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martes, 21 de marzo de 2017

Esperando al PSOE. Apoyo a Susana Díaz

Ayer me preguntaron cómo veo yo el PSOE y qué espero del #39Congreso. No sabía qué responder exactamente, y he recordado, otras vez, esta entrada que escribí en los primeros días de Octubre de 2012. En aquel momento, el secretario general aún era Alfredo Pérez Rubalcaba, que se había comido los marronazos de encabezar, primero, el cartel del PSOE en las dramáticas elecciones de Noviembre de 2011 -sabiendo que la debacle estaba garantizada- y, después, de liderar una organización abatida por el aplastante triunfo del Partido Popular. Entonces, ni siquiera había nacido el adanista fenómeno Podemos.

Creo que el 39 Congreso socialista debe dar respuesta a lo que planteaba entonces, porque aún no lo ha hecho. Es un tránsito que se vio abruptamente interrumpido por el enorme error de cálculo que supuso aupar a la secretaría general al entonces desconocido Pedro Sánchez Pérez-Castejón, tras la decisión de Rubalcaba, en mayo de 2014, de cargar sobre él mismo el pésimo resultado del PSOE en las elecciones europeas, así como no haber sabido impedir la estruendosa irrupción del partido de Pablo Iglesias en el escenario político.

El PSOE debe encontrar la forma de superar su pasado más reciente. Volver al origen de su crisis real, que no es la interna, sino la externa. Y debe ofrecer, ya, una respuesta sólida, creíble y resistente para un proyecto socialista ganador, a largo plazo, y para beneficio de todas las personas.

En mi opinión, y conocida la terna que concurre a las primarias de mayo, desde mi más absoluto respeto, admiración y afecto por el compañero Patxi López, la persona que encarna mejor los valores para tomar las riendas de ese difícil proceso es Susana Díaz.

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ESPERANDO AL PSOE

Publicado en Diario Progresista el 2 de octubre de 2012.

La izquierda (o, al menos, el subconsciente de la izquierda) está esperando al PSOE. Al mismo tiempo, siente que no ha superado todavía el descomunal enfado que, como a los buenos amantes que se saben condenados a entenderse porque son tal para cual, producen los ´cuernos´ de haberse dejado seducir por ´otro´, aún sabiendo "quién te quiere de veras".


La izquierda social, mayoritariamente, está esperando al PSOE. Porque, en su fuero interno, sabe que en sus más de 130 años de historia están depositadas las claves para coger, una vez más, el testigo del cambio y convertirlo en la llave que abre la puerta a la regeneración política, económica y social.

El amante herido, en el amor verdadero, perdona. Perdona en la misma medida que sabe que tu infidelidad no es distinta a la que uno mismo está dispuesto a cometer. Pero cuidado, aunque te siga amando profundamente, el amante apasionado no dudará yacer en otros lechos en busca del placer que una vez compartió contigo. Y podría encontrarlo, pues los buenos amantes no son únicos y exclusivos. Encontrar a otro que despierte en ti el mismo ideal que os hacía inseparables, no es imposible. Porque no es tu belleza ni tu envergadura lo que le había enamorado, sino la propia vivencia del amor la que interiorizó como tal. Las chispas se producen cuando dos piedras chocan, y de chispas muy relucientes puede surgir de nuevo el fuego que se añora.

En política sucede lo mismo. Los españoles han sido y son mayoritariamente socialdemócratas. Mientras el amor fue sincero y correspondido, el PSOE gozó de la confianza de su amante natural, que no es otro que la clase trabajadora que conforma la mayoría social y numérica de nuestro país. Entre 1982 y 1993 la pareja dejó la huella de un tórrido romance, en la que las dos partes aportaron lo mejor de cada uno. La mejor prueba de ello fue la sólida mayoría absoluta que durante 11 años permitió hacer las reformas que casi cuatro décadas de dictadura habían frenado tras la abrupta interrupción por las armas de la Segunda República. Los coqueteos con el capitalismo liberal entre 1993 y 1996, así como los devaneos con los abusos de poder y la corrupción, rompieron la relación. Una sonora separación que tiñó el mapa de España de azul con los diez millones de votos (estables) del Partido Popular, que, nos guste más o menos, sí que es (o era) fiel a su electorado mientras los votantes de izquierda abandonaban el domicilio conyugal que era la Casa del Pueblo del Partido Socialista.

