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jueves, 18 de julio de 2019

El viaje a ninguna parte de Pedro Sánchez (y los otros)




La cosa va de 'ultimatums'. Podemos ha puesto como precio para sumar sus 42 escaños a los 123 del PSOE formar un Gobierno de coalición en el que cada partido designe a sus ministros en proporción al respaldo electoral obtenido. Se podrá estar de acuerdo o no, pero es una propuesta legítima que cumple los estándares del sistema democrático.
El PSOE rechaza la oferta y exige los votos de Unidas Podemos de forma incondicional. Si no, dice Carmen Calvo que no descarta que Pedro Sánchez sea investido con los votos de independentistas, EAJ-PNV, Compromís y PRC. Empero, llama a la "abstención responsable" (cosas veredes...) a una derecha fragmentada a la que sólo parece unir, con notable éxito, el "todos contra Sánchez". Lo hace para no tener que no descartar (parece coña. pero va de eso) los únicos votos que presume poder atar de aquí a la semana que viene. Empresa inútil para un órdago tan poco consistente. Casado y Rivera quieren ir a elecciones. Para ellos, una segunda vuelta vital que resuelva el liderazgo de la derecha, pero menosprecian el poder que ellos mismos han entregado a la extrema derecha reaccionaria, o cuánto espacio más pueden llegar a cederles.
El nuevo PSOE, que hasta la moción de censura ilustraba todos sus actos con el pomposo rótulo Somos la Izquierda, se muestra incapaz de domeñar la intransigencia de Podemos (que ya les vale también, ¿dónde está IU?), y de gestar un Pacto de Legislatura para que 165 diputados de izquierdas actúen como una fuerza mayoritaria, estable y de progreso, que propicie acuerdos parlamentarios durante los próximos años para que las necesarias reformas (sociales, económicas y laborales) que este país está demandando no las acaben haciendo los otros al grito de "Santiago y cierra España".
Es lo que han pedido las urnas. Seguir repitiendo como un mantra que los españoles han dicho "alto y claro" que quieren que el PSOE gobierne en solitario, es faltar a la verdad y al debido respeto a la inteligencia del electorado, que sabe perfectamente lo que ha votado. Que los adalides del dramático "no es no" emprendan (otra vez) el camino de falsear el imaginario popular sugiere extravagancia, grosería y cierta comicidad. Y demasiada falta de estrategia para tanta ambición de poder.
Al punto, tan insensato como desesperado, de amenazar con aceptar síes que -excepto Revilla y Baldoví- ni les han sido ofrecido (y mucho menos, gratis) ni los socialistas se atreven a pedir abiertamente. Y, de paso, enviar a la Oposición a esos preciosos y necesarios 42 escaños de la izquierda. El caldo de cultivo para un Gobierno débil, inestable y sometido/sometiendo al Real Decreto y el permanente chantaje de la convocatoria electoral. Suma cero.
Con estos mimbres, este país va a estar en elecciones de forma permanente. Sin un Presupuesto progresista (pues no hay que olvidar que el primero y único presentado al Congreso por Sánchez fue rechazado, entre otros, por los que se supone que le darían la investidura la semana que viene), y sin poder abordar reformas estructurales de calado social. Tal vez durante décadas.

martes, 23 de abril de 2019

Editorial publicado hoy en La Mar de Onuba.


El ganador moral del debate de ayer en RTVE fue Xabier Fortes, y junto a él todo el equipo de profesionales de la televisión pública. Lamentable que ninguno de los líderes políticos quisiera (o supiera) aprovechar el formato que el moderador del encuentro les ofreció insistentemente, y optaran por aguantar sin responder cada embestida verbal de sus contrincantes, a la espera de que la suya propia diluya la anterior en el olvido de los televidentes. El presidente del Gobierno fue bastante explícito en esa estrategia cuando vino a decir que prefería no responder a una interpelación directa porque seguro que vendría alguna más del mismo tenor de sus otros oponentes y deseaba “reservarse”. Rehuyeron el debate, que era lo que les había citado en el Estudio 1 de TVE. Ni Sánchez, ni Casado, ni Iglesias ni Rivera estuvieron a la altura que el respeto a los electores exigía del esencial acto electoral de ayer en la televisión de todos. A ver qué hacen hoy.

Quizás quienes mejor aprovecharon el debate fueron Pablo Iglesias y Albert Rivera, o al menos así lo habrán percibido sus seguidores, aunque al líder de Ciudadanos lo mataron sus intentos de generar cierta crispación -sin éxito- a cuenta del tema catalán, y el teatral “minuto de silencio” (Páramos dixit). Rivera comenzó muy bien, pero pierde las formas como un gremlin alimentado después de la doce; pasa de candidato a tertuliano no más intuye una barretina. El candidato de Ciudadanos, y su corte, deberían revisar cómo verbalizan en ocasiones el conflicto catalán, y cuánto de fuego aportan a la gasolina independentista. El ruido no es mejor que el silencio.

