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lunes, 8 de mayo de 2017

El drama de Pedro Sánchez

El drama de Pedro Sánchez es que frente a un PP corrupto, ladrón de derechos, libertades y prestaciones, el PSOE liderado por él obtuvo 1.691.650 votos menos que los 'populares' en las elecciones del 20 de Diciembre de 2015. Y ello tras cuatro años de demoledores viernes de Consejo de Ministros.

Abundando en la tragedia personal de Sánchez (y, con él, de todo el PSOE), solo seis meses después, el Partido Popular había aumentado considerablemente su lista de atrocidades y corruptelas. Una simple búsqueda en el buscador Google acotada por fechas entre el 20D y el 26J (189 días), ofrece -en 0,65 segundos- aproximadamente 20.100 referencias de artículos publicados sobre “pp corrupto”. Si la búsqueda la realizamos con el criterio “pp recortes”, el resultado es aún más escalofriante: 36.800 publicaciones.

Aún así, Sánchez, que el 27 de abril del pasado año, a 60 días de la repetición de las elecciones, aseguró estar arrepentido de haber llamado “indecente” a Rajoy”, quedó el 26 de junio 2.481.476 votos por debajo del Presidente del Gobierno. Este, por su parte, hacía ya más de dos años que había enviado el - hasta la aburrida saciedad- reprochado por Sánchez  "Luis, se fuerte". Y aún así, aumentó la diferencia sobre el líder socialista en 789.826 votos.


Pero aquí estamos, llorando aún por la 'defenestración del 1 de octubre' y "la conspiración de las élites". Llamando "golpistas", "traidores" y "vendidos a la derecha" a quienes tuvieron el coraje de decirle aquel infausto día (y anteriores, sí) que Pedro Sánchez ya no es el hombre que el PSOE necesita. Realmente, nunca lo fue.

domingo, 30 de octubre de 2016

La heroicidad de Pedro Sánchez

Publicado también en Liverdades

En ocasiones, demasiadas, tras un presunto (presuntuoso) acto de valor se esconde la más tamaña y abyecta cobardía. El problema surge cuando los ilusionados espectadores aplauden y elevan a los altares a quienes protagonizan tan impostado coraje, incapaces de adivinar siquiera el miedo atroz que ocultan esos gestos de falsa heroicidad, y las desastrosas consecuencias que de ellos devienen.

 Si Pedro Sánchez realmente fuera un héroe de la democracia, el abanderado de las bases que -hay que reconocerle el mérito- ha logrado aparentar ante gran parte de la militancia socialista y de la ciudadanía en general, el 29 de septiembre hubiese convocado el Comité Federal del PSOE del 1 de Octubre para proponer a la dirección socialista la consulta a las bases que, en realidad, él -y no otros- les negó.

Sabía que esa propuesta era irrechazable. Como sabía que obtendría un apoyo mayoritario al impostado y falsario ‘No es NO’ que, a la hora de la verdad,  no tuvo el valor de llevar a las urnas de las agrupaciones socialistas.

Ya tras las elecciones del 20 de diciembre, Pedro Sánchez careció del valor suficiente para admitir que bajo su liderazgo el partido socialista no había logrado volver a seducir a su electorado. Mucho menos impedir  el avance de Podemos. Él mejor que nadie sabe que la irrupción de la formación morada fue la llave que abrió su despacho en Ferraz tras las últimas elecciones europeas y la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba. También que esa fuerza atesora gran parte del electorado perdido por el PSOE. Pero en su ya impostada y falsaria heroicidad, Sánchez no dudó presentarse ante la militancia y el electorado socialista sacando pecho por unos vergonzantes resultados que se atrevió a calificar de ¡¡¡históricos!!! Y, a mayor inri, reclamó para su persona semejante éxito. Lo sorprendente, muy sorprendente, es la  ingente cantidad de militantes que decidieron comprar ese discurso y se sintieron orgullosos del secretario general desde aquella misma noche.

Aquellos resultados, realmente históricos –aunque por su catastrófico carácter para el socialismo español- brindaron entonces al PSOE, paradójicamente, una oportunidad única de articular una mayoría de Gobierno alternativa al Partido Popular, sustentada a la izquierda por Podemos e  Izquierda Unida y apoyada por el PNV. Una alternativa que no hubiese requerido más que la abstención de las ya beligerantes e independentistas ERC y CDC. Entonces, estas fuerzas no habían pisado aún a fondo el acelerador del denominado proceso de desconexión. Y hasta es probable que si Pedro Sánchez hubiese mostrado –entonces- el valor del que hizo gala cuando ya estaba todo perdido, tal vez nunca lo hubiesen pisado tan a fondo y se hubiese podido encauzar el innegable problema del encaje de Catalunya en el Estado Español.

