Mientras completaba sus estudios, tomó contacto, como otros jóvenes de su tiempo, con la febril vida política, al tiempo que iniciaba -también- su
desarrollo en la empresa privada. Pasados unos años, se situó al frente del
batallón que encabezó el hito de “saquear” un espacio mítico para la historia, en el que, rompiendo el "mármol del
altar”, levantó junto a sus compañeros un nuevo monumento inspirado en nuevos
valores. En esos años, es el cuarto batallón de Landes. Poco después, él y los suyos quemaron el edificio.
Al restaurarse el ancien regime en el poder, devino destacado opositor a ese retorno, y participó en las fuerzas para frenar a los partidarios del legitimismo, siendo también crítico de la nueva monarquía constitucional, argumentando falta de respeto a los derechos humanos y libertades políticas. Sus puntos de vista reforzaron su simpatía popular. Su muerte fue catalizador para una rebelión propia de la leyenda que forjó al personaje que aún se recuerda en estas fechas.
¿De quién hablamos?
Este texto está inspirado en este tweet de hoy en la red de microblogging.
Lamarque no ha muerto#SomosSocialistas— Marius Pontmercy (@EponineLives) March 23, 2017