Pablo Iglesias compareció con las tiritas de Villarejo. Compareció ante los españoles vestido del Podemos de siempre, que “vuelve” tras haber sido acosado durante toda la Legislatura con insidias mediáticas pergeñadas con información falsa por la “policía política” del Partido Popular. Una aberración democrática para manipular el imaginario electoral de los españoles. Iglesias, constitución en mano, reclamó más estado social y defendió que “sí se puede” sostener. Era su objetivo principal. Trasladar al votante que quien gobierna es quien decide lo que el Estado paga y lo que no. Y es el votante quien decide quién gobierna. Situó al PSOE, sin porfías, como el partido ganador de las elecciones, e instó a Sánchez a revelar a los telespectadores con quién pactaría su investidura en igualdad de condiciones.
Pablo Casado perdió ayer las elecciones. Con bastante probabilidad, también perdió la presidencia del Partido Popular. Los resultados del próximo domingo se anuncian como una debacle para el PP de dimensiones catastróficas (lo será perder más de 50 diputados, como lo fue para el PSOE tras los comicios de 2011), que tendrá sus réplicas en las municipales y autonómicas del mes próximo, y que exigirán un profundo proceso de catarsis y refundación de la derecha española. Casado demostró ayer que no está capacitado para ser quien lidere ese proceso.
Y Sánchez obtuvo lo que esperaba para sí mismo. No sufrió ningún rasguño grave. Encajó los golpes como si no fueran con él. Y propinó dos mandobles letales (el color de sus pactos con Bildu y el plano de la corrupción por plantas de Génova 13) a Pablo Casado, que buscaba el cuerpo a cuerpo con el Presidente y salió mal parado. El favorito de todos los sondeos concurría con los viernes sociales bajo el brazo, tras haber pasado 10 meses ejecutando por adelantado su programa electoral. Presumió mucho y aportó poco. Pero los suyos podrán decir que ganó el debate sin tener que torcer el gesto. Como los de Iglesias y los de Rivera. Y los de Abascal.

domingo, 11 de febrero de 2018

Sondeos electorales: la bicefalia no sienta nada mal a la derecha

Publicado en Iris Press Magazine.



Siguen los sondeos. Leve el respiro de Ferraz tras el CIS de enero que mantiene al PSOE como primer partido de la Oposición, y las malvadas proyecciones de Metroscopia para El País y GAD3 para ABC.

Las encuestas, en lo básico, coinciden hoy en una misma realidad. La bautizada por Pedro Sánchez como “derecha bicéfala” -una muestra más del candoroso ingenio opositor de la dirección federal socialista- goza de una salud de hierro, y los votantes de derechas podrán decidir tranquilos entre PP y Ciudadanos en las próximas elecciones con dos certezas. Una, la bicefalia navega cómoda por plácidas aguas de mayoría absoluta. Dos, si PP y Ciudadanos -tanto monta, monta tanto- deciden vivir enfrentados y ajenos a cualquier acuerdo, no hay una alternativa a la izquierda que sume para excluir a uno u otro de los pactos poselectorales. Dicho de otra forma, toda la demoscopia anuncia que la gobernabilidad de la próxima Legislatura estará, de nuevo, en manos de la derecha parlamentaria. No parece que haya motivo de preocupación para el votante de derechas y conservador.
Sondeo Metroscopia para El País

Sondeo GAD 3 para ABC
Es el peor escenario para el nuevo PSOE. Si se cumplen los augurios, y ya que, con estos números Podemos no estará en condiciones de participar en este juego, Pedro Sánchez deberá decidir entre “liderar el país desde la Oposición”, mientras los dos partidos de derechas -con sus más y sus menos- bordan a su antojo las políticas económicas, laborales y asistenciales. Y con ellas, el futuro de todos y cada uno de los españoles. O bien, ser parte determinante desde la también sólida mayoría absoluta que -con los datos que proyectan todos los sondeos actuales- los diputados del PSOE podrían conformar con cualquiera de los pares de la derecha bicéfala. Verse inexorablemente impelido a abrir las puertas al modelo de la temida grosse koalition en la que vive secuestrado, como segundo de a bordo, el SPD alemán. 

Lo dicho, el peor escenario para el nuevo PSOE de Pedro Sánchez. También para Podemos y el resto de partidos de la Cámara Baja. Mientras la máxima aspiración de la izquierda y la verdadera izquierda sea repartirse a cara de perro menos de medio pastel, la bicefalia no sienta nada mal a la derecha. 


viernes, 16 de junio de 2017

Moción de censura: 1-1-0. Regreso al futuro



L
a Moción de Censura ha fracasado. Rajoy sigue siendo Presidente del Gobierno. Aparentemente fortalecido y arropado por 170 diputados que defienden su continuidad en La Moncloa. Sólo 82 de los 350 que conforman el Hemiciclo le han pedido que se vaya. 98 diputados, incluidos los del PSOE, se han puesto de lado y permitido con su abstención (“abstenerse tampoco es tan grave”, ha llegado a decir el socialista José Luis Ábalos en su esperada intervención), que el PP se mantenga en el Gobierno.

No puede, empero, decirse que Podemos haya fracasado. A solo tres días del Congreso del PSOE, Irene Montero abrió con fuerza la #MociónParaEcharlos. Ejerció con solvencia y efectividad su función de crear un contexto en la Cámara Baja (y en el país) sobre el que sostener la Moción. Lo logró sin las estridencias que se esperaban del Podemos chusco que unos días antes denostaba el Parlamento y trasladaba la única victoria “posible” a las calles. Montero cumplió. El Presidente del Gobierno -y del PP- no logró neutralizar el pliego de acusaciones de la que se reveló como nueva estrella del parlamentarismo español. Al contrario, y a su pesar, acusó recibo y dio carta de naturaleza al Debate de Censura.

El Pablo Iglesias que se propuso como Presidente del Gobierno no tenía nada que ver con el diputado gamberro y faltón que el año pasado arrojó cal viva sobre los escaños del PSOE, buscando el sorpasso. El Pablo Iglesias de este martes y trece se ha manifestado como el líder de la formación política que ha sabido describir un país secuestrado en una situación insostenible, y ha señalado con acierto al único responsable: el Partido Popular.

