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domingo, 10 de diciembre de 2017

Borgen son los padres (spoiller navideño)


Creo que no habrá tras el 21D un Govern alternativo sin fuerzas secesionistas al frente. Incluso si estas perdieran la mayoría absoluta, como apuntan algunos sondeos, habrá un gobierno soberanista. Y si los sondeos que se suceden estos días no se equivocan, no habrá repetición de elecciones en Cataluña si ERC, Junts per Catalunya y la CUP suman un escaño más que C’s, PSC y PP.

En ese escenario, solo el no de la CUP a una investidura de Junqueras o Puigdemont -u otros candidatos, bien lo sabe el último-, forzaría la celebración de segundas elecciones. No cabe esperar que sin el voto de la unitat popular, Pablo Iglesias y la alcaldesa de Barcelona dilapiden su menguante crédito electoral en el resto de España apuntalando en la Generalitat a un bloque que se habría roto. Si la CUP no provoca esa quiebra, una prudente abstención de En Comú Podem dejará la llave de la legítima gobernabilidad, otra vez, y aunque sea por mayoría simple, en manos de la fuerza con menor representación en el Parlament. Tras el fiasco de la “república de los cinco segundos”, la más efímera de la Historia del mundo, volver a las urnas por la ruptura del bloque de la ídem, es decir, por culpa de la CUP, solo puede favorecer -en teoría, aunque tampoco creo que mucho- a los partidos constitucionalistas: PSC, PP y el fulgurante C's de Inés Arrimadas. Pero poco cambiaría un eventual corrimiento de votos. Es difícil que el bloque del adiós quiera arriesgar tanto, y parece más plausible que la CUP impida que los soberanistas pierdan el control de las instituciones públicas catalanas si suman, aunque sea uno solo, más escaños. Sin el Govern, el pleno dominio de las subvenciones de la Generalitat y, sobre todo, el control de la radio televisión pública, el procés podría entrar en letargo indefinido. La CUP no cargará con ese sambenito. No lo hizo en 2015 -aunque amagó- ni lo hará tras el 21D.

Nos encontraríamos con un Govern de corte soberanista sin capacidad de legislar como en esta Legislatura abruptamente disuelta por el 155. Si tenemos que creer a Iglesias y a la propia Colau, el procés siempre podrá continuar, de palabra, en la Ciudadela, pero retrocedería sobre el papel a la mera reivindicación del “derecho a decidir” y el “referéndum pactado”. Difícilmente podría volver el Parlament a embarcarse en leyes de desconexión, consultas ilegales o proclamaciones unilaterales. Ya sabemos que tienen corto recorrido, y acaban poniendo en manos del Estado, o sea, del Partido Popular, el gobierno catalán.

La opción Borgen, con la que sueñan el candidato socialista, Miquel Iceta, y, dicen, también Xavi Domènech, es muy poco probable. Más bien imposible. Incluso en el supuesto de que los no independentistas superaran en escaños a los soberanistas, que Arrimadas o Iceta accedieran a la dignidad de Molt Honorable seguría estando en manos de En Comú Podem. Pero ello obligaría a los morados a sumar sus escaños a los que despectivamente denominan -this season- “bloque monárquico”. Entre ellos el Partido Popular, anatema hoy para los morados como ayer mismo era para el PSOE noesnoísta de Pedro Sánchez. Se rompería toda su estrategia política nacional para convertirse de facto en un “partido tradicional”, parte del sistema. Y sería un milagro que el pacto Iglesias - Colau llegara a las elecciones municipales sin heridas. Ambos dirigentes, Pablo y Ada, ambición pura, sí preferirían volver a las urnas antes que explorar ese camino. Así pues, sin una mayoría absoluta de C’s, PSC y PP, descartada por todos los sondeos y previsiones, no habrá gobierno alternativo al bloque secesionista. Que no esperen a En Comú Podem en esa apuesta.