En su hoy más que acreditada impostura, anunció –entonces- al Comité Federal del PSOE que iba a consultar a la militancia la que muchos creyeron sería una propuesta rupturista, de izquierdas y realmente valiente. Pero, ante el temor de que el “cordón sanitario” que separa a los denominados partidos constitucionalistas de la mayoría política catalana pesara demasiado para una militancia y una dirección que, además, aún no terminaban de ver con buenos ojos un pacto con el arrogante Pablo Iglesias, optó por levantarse cuando nadie miraba de la mesa de negociación con Podemos e IU y acordó con Albert Rivera, a escondidas, un infumable pacto de gobierno condenado al fracaso, que entregaba a Ciudadanos las decisiones en materia económica y laboral, y renunciaba a las grandes reformas comprometidas por el PSOE en su programa electoral. Y eso fue, y no lo que se podía haber esperado, lo que sometió a consulta de las bases con una estrambótica pregunta que lo mismo servía para gobernar con Rivera que con Vladimir Putin. Decepcionante y poco valeroso Sánchez, pero como todo en su corta carrera como líder, sorprendentemente audaz y aparentemente exitoso.

El pacto con Albert Rivera no incluía la derogación de la reforma laboral del PP. O de la maléfica Ley Wert. Ni de la protofascista Ley Mordaza del opusino Fernández Díaz. Siquiera una propuesta de reforma fiscal mínimamente asumible para la izquierda. En su arrogante vanidad, Sánchez cayó presa de los cantos de sirena de Rivera y llegó a creer que la mera posibilidad de acabar con el Gobierno de Rajoy sería  una propuesta que el resto de partidos “no podrían rechazar”. El resultado de su falso arrojo es, como todos sabemos, la historia de cómo Pedro Sánchez fue el primer candidato a Presidente de Gobierno rechazado por el Congreso desde la restauración de la Democracia en España. Y, como consecuencia, de cómo Pedro Sánchez “venció” él solito a las encuestas, el 26 de Junio, perdiendo cinco diputados más, pero evitando el temido sorpasso de Podemos.

Si, volviendo al políticamente luctuoso presente socialista, después del 26J Pedro Sánchez hubiese propuesto a la dirección socialista someter a la militancia su cuasi mántrico “NO es NO” a Rajoy, el Comité Federal se hubiese visto obligado a aprobar la consulta, so riesgo de rebelión de las bases. Unas bases que hubiesen apoyado, con indubitada seguridad, mantenerse en el NO a Rajoy y al Partido Popular. Y ello, indefectiblemente  -pues sostener a estas alturas que había otra alternativa es, lo digan Pablo Iglesias, Agamenón o su porquero (recuérdese que el líder podemita regaló una edición de Juan de Mairena a Rajoy), ofender la inteligencia de los votantes-, hubiese desembocado en unas elecciones en las que el héroe Pedro Sánchez, qué menos, estaría obligado a ser el candidato socialista. Hubiese defendido, de verdad, su presunta dignidad y compromiso, y hecho un auténtico alarde de heroicidad, no impostado, que las bases del PSOE habrían aplaudido. Pero estaría condenado, y lo sabía,  a una tercera y estrepitosa, histórica, derrota.

Pero no. Sánchez sabía que ganar esa apuesta al Comité Federal suponía, sin remedio, el final de su carrera política. Nada libraría al PSOE del castigo por unas terceras elecciones. Rajoy las  vencería más empoderado y con las manos libres para imponer sus políticas -solo o en compañía de la derecha neoliberalísima de Ciudadanos-. A Pedro Sánchez  no le quedaría otra salida que la dimisión como líder del PSOE y -si la honestidad formara parte de su liviano equipaje político- también como diputado.

Es por eso que Sánchez prefirió volver a disfrazar su cobardía política con la capa del falso héroe y descargar en otros sus propias responsabilidades como secretario general del  PSOE. Con gran e indiscutible habilidad, y renovada audacia, logró presentarse de nuevo como el paladín  de la “democracia participativa” y abanderado del “sentimiento de las bases socialistas”. Decidió, tras una conveniente y nada sutil filtración a la prensa, proponer a un ya reticente y alarmado Comité Federal  un inédito congreso exprés con primarias a 20 días vistas, en las que se postulaba, sin recato alguno, como una suerte de caudillo del socialismo español. Exigiendo para el PSOE, ante los micrófonos de la SER, “una sola voz que sea la de su secretario general”, ergo la suya. Y, además, abrió allí mismo su personal campaña dibujando ante la opinión pública un inexistente partido socialista dividido en dos bandos en los que él representaba, por su rechazo a Rajoy, el de los buenos, sostenido por “la voz de la militancia”. En el otro, situó socarronamente a Susana Díaz y a una inexistente derecha interna, servil a las oligarquías, al Íbex35, al antes venerado grupo Prisa y, sobre todo, a los intereses del Partido Popular.