La degradación de las instituciones públicas ha rebasado todos los límites por la osadía de un PP que ha despreciado el voto de confianza que, a pesar de todo, recibió en diciembre de 2015 y junio 2016. En minoría y debilidad, los charranes han sido incapaces de resistirse a la tentación de seguir actuando como si el Estado fuera su feudo.

Han sobrepasado su probada temeridad, e incrementado a ojos vista su manipulación de los estamentos judiciales ante el envenado calendario judicial que se cierne sobre decenas de populares de ilustre nombre. Y, ahora sí, salpica al Gobierno. De cada nuevo escándalo surge un nuevo hilo de investigación que da cobertura a la trama como argumento. A Rajoy se le ha ido de las manos. Ya no puede seguir esgrimiendo como excusa su esquizofrénica dualidad como presidente del Gobierno y del PP. No hay separación. El Gobierno ya es protagonista directo de la asfixiante corrupción. Raciona con una mano sólidos argumentarios sobre transparencia y prevención, mientras con la otra maneja los resortes del Poder Judicial para que sus propias medidas no se vuelvan contra ellos.

Establecer el grado de degradación al que ha llegado este país, y dejar constancia del mismo en el Diario de Sesiones, es el primer gran éxito de la Moción de Censura.


S

ituar al nuevo PSOE en el punto de partida que dio pie a la cruenta batalla de las Primarias es el segundo. “La verdadera moción de censura tuvo lugar en marzo de 2016”, acertó a lamentar el secretario de organización in pectore del nuevo PSOE. El lacónico canutazo de Ábalos llegó por los pelos a los informativos mientras en el Congreso se estaba celebrando un banquete de Platón al que los  socialistas llegaron a los postres y cuando los comensales ya habían expresado sus alabanzasY eso que Joan Tardà prácticamente llegó a anunciar la proclamación de la República Catalana si el referéndum ilegal del 1 de octubre así lo ordena, sin que la bancada popular organizara una de sus habituales algaradas. Ya en el desayuno, un Ábalos conciliador y paternalista, realista y preciso, pronunció la frase por la que será recordado el ya ungido número tres del PSOE: “A veces abstenerse tampoco es tan grave”. Revelación que acompañó esgrimiendo un documento interno publicado por Público el pasado 29 de mayo, que, en el imaginario del Ábalos, desmontaba todo lo escuchado en el Hemiciclo el día anterior. Bien leídos, los papeles de Podemos muestran una estrategia y un calendario que Iglesias y los suyos están ejecutando con precisión de orquesta sinfónica.

Lo cierto es que, en ausencia del PSOE, Podemos ha logrado trasladar a la calle, sin aspavientos ni gamberradas, lo oportuno de una medida como la Moción de Censura. Tanto la exposición de motivos de Irene Montero como las propuestas de Pablo Iglesias entran dentro de lo razonable. Cuanto menos, de lo debatible. Incluso en la temida cuestión territorial. Al extremo que los portavoces de Bildu y ERC, más que anunciar, riñeron con amargor los síes “críticos” que aportaron a la moción. Defraudados por la nula complicidad del Candidato para con la causa y el calendario secesionista. Iglesias supo endosar al Partido Popular el insostenible grado de enfrentamiento y el haber dado alas al Process, y se ofreció dispuesto a explorar, desde otra óptica de Gobierno y voluntad de consenso, vías para dialogar un encaje dentro de la legalidad que satisfaga “a todas las partes”, y que enfríe el deseo de los catalanes “que quieren irse de España”.

A
lbert Rivera ha sido el más beneficiado del Debate. El joven líder de Ciudadanos supo interpretarse con habilidad como una suerte de Macron español. Mostró que, con sus 32 diputados, es quien maneja los ases de la cruda partida que está suponiendo la XII Legislatura. Sin ellos, sólo un acuerdo extra constitucional entre los partidos de la izquierda y las fuerzas secesionistas (incluidos los abstencionistas del PdeCAT) podría poner fin, hoy mismo, al Gobierno del Partido Popular. Rivera sabe que es un acuerdo imposible al que el PSOE, con o sin Pedro Sánchez al frente, siquiera puede asomarse. Cualquier alternativa plausible pasa irremisiblemente por la mesa del presidente de Ciudadanos. Si el PP es el problema, vino a defender Rivera, esto no va de ideologías. Va de compromisos que excluyen cualquier veto a los LibDem españoles. Ante quien no admita la inexorable realidad, Rivera defendió sin rubor ni turbación alguna su no a la Moción de Censura, y reclamó que continúe la Legislatura. Que cada uno haga lo que pueda para que sea la última del PP. Cree su caparazón ideológico y propositivo, e intente ganar las próximas elecciones. Si no tienen ustedes una propuesta mejor, por favor… no molesten. Estamos legislando. Ciudadanos votó no.

Rajoy seguirá gestionado la inevitable e irreversible decrepitud del PP desde La Moncloa; cómodamente, a la española. Iglesias no pierde ni un ápice de apoyo y roba con habilidad para Podemos el cartel del pacto a la portuguesa. Rivera acomoda un contenedor para votos del PP y del PSOE. A la francesa. Y los socialistas salen de la Moción atrapados de nuevo en la extravagante abstención sin obtener ningún rédito político. Pergeñando el férreo blindaje de Ferraz. A la Sánchez.