Como les sucede a muchas parejas, la separación no fue definitiva, y el feliz reencuentro con José Luís Rodríguez Zapatero y la socialdemocracia, propició que los amantes se dieran una segunda oportunidad. Así llegó aquel feliz 14 de marzo de 2004, tras ocho lamentables años de gobierno de una derecha que aún no se había atrevido a mostrar del todo su verdadero rostro, pero que ya daba muestra de su temible autoritarismo y capacidad manipuladora. Una derecha capaz de amagar con una reforma laboral que la izquierda, aún no herida de muerte, supo frenar; hoy vemos que sólo momentáneamente. Capaz de negar el desastre medioambiental del Prestige, de mezclar restos mortales de nuestro soldados para apagar a toda velocidad el fuego del Yakolev 42, o de enviar a nuestros hijos y hermanos a la injusta guerra de Iraq, con las tremendas consecuencias que todos recordaremos siempre. 

Aquella segunda oportunidad propició seis años defelicidad y dos años de tortuosa relación. Porque Zapatero no supo gestionar la crisis de pareja y hacer uso del clásico “cariño, tenemos que hablar”, y prefirió, si bien es cierto que con gran honestidad e indudable buena intención, tomar unilateralmente decisiones que afectaban gravemente a la convivencia.

Soy de los que piensa que si, en mayo de 2010, el Presidente hubiese decidido mirar a la cara a los españoles y pedirle una esfuerzo para salvar la pareja, las cosas hubiesen sido de otra forma. Tenía que haber confiado en la sensatez de los españoles. Y ante la grave crisis que se nos vino encima a velocidad de vértigo, admitir que el contrato de convivencia firmado en 2004 -y revalidado en 2008- no podía mantenerse en los mismo términos. Que había que hacer ajustes, muy duros, que no formaban parte del acuerdo electoral del que nació aquella segunda oportunidad, y debían por ello ser consensuados convocando elecciones adelantadas.

Opino que esto hubiese permitido un plan de acción conjunto desde la izquierda que no eludiera los ajustes que todos deberíamos asumir, pero que garantizara los pilares básicos del Estado del Bienestar que, hoy, vemos cómo se diluye a golpe de Real Decreto cada temible viernes de Consejo de Ministros.

Creo que el PSOE se equivocó cuando prefirió someterse a los dictados de la tía rica de Alemania que amenazaba con desheredarnos si no cumplíamos sus estrictas exigencias. Igual que también creo que todavía no ha sabido pedir perdón de forma creíble por ese error, y que mantiene una posición que no permite visibilizar el arrepentimiento por haber abandonado la senda socialdemócrata -de nuevo la infidelidad- y, mucho menos, un verosímil propósito de enmienda.

Las protestas que cada día inundan las calles de nuestro país con un arcoíris de mareas que luchan por defender la Educación, la Sanidad, la Justicia, la dignidad del funcionariado... el Estado del Bienestar en sí, no se traducen en el acercamiento que debe patrocinar el viejo dicho de “a la tercera va la vencida”. Al mismo tiempo, los trabajadores ven cómo la generación nacida de la feliz pareja surgida en 1982, decide tomar la iniciativa y reclamar, con la fuerza de la razón y la sensatez de quien sabe que hay otros caminos que también llevan al amor, nuevas formas de hacer política. Una generación que se siente huérfana y está pidiendo a gritos formar parte de una gran familia que, si el PSOE no le ofrece cuanto antes un hogar, acabará por construir su propia casa, en la que dar cabida a los cambios que necesita un modelo de sociedad que hace tiempo que está agotado.

Dice Rubalcaba que lo revolucionario no es abrir ventanas del PSOE hacia fuera, sino salir fuera nosotros. Pues eso, salgamos de una vez. Porque ahífuera nos están esperando. Están esperando al PSOE.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Liderar la izquierda o Ciudadanos como error de Pedro Sánchez

¿Será Pedro Sánchez el líder de izquierda que España necesita? Lamentablemente, a los líderes solo cabe evaluarlos tras la acción de Gobierno. Análisis sobre intervenciones parlamentarias y discursos más o menos bien esbozados y puestos en escena pueden hacerse, pero la historia de la política, y más la española, nos ha enseñado que, alcanzado el poder, lo que más temen los gobernantes son las hemerotecas.

Con la que está cayendo sobre el Partido Popular (y la que el PP ha dejado caer sobre todos nosotros), difícilmente podremos aceptar los socialistas un resultado que no suponga formar Gobierno y un claro cambio de rumbo. Lo contrario está muy lejos de las expectativas de la militancia del PSOE y, con toda seguridad, del menguante electorado que permanece fiel a nuestras siglas, que se siguen viendo de izquierdas y con voluntad transformadora. En esta tesitura, los guiños del secretario general del PSOE a Ciudadanos y Albert Rivera comienzan a parecer, a mi entender, una llamada de socorro de quien piensa que solo tendrá una oportunidad para llegar a La Moncloa. Es lanzar, creo, un mensaje equivocado.