Pedro Sánchez no es un recién llegado al PSOE. Por eso sabía a ciencia cierta que tan extravagante propuesta y descripción del partido y sus dirigentes –todos menos él mismo- era inasumible para el Comité Federal y la secular cultura organizativa del partido. Lo sabía tanto como que, ahora o después de navidades, el Partido Popular iba a gobernar este país. Por eso buscó la forma de que otros asumieran el coste de tan indiscutible realidad. No hay ninguna heroicidad en su estrategia; al contrario, ocultaba el miedo cobarde a la consulta que, él y no otros, negó a las bases para no perder la gorra de capitán del socialismo español.

Si, como ocurrió, y mejor no recrearnos en los hechos y el caótico escenario resultante, el Comité Federal rechazaba el extemporáneo congreso exprés, Sánchez tenía fácil presentarse ante las bases como una víctima de esa supuesta e inexistente oligarquía cómplice de la derecha, que le impedía representar  a la militancia frente al Partido Popular. Si el Comité aceptaba el Congreso (exprés, pero Ordinario), hubiese ido a las elecciones solo unos días después como flamante Secretario General. Dado los antecedentes de todos conocidos, le hubiese bastado sumar un mísero diputado más en las urnas para presentarse la noche electoral como el nuevo mesías del PSOE, y atrincherarse durante cuatro años en su falso liderazgo, sin rendir cuentas por su tercera derrota consecutiva en unas elecciones generales. Eso sí, al precio de dejar a España en manos de la mayoría incontestable de la derecha. También, muy probablemente, hubiese cedido el timón de la Oposición a un Podemos que nunca habría soñado con tan fácil ascenso.

Con lo que no contó Pedro Sánchez era con un Comité Federal que ya estaba escarmentado de sus desplantes, su vanidad y sus presunciones por méritos nunca obtenidos. Ni siquiera tuvo la gallardía de reconocer que sin el apoyo de Susana Díaz jamás hubiera sido secretario general siendo prácticamente, como era, un desconocido para las bases del PSOE. Como tampoco la tuvo de admitir, ni tras el 20 D ni tras el 26J, que el PSOE estaba sumido en una profunda crisis de credibilidad y liderazgo cristalizada en los más de setenta diputados de Podemos e IU.

El resto es el triste, violento y vergonzante final de un falso líder que deja como legado al socialismo español fracturado, a la militancia dividida y enfrentada como no se recordaba desde los tiempos de Prieto, Largo y Besteiro, y al PSOE forzado a una abstención sin contrapartidas para evitar unas elecciones irremisiblemente letales para el partido.

Pedro Sánchez nunca fue un héroe. Ni siquiera fue un líder. Su historia en todo un tratado de la cobardía política enmascarada en el entorno 2.0. Lo sorprendente y digno de estudio es cómo ha logrado embaucar a tanta buena gente.

ACTUALIZACIÓN: Pedro Sánchez Pérez-Castejón renunció ayer a su acta parlamentaria porque, según sus propias palabras, un diputado socialista no puede votar contra una resolución y mandato expreso del Comité Federal. Es un acto de coherencia, y le honra. Ha anunciado que se echa a la carretera para intentar recuperar el liderazgo del Partido, y la hecho cargando contra el Comité Federal y los que no comparten su, al parecer, única realidad. ¿Es el suyo el currículo político que el PSOE necesita?