La moción, estratégicamente situada en el calendario congresual del PSOE, exigía un rotundo no de los socialistas. No hay caminos alternativos por imposición. No son efectivos. Podemos ha atinado trasladando que la suma de síes y abstención superaban a los 170 noes. Pablo Iglesias ha legitimado su artimaña parlamentaria, y confirmado sus propias declaraciones a El Progreso,  convencido de que, efectivamente “la moción de censura ya ha triunfado donde tiene que triunfar, que es a nivel social (...)”. El #39Congreso y el regreso del nuevo y podemizado Sánchez, apenas infligirán un leve arañazo en las filas y el electorado de los morados. Iglesias se ha erigido en líder de facto de la Oposición. Al menos, a la espera de que un Pedro Sánchez autoexcluido del Hemiciclo defina estrategia y espadachines parlamentarios. Iglesias ha perpetrado con audacia el sorpasso psicológico, y lo ha acompañado de palabras conciliadoras, el abrazo del oso, para el secretario general de los socialistas, al que ha ofrecido “la fuerza de Podemos” si quiere alzarse con éxito como ariete de la que expone como ya iniciada derrota de régimen popular. Al mismo tiempo, la poderosa maquinaria 2.0 de los círculos eleva a recurrentes trending topics etiquetas como #HayAlternativaAlPP (o #IreneEresEjemplo), y convierte en una auténtica pesadilla el time line de Pedro Sánchez en las redes sociales a cuenta de la nueva abstención del PSOE. Habrá que esperar al próximo domingo para conocer "la alternativa" de Pedro Sánchez.   

Sánchez llegará al Pabellón 3 de Ifema forzado a superar el previsible “exijo la inmediata dimisión del Presidente de Gobierno” [Fin de la cita, ovación y aplausos] con el que se da por hecho que responderá a las exigentes redes sociales que le recuerdan insistentemente  que...

En su carta El PSOE siempre a la altura, publicada este jueves en El Mundo, el líder socialista ha manifestado “abiertamente” su voluntad de “conseguir cuanto antes una amplia mayoría parlamentaria en el Congreso”. Y, en cierto modo ha compartido, en forma de advertencia, la reflexión ya planteada por Albert Rivera: “Si continúan los vetos buscaré decididamente ese apoyo mayoritario al cambio en las urnas”, ha escrito. En su epístola, el resucitado Sánchez ha anunciado ”una oposición al servicio de la mayoría social” y “una alternativa solvente” para la que generará “un espacio de encuentro con las fuerzas del cambio y los actores sociales”. Y para que no quepa duda, ha añadido algo de metodología: “A crear ese espacio de diálogo y trabajo parlamentario conjunto llamaremos a las fuerzas del cambio y a los colectivos sociales”. Puro Sánchez.

Albert Rivera, ha rechazado cualquier pacto con “el sectario Pablo Iglesias”, aunque haya deslizado -con maliciosa audacia- no saber  “qué pasaría” con Errejón “u otros liderazgos”. "Hay que ganar a los conservadores en las urnas", ha dicho para reiterar su posición en la Moción de Censura, escogiendo con olfato y gran acierto sus palabras.

El irónico calendario político ha situado de nuevo a Pedro Sánchez en la tesitura de tener que convencer a Podemos, y no a Ciudadanos, si es que pretende liderar una alternativa a Mariano Rajoy sin haber ganado las elecciones generales. Dèjá vu. Aunque si algo ha demostrado Sánchez, y hay que reconocérselo, es su capacidad de renacer una y otra vez en la adversidad. Pero en todas sus reencarnaciones se encuentra con los mismos actores, Mariano, Albert, Pablo, Puigdemont, Tardá… viviendo aún su primera y única, la misma, vida política. Sánchez ha querido que el 39 Congreso diera marcha atrás en el tiempo para reescribir el 1 de octubre de 2016. Pero el delorian se ha pasado de frenada y le ha situado, otra vez, en marzo de 2016. El día de la marmota. 


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A
hora que la Oposición al Gobierno ha regresado de las calles al Parlamento, aquí el único que se expresa con claridad es, como siempre, el imbatible Mariano Rajoy.

domingo, 14 de mayo de 2017

Todos miran a Patxi


La habilidosa y exitosa campaña de Pedro Sánchez -un hecho innegable-, para cuestionar ante la militancia socialista la legitimidad electoral del Gobierno del PP y no atribuirla a sus dos humillantes derrotas en las urnas, está basada en un falso golpe de estado en el PSOE y en su falso “derrocamiento” durante la supuesta  defenestración del 1 de octubre. El delirante relato de Sánchez sigue situando, con más intensidad, si cabe, a Susana Díaz al frente del mercadeo de la abstención socialista con el Íbex35 y los pérfidos poderes fácticos, en una conspiración propia del mejor Dan Brown (si existiere) para que el PSOE renuncie in sæcula sæculorum a ser primera fuerza política de este país. Susana Díaz y la baronía histórica del PSOE habrían vendido el alma socialista a cambio de __________________ (rellénese según el grado conspiranoico del lector, ya que permanece inédita alguna argumentación trasladable al mundo real tras las gruesas invectivas del ‘pedrita enfurecido’ que puebla el sanchismo).

Patxi López midió mal los tiempos cuando decidió ser el primero en presentar su candidatura a la Secretaria General, sin haber pactado preventivamente para Pedro Sánchez un digno panteón en el mausoleo de la historia socialista, acorde a su infinita ambición por poner su inconmensurable ego en la cartelería electoral del PSOE, y convertir una y otra vez los bulevares urbanos en una réplica del espejo de la madrastra de Blancanieves en el que poder mirarse a cada paso de su excelsa cotidianidad. Si Pedro hubiese mostrado el mismo ahínco para llevar a los socialistas a La Moncloa ganando las elecciones, hoy estaríamos a punto de ratificar al unísono al Presidente Sánchez como líder socialista en el 39 Congreso.

