nueve para poner en valor la “palabra dada”, y
someter a las bases la decisión de reprobar o no, ahora, al Presidente Rajoy.
O, por el contrario, Sánchez puede optar por la filosofía que inspiró el Comité Federal posterior a la defenestración del 1 de Octubre, e imponer al Grupo Parlamentario el no o la abstención a la Moción de Censura oportunamente impulsada por Podemos. Sin "la mayoría absoluta de los miembros del Congreso del Congreso" que exige el artículo 177.5 del Reglamento del Congreso de los Diputados, Rajoy seguirá siendo Presidente hasta que se agote la Legislatura. O hasta que él mismo decida disolver Las Cortes. Pero el voto del PSOE es determinante para que el Congreso censure, aunque no cese, al Gobierno. Si no apoya la Censura, y no puede hacerlo, esta habrá devenido -en la práctica- exitosa moción de confianza para un Mariano Rajoy empoderado por 170 diputados que aprueban su gestión y apoyan su continuidad, contra (dando por hecho que Pedro Sánchez opte por la abstención) los 90 que intentaron menoscabar su legitimidad al frente del Gobierno, entre los que no estuvieron los socialistas. Como en octubre de 2016, y visto desde el otro lado de la barrera de San Jerónimo, donde se ubican los electores, si el 13 de junio Mariano Rajoy no es reprobado, al menos, por el voto mayoritario de la Cámara Baja a la Censura, será -otra vez- una decisión del PSOE.
O, por el contrario, Sánchez puede optar por la filosofía que inspiró el Comité Federal posterior a la defenestración del 1 de Octubre, e imponer al Grupo Parlamentario el no o la abstención a la Moción de Censura oportunamente impulsada por Podemos. Sin "la mayoría absoluta de los miembros del Congreso del Congreso" que exige el artículo 177.5 del Reglamento del Congreso de los Diputados, Rajoy seguirá siendo Presidente hasta que se agote la Legislatura. O hasta que él mismo decida disolver Las Cortes. Pero el voto del PSOE es determinante para que el Congreso censure, aunque no cese, al Gobierno. Si no apoya la Censura, y no puede hacerlo, esta habrá devenido -en la práctica- exitosa moción de confianza para un Mariano Rajoy empoderado por 170 diputados que aprueban su gestión y apoyan su continuidad, contra (dando por hecho que Pedro Sánchez opte por la abstención) los 90 que intentaron menoscabar su legitimidad al frente del Gobierno, entre los que no estuvieron los socialistas. Como en octubre de 2016, y visto desde el otro lado de la barrera de San Jerónimo, donde se ubican los electores, si el 13 de junio Mariano Rajoy no es reprobado, al menos, por el voto mayoritario de la Cámara Baja a la Censura, será -otra vez- una decisión del PSOE.
Hace ocho meses, esa fue la mecha
que prendió la épica rebelión de las
bases. No hace falta que el 39 Congreso escriba en su Ponencia otra lectura
de la Historia. Se puede reescribir una
y otra vez. Lo llaman posverdad. Pero
lleva al mismo FIN. Rajoy y el PP anclados en La Moncloa, gracias, y si la
militancia no lo impide, a los diputados socialistas.
Los electores, mientras… ¿seguirán esperando al PSOE?
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PD: Me alarma el discurso, por su
ausencia, de los perdedores. Acusa
síntomas de impostado entreguismo
pacificador y el loable propósito de “remar junto a Pedro”. El 39 Congreso que arrancó el 21 de mayo, transcurre ya en
las Casas del Pueblo. Lo haga un 76 o un 40 por ciento de ella, una vez
designado el capitán Sánchez, la militancia socialista decide estos días, de abajo a
arriba, hacia dónde debe poner proa el PSOE. Y si quiere arribar a bordo de
un galeón en el que cada hombre y mujer es esencial para la navegación por sus
conocimientos y/o habilidades, o si abdica hacerlo en galera, a ritmo de tambor
sometido a referéndums intimidatorios que se resuelven con voto individual, libre y
secreto. En domingo. De diez a ocho.
OTROSÍ DIGO: Es perturbador que en el congresillo de Chamberí del pasado miércoles miércoles no haya sido posible consensuar la lista única que se llegó a
proponer, con un reparto de delegados que parecía satisfacer a todas las partes.
El veto que la candidatura denominada Chamberí
con Pedro Sánchez quiso imponer al concejal Antonio Miguel Carmona, lo impidió. Un inaceptable e inconcebible chantaje impropio del PSOE, que hace
temer un modelo de partido bajo la dirección de una ejecutiva “con
detector de metales”, como “bromea”, según nos contaba este viernes Casimiro
García Abadillo en El Independiente,
“una de las personas que, casi con toda seguridad, estará en la nueva dirección
del partido”. Fracasado el intento de acuerdo, Chamberí con Pedro Sánchez salió de la asamblea con 5 delegados
para el congresillo regional. La lista Chamberí,
por la unidad y la cohesión, conformada por quienes apostaron por Patxi López -terceros
en las primarias del pasado domingo-, aportará 6 delegados. Socialistas por Chamberí, encabezada por
Antonio Miguel Carmona, acudirá al Hotel Auditorium de Madrid con 12 delegados,
y liderando la histórica agrupación madrileña.
[i] Concejal
por el distrito de Chamberí en 1906, y primer diputado socialista en el Congreso
de los Diputados en 1910.