¿Acaso puede ser la derecha -posición en la que el propio Pedro Sánchez sitúa al partido de Rivera- de Ciudadanos el socio que precisa el PSOE para dar la vuelta como a un calcetín al desgraciado legado de Mariano Rajoy y el Partido Popular? Acreditados el fracaso de la Tercera Vía y la necesidad de poner fin a las políticas neoliberales de la derecha europea que han generado tanta riqueza para unos pocos como pobreza y pérdida de derechos para la mayoría, no.

Como yo lo veo, y con los (para mí) incomprensibles resultados que aventuran todos los sondeos electorales, es bastante improbable que Albert Rivera pactara con el PSOE que Pedro Sánchez fuera Presidente. Más plausible parece que su apoyo recayera en el Partido Popular, probable ganador de las elecciones generales de diciembre y con el que Ciudadanos comparte más afinidad ideológica en modelo económico y de Estado. Un PP que, además, está llamado a sufrir un severo desgaste y desmoronamiento durante la próxima legislatura, como consecuencia de la catarata de juicios por corrupción que se le viene encima, y las más que previsibles condenas de muchos de sus dirigentes y de la propia formación, por no hablar de las “sorpresas” que aún nos deparan Bárcenas y otros imputados populares que se sienten traicionados y abandonados a su suerte. Esto situaría a Ciudadanos en una posición privilegiada para continuar la nada disimulada ocupación del espacio natural de la derecha española, e incluso podría llevarle a un escenario de intercambio de roles en el que el PP acabara siendo la fuerza necesaria para que Albert Rivera conforme mayorías e impedir el avance de la izquierda en legislaturas subsiguientes. Con ese objetivo, sería muy extraño que el líder de la formación naranja dilapidara el aval de su electorado de “centro” y de derecha situando a un socialista en La Moncloa. Pero, si no fuera este el caso, resulta aún más improbable que un gobierno presidido por Pedro Sánchez pudiera sacar adelante promesas electorales de izquierda -derogar la reforma laboral y recuperar derechos de los trabajadores, o avanzar hacia el estado federal-dependiendo del apoyo de Ciudadanos, que obviamente no saldría gratis al candidato socialista.

Así las cosas, el PSOE no debería contemplar, ni siquiera sugerir, futuribles acuerdos de gobernabilidad con partidos que no comparten ideologías y sin ser el claro ganador de las  elecciones con un indiscutible mandato para cambiar el rumbo. La única mayoría a la que los socialistas deben aspirar para evitar otro Ejecutivo del Partido Popular es con fuerzas de izquierda, so riesgo de aparecer, si no, como un partido sin identidad dispuesto a sacrificar (¿otra vez?) sus postulados a cambio del poder. Y de dejar que otras fuerzas (llámense Podemos o candidaturas de unidad popular) emerjan como la verdadera alternativa a las políticas de derecha.

Dejando al margen el contexto catalán, el aparente fracaso -que no fue tal- de los emergentes  en las pasadas elecciones autonómicas y municipales está muy vinculado al deseo de expulsar al PP de las administraciones que venía regentando como cortijos en propiedad, lo que sin duda benefició a un PSOE que, a pesar de perder aún más votos, logró conformar algunos gobiernos regionales y recuperar bastantes ayuntamientos. Empero, puede bastar con que una alianza contra natura y destinada exclusivamente a ocupar como sea La Moncloa defraude las expectativas de la mayoría progresista española y empodere a los emergentes como única alternativa. El Partido Popular ya tiene quien le sustituya. Que al PSOE no le ocurra lo mismo. Lideremos la izquierda.


Nota.- En menos de un mes, el Partido Laborista del Reino Unido liderado por el ‘rojo’ Jeremy Corbyn ha sumado 50.000 nuevos afiliados. Mientras, en España, el PSOE sigue perdiendo militancia.

miércoles, 9 de julio de 2014

Esperando al PSOE. (Mi voto para Pérez Tapias)

En un artículo que escribí hace casi dos años en este mismo espacio de opinión, defendí que si el PSOE no era capaz de reencontrarse con sus orígenes e ideales, sus votantes potenciales no renunciarían a ellos, y acabarían por encontrar alternativas electorales en las que volcar la confianza que los errores cometidos en la acción de gobierno socialista les habían hecho perder.