Pero Patxi, como todos los que le fueron leales permaneciendo en la Comisión Ejecutiva tras la dimisión de “los 17 golpistas subalternos del PP”, conoce bien a Pedro Sánchez y sabe que por nada del mundo cedería el número uno. Con la misma certeza que todos ellos saben que con Pedro Sánchez el PSOE no volvería a gobernar durante una larga temporada. Tal vez ya nunca, si miramos cómo les va al socialismo francés y británico con sus émulos Hamon y Corbyn, o al fenecido PASOK griego. 
"Si Pedro hubiese mostrado el mismo ahínco para llevar a los socialistas a La Moncloa ganando las elecciones, hoy estaríamos a punto de ratificar al unísono al Presidente Sánchez como líder socialista en el 39 Congreso."
Es por ello que con su victoria en las primarias polucionan Rajoy y todo el Partido Popular. Las impostadas muestras de aprecio y admiración a Susana Díaz por parte de la derecha y sus satélites mediáticos, responden al hecho cierto de que en una buena parte del fracturado PSOE heredado de Sánchez, toda alabanza que no venga de voces autorizas de la verdadera izquierda es tomada casi como una afrenta. Es la pobre argumentación de quienes, por ejemplo, cuestionan la propia condición de socialista de Tomás Gómez porque firma sus reflexiones en un medio, La Razón, perteneciente al Grupo Planeta (como también lo es, por ejemplo, La Sexta). Que la derecha quiere visibilizar que Susana Díaz es su candidata, es cierto. Sí. Que lo hace porque quiere que gane Sánchez y seguir gobernando, es de primero de Podemos (le he cogido gustillo a esta expresión, admito).

Lo más significativo del paso dado por Patxi López fue el inmediato y dramático -para Sánchez- tránsito de activos desde las filas del sanchismo a las del diputado vasco. Casi el 100 % de las personas que han trabajado directamente o colaborado de forma cercana con Pedro Sánchez, tardaron apenas unas horas en hacer pública su adhesión al proyecto de Patxi. Todos eran conscientes de que Pedro no se iba a retirar, como lo son que Sánchez es un cartel electoral doblemente testado como fracasado para el PSOE. Un partido fracturado, como el que Sánchez obró solo unos meses después de haber ganado las primarias del 2014, no es un Partido. Y no se ganan elecciones sin Partido.

Que nadie se engañe. La fractura en el PSOE era patente mucho antes del fatídico Comité Federal del 1 de Octubre. Venía larvándose por los usos caudillistas de Pedro Sánchez, que impedía debatir a los órganos de dirección -Comité Federal- y a la organización en los territorios las decisiones -tanta de ellas erróneas y fatales- que como líder socialista iba tomando y anunciando con pomposa solemnidad. Ya fuera autoproclamarse candidato a la Presidencia por su cuenta y riesgo y sin contar con nadie, destituir secretarios generales, cesando candidatos elegidos en primarias -tan legítimas como la que le invistieron a él-, sembrando gestoras por todo el territorio federal o cambiando a su antojo con zaidas, frutos y lozanos las listas electorales que sus hoy veneradas bases habían propuesto y aprobado. La fractura del PSOE comenzó el mismo día en que Pedro Sánchez se sentó en su ansiado despacho de Ferraz 70, convencido de que su poder emanaba del pueblo, y que, como César, no estaba obligado a rendir cuentas. Algo que, por cierto, a día de hoy, sigue sin hacer.

La gente que trabajaba con Pedro, los traidores fariseos que abandonaron al mártir tras su caída en desgracia, también sabía que era cardinal y necesario articular una candidatura que canalizara el descontento y el desconcierto que la abstención socialista en la investidura de Rajoy inoculó  -ciertamente, y por la pésima gestión de los resultados electorales por parte del propio Pedro Sánchez- en las bases del PSOE. Creyeron que dando un paso al frente antes que el indómito Sánchez, este se pensaría mejor dar el suyo. Erraron. Pero optaron, en mi opinión, pensando que quien gane las primarias del próximo domingo debe poder representar la legítima opinión de quienes no compartieron la abstención, y al tiempo tener la capacidad de unir al PSOE en un partido fuerte y unido que vuelva a ser una maquinaria electoral imparable que devuelva a la socialdemocracia las riendas del Gobierno. Es lo que necesita este país. El candidato que no cuente con esas capacidades, no es el líder que el PSOE necesita. Y Pedro Sánchez solo tardó unas semanas en romper el PSOE.

Es lo que creo que ha tratado de explicar durante estas semanas Patxi López. Con evidente escaso éxito frente al astuto Sánchez, que supo rentabilizar de forma casi inmediata su evidente soledad, convirtiéndola, a fuer de llanto y tweet, en la candidatura de las bases. Una impostada rebeldía de tintes cuasi religiosos sustentada en su triste soledad. El marketing y las redes sociales obran milagros, y Pedro vive 24 horas inmerso en ellos. El “resucitado” Pedro Sánchez que Andrés Perelló equiparó al mismísimo Jesucristo (junto a Raphael y Los Minions, mi personaje de ficción favorito), ha contado, además, con el afortunado acercamiento de algunos outsiders clásicos del PSOE, como el profesor Pérez Tapias, el diputado donostiarra Odón Elorza o Josep Borrell. Referentes políticos y morales para la militancia socialista, a los que el carácter contestatario y arrojado de los nuevos y múltiples Sánchez parece haber seducido.