Es mucho más probable que en una situación in extremis, comunes y podemitas opten por el sí a una investidura soberanista junto a ERC, Junts y CUP (e incluso sin la CUP si se repiten las elecciones), con la advertencia, aunque sea solo pose de cara el electorado del resto de España, de que el Parlament no aprobará con sus votos leyes fuera de la Constitución. No por aprecio a la Carta Magna, sino para no poner de nuevo en riesgo el autogobierno. Iglesias y Colau, puede que también Domènech si le dejan, podrán presumir en Cataluña de haber revertido la presunta anomalía del 155, y devuelto las instituciones catalanas “a los catalanes”. Y salir a la arena electoral española como la formación que, incluso habiendo impedido un Govern unionista, pone límites a las ínfulas secesionistas sin menoscabar la reivindicación del dret a decidir, que Iglesias y compañía están convencidas de que seduce a su electorado nacional. Casa más este funambulismo con el perfil de los morados, que unirse a las tropas parlamentarias castellanas en la reconquista de Cataluña. Y si saben gestionar el discurso, que por qué no, yo a mis cincuenta y un años sigo creyendo en los Reyes Magos, igual puedan rentabilizar la equidistancia, empero demoledora para otros partidos. Pero no soy tan ingenuo. Sí sé que Borgen son los padres, y que los padres, por conciencia o por dinero, siempre defraudan con los regalos de navidad.

domingo, 27 de marzo de 2016

Adopción en Andalucía: Un informe del Grupo Eulen inaceptable y fuera de la Ley

Los servicios ‘sociosanitarios’ del Grupo Eulen SA, la empresa contratada por la Junta de Andalucía para evaluar la idoneidad de las personas y parejas que solicitan dar la oportunidad a niños y niñas sin padres o abandonados de ser adoptados y formar juntos una familia, han apreciado en un pareja cordobesa del mismo sexo "una marcada tendencia a normalizar o dar naturalidad a su situación personal”. ¿Perdón? ¿Marcada tendencia? Pues claro. ¿Qué esperaban los dizque evaluadores? 

Normalizar y dar naturalidad fue precisamente el derecho logrado por el colectivo LGTBI cuando se legisló el matrimonio igualitario en 2004. ¿Qué otra cosa si no? Vivir sin traumas nuestra realidad es, precisamente, el gran derecho conquistado, y ante ello no caben ningún tipo de interpretaciones 'protectoras' frente a la anormalidad –esa sí- de quien no haya entendido esto.

En su aparente ignorancia ante la realidad legal y social de nuestro país, los evaluadores de Eulen consideran que José María y José Luis no son aptos para ser padres adoptivos porque vivir con naturalidad su realidad “les lleva a negar la especial complejidad que está implícita en las familias homoparentales y a minimizar el impacto emocional que podría tener para su hijo". Y añaden que, por ello, “serían "incapaces de ayudar al niño a hacer frente a reacciones homofóbicas de terceros".

Me pregunto qué tipo de padres son los que Eulen quiere para los niños que esperan formar parte de una familia que los acoja y los quiera. ¿Padres gays reprimidos y acobardados por la opinión del facha del segundo? ¿Madres lesbianas que oculten su orientación? ¿Parejas que pidan a sus hijos que nos les miren y vean como ‘normales’?

Lo que hace la empresa Eulen es penalizar a dos ciudadanos que en el Estado español no tienen que tolerar ni aceptar que su orientación sexual o su relación sea objeto de debate. Y mucho menos que el ejemplar hecho de vivir “sin traumas su condición sexual” sea un motivo para decidir su aptitud para ser unos buenos padres.

En todo caso, lo que cabe es perseguir y penalizar las acciones homofóbicas, y contar con una administración que asuma su responsabilidad ante hechos contrarios a la Libertad y los Derechos Humanos, y no con una que te descarte como "padre" si no sabes defenderte solo ante los hechos fuera de la ley de terceras personas.