 Lo titulé, como a este, Esperando al PSOE (http://www.diarioprogresista.es/esperando-al-psoe-17228.htm), y en uno de sus párrafos, advertía lo que hoy es una realidad. “Las protestas que cada día inundan las calles de nuestro país con un arcoíris de mareas que luchan por defender la Educación, la Sanidad, la Justicia, la dignidad del funcionariado... el Estado del Bienestar en sí, no se traducen en el acercamiento que debe patrocinar el viejo dicho de “a la tercera va la vencida.” (…) Una generación que se siente huérfana y está pidiendo a gritos formar parte de una gran familia que, si el PSOE no le ofrece cuanto antes un hogar, acabará por construir su propia casa, en la que dar cabida a los cambios que necesita un modelo de sociedad que hace tiempo que está agotado.”

Pues dicho y hecho. La nueva casa se llama 15M, asambleas de barrio, mareas…  Podemos. Y se ha construido, sí, sobre las ruinas del viejo PSOE que desde mayo de 2010 ha sido incapaz de enarbolar un discurso coherente con sus propios principios, y de empatizar con la realidad que los ciudadanosestamos viviendo fuera de los parlamentos, ayuntamientos o agrupaciones del Partido. Esas que el profesor Pérez Tapias reivindica como “lugares de resistencia” y por su nombre, que nunca debieron perder: Casas de Pueblo.

El fenómeno Podemos no se sustenta sobre programas, más allá de lugares comunes y evidencias, sino de cierto adanismo político -y no es una crítica- desde el que parece que sus promotores, de pronto, han visto lo terriblemente cruel que es el mundo y que están llamados a evidenciarlo voz en grito. Grito que repite lo que los socialistas llevamos clamando más de 135 años, pero que, como hemos visto, en algún momento de nuestra historia dejó de ser escuchado.

No somos los únicos, compañeros. Izquierda Unida ha sentido también como un látigo la irrupción de la virgen voz de Podemos, y no ha dudado en mover ficha para crear un contexto que derive, más pronto que tarde, en la necesaria y urgente unidad de la izquierda. La elevación al máximo nivel de representación del joven diputado malagueño Alberto Garzón persigue, sin duda, ese objetivo. Un movimiento rápido, pensado, y muy posiblemente -tiempo al tiempo- efectivo.

El próximo domingo, los socialistas nos sometemos a examen ante la Sociedad que sigue esperando al PSOE. El Partido Socialista tiene la obligación de abrirse y entregarse a los trabajadores, que son, en definitiva, sus legítimos propietarios. Las elecciones en las que por primera vez utilizaremos la fórmula “un militante, un voto”, son un paso cualitativo en la dirección correcta, porque a más democracia, qué duda cabe, más sensatez.

La mayoría de las mujeres y hombres que formamos, 135 años después, el sueño de Pablo Iglesias, aquel tipógrafo gallego que llegó a pie hasta Madrid buscando trabajo y libertad a finales del siglo XIX, somos gente de izquierdas que sabemos que la guerra contra el neoliberalismo que empezamos a perder cuando creímos, ay, que podíamos convivir con semejante atrocidad ideológica, solo se ganará constituyendo una nueva mayoría, existente, que ponga la toma de decisiones en manos de la izquierda. Es decir, de la ciudadanía.

Cuando el domingo vayamos a votar, miremos a un lado y otro de la calle en el trayecto hasta nuestras respectivas Casas del Pueblo. Es más, vayamos con tiempo para parar en el bar, en la plaza, en el mercadillo… a escuchar. Hagamos un ejercicio de responsabilidad y huyamos de una vez de discursos vacíos, de telegenia, de quienes hoy piden el voto alzando la voz contra lo que apoyaron ayer, de dependencias internas y egoístas familias decididas a mantener dentro el poder que fuera estamos tan necesitados de ejercer con firmeza y determinación. Cuanto antes y, si es necesario, compartido.

Es imprescindible la unidad de la izquierda, porque es inaplazable frenar a la derecha. Para que sea posible, ahí fuera millones de españoles siguenesperando al PSOE, dispuestos a participar, estoy seguro, en cuanto puedan volver a creer en que el nuestro es el partido de izquierdas que debe liderar el fin del colonialismo neoliberal que ha convertido, por incomparecencia y descreimiento, a la masa electoral en pura mercancía.

Yo estoy decidido a que sea posible, y, para conseguirlo, este domingo voy a votar pensando en la unidad de la izquierda, en nuestros compañeros y compañeras, los que están fuera, porque quiero que miren a las casas del Pueblo como un lugar para la esperanza, la resistencia y el cambio. Voy a votar al profesor José Antonio Pérez Tapias.