Desde el minuto uno en que decidieron la reconquista de la cuarta planta de Ferraz 70, los seis pedros (Ignacio Varela en El Confidencial), han convertido su propia existencia en el eje de una estrategia que persigue convertir el PSOE en una herramienta para el culto a la personalidad de Kim Il Sánchez. Una cruzada a tierra quemada. Han tenido éxito. El fracaso de Patxi López a la hora de frenarle, lejos de apaciguar las aguas, parece haber ahondado la brecha que divide al PSOE.

Hace unos días, las filas de López ya dieron muestras de flaqueza, cuando la baronesa Armengol y la diputada María González Veracruz le pidieron que diera un paso atrás, aunque también le advirtieron de que, en ningún modo, puede llevar consigo una integración con Sánchez. Saben por qué lo dicen. A diferencia de los outsiders, Francina y María hablan con conocimiento de causa. Han estado más cerca de Pedro que quienes hoy le apoyan, y conocen bien al hombre y su obra.
"Una estrategia que persigue convertir el PSOE en una herramienta para el culto a la personalidad de Kim Il Sánchez"
Patxi López ha desoído -sabio, raudo y radical- el consejo de sus colaboradoras. El vasco sabe que el 21 de mayo no termina la batalla por el poder del PSOE. Muy al contrario, es cuando realmente comienza el 39 Congreso socialista. Un paso en falso cuyo resultado sea mantener la fractura del PSOE, mermará sus posibilidades de liderar una cuota estabilizadora en el próximo Comité Federal y la propia Comisión Ejecutiva. También sabe que una victoria de Pedro Sánchez desatará una tormenta de imprevisible y temible recorrido. Una guerra abierta y previsiblemente cruenta entre el líder federal y las direcciones de las federaciones regionales. En casi su totalidad, estas rechazan al dos veces fracasado candidato y artífice de la fractura interna del PSOE. Todos los ojos miran a Patxi.


Mientras, Pedro, a fuerza de renacer cada día, sigue siendo el mismo.


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Sánchez uno, López cero

jueves, 11 de mayo de 2017

La exasperante 'posverdad' de Pedro Sánchez

Cuando el 20 de diciembre de 2015 el Partido Popular -ladrón de derechos, libertades y prestaciones, cercenador del Estado de Bienestar- barrió al PSOE en las elecciones generales, y los militantes del Partido -los socialistas- sufrimos la humillante derrota a la que nos sometieron la derecha y la presunta izquierda de Podemos, todos esperábamos el gesto de caballerosidad que un partido de Gobierno, el PSOE, esperaba de su líder. Pero Pedro Sánchez compareció ante los medios de comunicación y manifestó que el Partido Socialista había obtenido un “resultado histórico”.

Solo la lealtad al Partido y al Secretario General -hoy discutida- impidió que ese mismo día eleváramos las preces del socialismo al cielo y dijéramos en voz alta lo que pensábamos en el silencio de nuestros hogares: “¿Pero qué coño dice este mamarracho con la pedazo de hostia que nos han dado?”

Solo la lealtad al Partido y al Secretario General hizo posible que Pedro Sánchez volviera a ser cabeza de cartel el 26 de Junio de 2016. De llagas sabemos mucho los socialistas. Las sufrimos cuando, en 2007, a nadie se nos ocurrió oponernos a la candidatura de Rafael Simancas, aún sabiendo que Esperanza Aguirre le barrería en las elecciones autonómicas madrileñas. El daño infligido por el tamayazo cuatro años antes nos obligaba a darle a Rafa otra oportunidad que todos sabíamos derrotada. Nobleza obliga. Nobleza socialista.

El 20 de diciembre de 2015, todos los socialistas -no nos engañemos más- ya fuimos conscientes de que con Pedro Sánchez el PSOE no iba a desalojar al corrupto PP del Gobierno. Si llegó al 26 de junio al frente del partido fue por lealtad al Secretario General en periodos electorales. Nobleza socialista. Pedro quiso forzarla una tercera vez por la vía de un extravagante congreso exprés, y así atrincherarse en el no-liderazgo de la izquierda, aún sabiendo que volvería a ser arrasado en unos nuevos comicios. 

Pero… 26 de Junio. Resultados electorales más humillantes –aún- para el socialismo. Los 84 diputados obtenidos supusieron una severa llamada de atención de los españoles al PSOE, al que le dijeron que un Partido Popular corrupto y corruptor del modelo de Estado que creamos los socialistas, era mejor opción de Gobierno que el encabezado por Pedro Sánchez. Y allá va él, y  perdón por la expresión, con sus putos huevos, a decirnos a todos que el PSOE había ganado la “batalla de las encuestas”.  Se había dejado cinco escaños –más- en el camino de la segunda vuelta, mientras el pérfido, malvado y corrupto PP ganaba catorce. ¿De verdad un líder del PSOE, del Partido Socialista Obrero Español,  tiene, y perdón de nuevo, los santos cojones de sacar pecho ante tan desastroso resultado? Sí, es increíble, pero sí. Pedro Sánchez los tuvo.

El henchido y, empero, apaleado líder, resumió su presunta victoria en haber evitado el sorpasso. El 20 de diciembre de 2015 la candidatura que encabezaba Pedro Sánchez fue más que sorpassada, al quedar en  cuarto lugar en la circunscripción de Madrid. Y, superego mediante, creyó haber obtenido un triunfo -manda huevos (Trillo dixit)- al recuperar un nimio tercer lugar en la segunda vuelta del 26J.

Pedro Sánchez nunca evitó el sorpasso; lo sufrió dos veces. Y con él todos los socialistas. Pues aún así, se lanzó al ruedo presentándose ante los electores -que ya es grave- y ante la propia militancia socialista -muy muy grave- como el antídoto ante el Partido Popular.