Por ello, algunos de los comentarios vertidos por la empresa Eulen en la valoración de José Mª y José Luis deberían ser considerados motivos para romper de forma inmediata y unilateral el contrato que mantiene esta empresa con la Junta de Andalucía. Son inaceptables e intolerables y se sitúan fuera de la Ley. Ninguna administración pública, y mucho menos una gobernada por el PSOE, debe destinar dinero público a poner en manos de una empresa privada cuestiones que afectan a decisiones de tal calado, sin que dicha empresa haya entendido previamente el marco social y legal que hemos creado con tanta lucha y tanto esfuerzo.

LConsejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía que dirige la socialista María José Sánchez Rubio debería tomar nota de ello.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Alan: Cuando la vida ya no importa nada (por Carla Antonelli)

Esto podía haber sido un cuento de Navidad, dadas las fechas en las que nos encontramos, y sin embargo ha sido una pesadilla. La que ha vivido Alan, un adolescente transexual que decidió acabar con su vida en Nochebuena, la primera que celebraba su familia después de muchos años.

Alan, a diferencia de otros niños sí tuvo el apoyo de su familia en todo el proceso desde el día que manifestó su verdadero sexo sentido, pero se tropezó de bruces con la incomprensión social, el bullyng escolar y el acoso de personas que no entienden mas allá de lo que son ellos mismos. Persiguiendo y atormentando a quienes manifiestan la más mínima diferencia de una sociedad normativa que les hace cargar para el resto de la vida con una enorme estrella de David.

Tanto es el peso que a algunas personas se les hace insoportable y se plantean como vía de escape el suicidio. Porque estos son los datos: el 80% de la población LGTBI alguna vez ha sufrido acoso por el mero hecho de serlo, el 40% ha pensado alguna vez en el suicidio, el 20% alguna vez lo ha puesto en práctica y buena parte de este porcentaje lo culminan con "éxito". La victoria del odio sobre la riqueza de la diversidad que nos debería de hacer mejores en una España plural donde tendrían que caber todos. Justo las palabra del Rey Felipe VI, unas horas antes de que Alan se quitara la vida.

Con poco mas de 20 años, debido precisamente a la incomprensión social, el desarraigo familiar y demasiadas historias de dolor que como espadas atravesaban mi alma, viví un tormento que me llevó al pensamiento único del suicidio. Iba por la calle pensando “me quiero morir”. Me acostaba, levantaba y comía siempre pensando lo mismo. “Me quiero morir”. Almacenaba pastillas para cuando tuviera el arrojo suficiente de quitarme la vida, ya que no me atrevía a tirarme un balcón debido a un vértigo patológico. No deja de ser paradójico, a la vez que tragicómico. Me quiero suicidar pero no puedo porque tengo vértigo. Cuando pasaron los años siempre pensé “bendito vértigo que me impidió llevarlo a cabo”, ya que no hubiera podido vivir tantas y tantas cosas por las que la vida merece la pena ser vivida, pero que en esos momentos no alcanzas a ver, porque solo tienes en tu cabeza que la vida ya no merece la pena ser vivida.

Por eso, desde aquí y con este pequeño artículo, quiero hacer un llamamiento a todos la fuerzas políticas, sean del color que sean, y al conjunto de la sociedad, para que realicemos un enorme ejercicio de empatía hacia personas que gritan -aunque no las oigamos- que quieren respeto y tener su espacio en esta sociedad, al igual que el resto. Que integremos las diferencias en nuestros círculos de convivencia. A los partidos políticos, para que saquen adelante todas aquellas legislaciones que lo faciliten, y a las personas para su plena concienciación, ya que los unos sin los otros seguirían siendo un puzle incompleto.
Porque seguirá habiendo muchos Alan sintiendo que la vida ya no importa nada, pero sin una Navidad por medio que remueva conciencias y corazones.

Carla Antonelli / Activista Transexual. Diputada del Partido Socialista en la Asamblea de Madrid.