Semejante infantilismo, falta de humildad y corteza de miras -pues no es del partido el reto, sino de España- no sé cómo tornose heroicidad por parte de Sánchez y sus acólitos.

Solo era necesario que un partido demócrata aceptara el resultado de las elecciones para que, sorprendente y preocupantemente, miles de militantes socialistas perdieran el oremus y -tampoco sé cómo- en su sesera albergaran la estrambótica idea de que sumando a quien nada tiene que ver con las ideas del socialismo (PdeCAT y ERC), era el PP quien había perdido las elecciones. A pesar de poner el culo de 14 diputados más sobre la cara de Pedro Sánchez.

En qué momento esto se convirtió en debate y discrepancia en las filas del PSOE es algo que deberán estudiar, más pronto que tarde, las facultades de Politología. En cuál un partido como el PSOE llegó a romperse por dar como real la soberbia y el fantasioso discurso de un líder fracasado como Pedro Sánchez, requerirá más tiempo. Y dudo que los ya peinamos canas -nosotros, los carcas del aparato- podamos conocer qué dice la Historia al respecto.

El Partido Socialista Obrero Español no es un partido llamado a conformar coaliciones. ¡Es un partido de Gobierno! Pactar con el PSOE es pactar Gobierno. Un PSOE sometido al chantaje de no saber si mañana seguirá siendo mayoría es un PSOE perdedor.

Los socialistas queremos ganar. ¡Queremos gobernar! Porque estamos convencidos de que lo hacemos mejor y lo hacemos pensando en nuestros conciudadanos. El día en que empezamos a discutir, impostadamente, sobre (falsa) justicia, (falsa) lealtad, y (falsa) alternativa, nos chocamos de frente con Pedro Sánchez. El resto es historia retardada. La Moncloa no está vacante. La ocupan quienes ganaron las elecciones.

España vive la exasperante posverdad de Pedro Sánchez. 


jueves, 27 de abril de 2017

Podemos se pide elecciones

Publicado en Irispress Magazine


Defiende el maestro Eduardo Sotillos que “ni al más genial estratega del PP se le hubiera ocurrido la idea de que Podemos anunciara su intención de presentar una imposible moción de censura. Ya no hay hueco para abrir los telediarios con la CORRUPPCIÓN, y sí para mostrar el enfrentamiento de la izquierda. Entre sí e internamente.”

Porque de eso va el paso dado por los diputados del grupo Unidos Podemos –resuelta la muerte de Izquierda Unida- al proponer una Moción de Censura abocada al fracaso desde su anuncio. Pablo Iglesias, Monereo mediante, teme más la recuperación del PSOE que la continuidad de Mariano Rajoy en La Moncloa. Sabe que Ciudadanos nunca apoyará una moción de censura promovida por la formación morada. Igual que sabía y sabe, pues pocos minutos han tardado los diputados de ERC en manifestarlo, que los independentistas no apoyarán un cambio de Gobierno que no lleve aparejado la celebración del referéndum secesionista e ilegal en Cataluña.

Brindis al sol de Podemos, que busca violentar el debate congresual del PSOE con una maniobra imposible, solo unas horas después de que Pedro Sánchez regalara a Rajoy la conveniencia de responder por la corrupción del PP en el plácido Pleno del Congreso, en vez de ser interrogado bajo juramento en una Comisión de Investigación mucho más peligrosa para sus intereses políticos y personales. Sánchez tiene esas cosas, le va lo pomposo más que lo útil.

Parece que Podemos esté marcando el camino de Rajoy a su enésima escapada. A partir del próximo miércoles, el Presidente del Gobierno tendrá en su mano la capacidad de disolver Las Cortes Generales y convocar nuevas elecciones sin necesidad de consultar con nadie. La convocatoria no podrá producirse si Podemos registra la Moción de Censura en los próximos cinco días. Si no es así, la propia espada de Damocles de la posible moción, la división de la izquierda, el quiebro que la convocatoria supondría al Congreso aún sin celebrar del PSOE, y el desafío soberanista, son elementos propicios para la disolución de las Cámaras. Evitarían a Rajoy someterse a la Comisión de Investigación, y pondría en manos del electorado la renovación de la confianza mayoritaria en el Partido Popular, como indican todos los sondeos, a pesar de la que está cayendo sobre los charranes de la calle Génova. Que, por cierto, es exactamente la misma que hace un año, pero con un mísero encarcelado más.


El sorpasso al PSOE, aunque condene a los españoles a más y más fuerte PP, es excesivamente tentador para Pablo Iglesias, cuya desmedida ambición política no contempla gobernar este país. En Ciudadanos sonríen.

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sábado, 22 de octubre de 2016

Yo tampoco voté al PSOE para que gobierne el PP

Yo tampoco voté al PSOE para que gobierne el PP, es cierto. El problema es que los que votaron al PP para que no gobierne el PSOE sumaron dos millones y medio más de votos (PP: 7.906.185, PSOE: 5.424.709). Y que casi seis millones de votantes de izquierda (Podemos y confluencias. ERC y Bildu) no creyeron que Pedro Sánchez mereciera ganar las elecciones, por lo que apostaron por otros partidos. Y que la suma de votos de izquierdas (incluyendo a ERC), se quedan a un millón de votos por debajo de la suma de derechas.

Por otro lado es falso que haya una alternativa de izquierdas. Ni PNV ni Convergencia son partidos de izquierda, y sin sus votos no habría gobierno alternativo posible (pudo haberlo tras las elecciones del 20D, con su abstención, pero Pedro Sánchez no había descubierto aún la izquierda en aquella época y se declaraba "centrista de toda la vida" para reclamar apoyo al pacto-trampa de Albert Rivera).
Un pacto con ERC y CDC hoy es imposible porque el "proceso de desconexión" sería un permanente chantaje a la estabilidad gubernamental. Y además, contendría un elevado componente de hipocresía sumar a la derecha catalana de Pujol y Mas y llamarlo "acuerdo contra la corrupción o los recortes del PP". Juzgados y hemerotecas lo corroboran.
La alternativa de convocar terceras elecciones es, pues, la salida de quien no quieren admitir que no se han ganado las elecciones. Y quien no acepta los resultados, no puede dar lecciones de democracia a nadie. La hipocresía no es buena receta para ganar credibilidad. Y, mucho menos, votos.
[Así que, por favor, mañana, dejemos la impostura y aceptemos la vuelta a la cordura. Y por supuesto, iniciemos ya de una vez el debate de por qué el PSOE no es hoy un partido de gobierno. Y esto, desde luego, no es solo culpa de Pedro Sánchez.]

lunes, 3 de octubre de 2016

Chantaje a Felipe VI, la estrategia del PP

Publicado en Diario 16, El Socialista Digital y Liverdades

Exigir el apoyo sin condiciones del Partido Socialista a cambio de "aceptar" una eventual abstención de sus diputados -según se desprende del órdago lanzado por Mariano Rajoy el pasado domingo a través del diario El Mundo- esconde un acto de chantaje al Jefe del Estado, cuyas atribuciones constitucionales no pasan de valorar las posibilidades de cada candidato para ser investido y hacer una propuesta al Congreso de los Diputados en función de dicha valoración. Si fuera ese el caso, el PSOE no estaría, ni antes ni ahora, apoyando al Partido Popular, sino anunciando al Rey la abstención de su Grupo Parlamentario, lo que permitiría la investidura con una mayoría de síes frente a noes. Es más, el PSOE no estaría siquiera obligado a comunicar su decisión al Partido Popular, y muchos menos a “negociarla”, ya que el único destinatario de dicha información, a los efectos oportunos, es Felipe VI. Asimismo, la función del Rey debe limitarse a verificar si el candidato suma los síes suficientes para ser investido, y, en consecuencia, hacer la correspondiente propuesta a la Presidenta del Congreso.
Pretender del Rey que tenga en cuenta, además, las posibilidades del candidato para sacar adelante o no su programa político y sus proyectos de Ley, que contemple las debilidades que deberá sortear el Gobierno en su mandato, y que por ello llegara a aceptar una negativa de Rajoy a ser propuesto, excedería sobremanera las funciones del monarca, que no puede decidir en función de los acuerdos o controversias que puedan darse en el Parlamento. Rajoy estaría cometiendo un fraude constitucional y haciendo cómplice al Jefe del Estado, al reclamar de este una intervención directa sobre competencias que son exclusivas de Las Cortes. El Presidente en funciones no puede chantajear al Rey –y con él, a todos los españoles- pidiendo poco menos que ordene a los diputados socialistas integrarse en el Grupo Popular a cambio de desbloquear la gobernabilidad del país y aceptar su designación como candidato para evitar las terceras elecciones.
Con el globo sonda lanzado por su partido, Rajoy acusa el primer golpe de verse presidiendo un Gobierno sometido a un Parlamento en el que la Oposición supera en número de diputados al Partido Popular, que podrá enmendar y hasta rechazar sus leyes. Un obstáculo que el Presidente en funciones pensaba sorteado con el pueril No es no defendido por Pedro Sánchez y su equipo, que avocaba indefectiblemente a una nueva cita con las urnas, en la que -así lo vaticinan los primeros sondeos publicados- el PP aumentaría sus diputados, acercándose, con o –incluso- sin el apoyo de su socio ideológico Ciudadanos, a la mayoría absoluta.
Si, como ahora parece posible, el PSOE optara por aceptar el fatídico resultado electoral obtenido por Pedro Sánchez, por la izquierda en general, y facilitar mediante la abstención que Mariano Rajoy –u otro candidato popular- sea investido Presidente con los apoyos de su partido y de Ciudadanos, cuando el líder popular acuda a La Zarzuela escuchará del Rey que ha constatado que el candidato del PP está en condiciones de ser investido y puede darse por comenzada la XII Legislatura.
Si por el contrario, Felipe VI aceptara el chantaje y decidiera no encomendar la investidura al candidato popular, estaría participando en la estrategia política del partido ganador de las elecciones generales, y excediendo, hay que insistir, las atribuciones que le otorga la Carta Magna. Si Rajoy rechazara el encargo real, la única salida del monarca sería pedir del PP un nuevo candidato que administre la mayoría parlamentaria de la que dispone, antes que aceptar sin más una nueva disolución de las cámaras legislativas.
El Gobierno resultante tendrá que presentar sus proyectos de Ley de Presupuestos Generales y otros, y admitir que los grupos parlamentarios podrán aprobarlos, enmendarlos o rechazarlos. Porque así es la configuración de Las Cortes que han decidido los españoles para esta Legislatura. Será difícil para un partido poco acostumbrado por sus propios orígenes a prácticas democráticas, pero así son las cosas. Son las reglas del sistema establecido por la Constitución, y, mal que le pese, les son también de aplicación al Partido Popular.
El PP parece dispuesto, empero, a secuestrar el Gobierno y el Parlamento hasta que las condiciones le sean más favorables. Evitarlo está en manos de Felipe VI, del que se espera que no acepte semejante chantaje antidemocrático.