viernes, 28 de octubre de 2016

Margarita Robles, liderar la Oposición y defender el programa electoral del PSOE

 En esta absurda batalla entre presuntos traidores y defensores de las esencias socialistas, vino ayer a “sentar cátedra” la magistrada (o jueza, sinceramente, nunca he sabido bien si son la misma cosa o qué diferencia una de la otra) Margarita Robles, quien fue “encajada”, por cierto, por decisión personal de Pedro Sánchez y sin consulta a la militancia -que ya había designado democráticamente a sus candidatos-, como número dos “independiente” en la lista por Madrid del PSOE de las pasadas elecciones generales.
Robles vino a decir que pensaba hacer caso omiso del mandato del Comité Federal que ordena al Grupo Parlamentario abstenerse en la segunda votación de investidura de Mariano Rajoy, porque no estaba dispuesta a “incumplir el programa electoral del PSOE”.
Repasando dicho programa, cabe observar que el mismo es un documento que plantea, muy detalladamente, los objetivos a desarrollar por el Partido Socialista si los electores hubieran decidido otorgarle la mayoría para formar Gobierno. En ninguna de sus páginas se explica qué postura debería adoptar el PSOE si no obtenía la confianza del electorado. Y mucho menos se contemplaba ningún compromiso de no aceptar el resultado de las elecciones. Y, aún mucho menos, bloquear la gobernabilidad del país. Luego Margarita Robles alude a algo que el programa electoral del PSOE no dice. Miente cuando afirma que votar no es un compromiso electoral, o miente cuando asegura conocer el programa bajo cuyas siglas concurrió a las elecciones.
Lo cierto es que el PSOE no ha renunciado a su programa electoral, y ayer mismo lo defendió en el debate de investidura proponiendo al Congreso una serie de medidas que la actual composición del Hemiciclo permite poner en práctica, si se alcanza el consenso necesario con el resto de fuerzas políticas.
En concreto, el portavoz socialista Antonio Hernando propuso a la Cámara las siguientes medidas, todas ellas contempladas en el programa electoral del PSOE:
· Crear un ingreso mínimo vital para las familias sin recursos.
· Suprimir las reválidas e impulsar un Pacto de Estado por la Educación que derogue la LOMCE.
· Reconocer el derecho efectivo al subsidio por desempleo a los trabajadores maduros con cargas familiares y a los parados de larga duración mayores de 52 años.
· Reducir el IVA cultural.
· Suprimir el copago farmacéutico a pensionistas y enfermos crónicos.
· Aprobar una ley de igualdad salarial de mujeres y hombres que también reconozca a todas las trabajadoras, en el momento de su jubilación, un bonus de dos años de cotización por cada hijo.
· Impulsar un gran Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
· Aprobar un permiso de paternidad, como derecho autónomo, intransferible y de igual duración que el de maternidad.
· Aprobar una Ley de igualdad de trato y no discriminación y una Ley de muerte digna.
· Prohibir los indultos para delitos relacionados con la corrupción.
· Crear una Comisión de investigación sobre la financiación irregular del PP y poner en marcha la comisión de investigación sobre el uso partidista del Ministerio del Interior.
· Derogar las normas restrictivas de derechos y libertades públicas contempladas en la conocida como Ley Mordaza.
· Garantizar la independencia y la neutralidad de RTVE y de la Agencia EFE, y la viabilidad y la calidad de esos servicios públicos.
· Reformar el sistema de nombramientos para los órganos constitucionales y los organismos reguladores, para evitar su condicionamiento por los partidos políticos y garantizar su neutralidad.

Junto a estas iniciativas, y conforme a lo acordado por el Comité Federal del PSOE, el portavoz anunció que el Grupo Parlamentario Socialista promoverá e instará el inicio inmediato de una fase de diálogo social para la aprobación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores y la derogación de la Reforma Laboral. El portavoz socialista concretó que ese diálogo social tiene que empezar por dos cosas: una subida del Salario Mínimo y el reequilibrio del peso de las partes en la negociación colectiva, absolutamente fundamental porque el PP voló por los aires la negociación colectiva durante la Reforma Laboral.

La labor de oposición, defendió también el portavoz, no impedirá al PSOE buscar acuerdos en las iniciativas que el Gobierno presente, ni ofrecer consensos en políticas de Estado ni colaborar para el mejor cumplimiento de los compromisos que el Gobierno haya asumido en nombre de España y que vinculan a todos los españoles. Eso sí, buscando el reparto de su coste para que no castigue a los mismos de siempre, a los perdedores de la crisis, a los que ya han sufrido los embates de esta crisis, a las clases medias y a los empobrecidos trabajadores.

También comprometió el empeño de los diputados y diputadas socialistas, prioritariamente, en tres objetivos.

El primero, revitalizar el Pacto de Toledo para asegurar tanto la estabilidad financiera del Sistema de Seguridad Social, como para garantizar el poder adquisitivo de las pensiones en unos años en los que hay un crecimiento efectivo, mediante un sistema de reparto y solidaridad y, por lo tanto, mediante un sistema de transferencia de rentas entre generaciones.

Segundo, la creación de una subcomisión parlamentaria para afrontar los serios desafíos presentes en la vertebración territorial de España, en particular con el objetivo de recuperar la normalidad institucional con Cataluña. El Grupo Parlamentario apostará, ante la gravedad de la situación actual, por construir en el marco constitucional un modelo sincero de reconocimiento y lealtades mutuas dentro de una nación con diversos sentimientos de pertenencia.

Tercer objetivo. La adopción de las medidas necesarias para asegurar que nunca más las dificultades para la investidura de un nuevo Presidente del Gobierno deban resolverse mediante la repetición de elecciones. Para ello, el PSOE propondrá en el Congreso de forma inmediata una reforma del artículo 99 de la Constitución que, manteniendo el papel del Jefe del Estado y el sistema de elección parlamentaria, acote temporalmente el proceso de investidura e introduzca mecanismos para asegurar la elección por mayoría del Presidente del Gobierno.

Todo lo anterior son compromisos adquiridos por el PSOE en su programa electoral. No lo es bloquear la gobernabilidad de España, o no reconocer el resultado de las elecciones. La actual distribución de escaños en el Parlamento hace posible conseguir todos y cada uno de esos objetivos. Dependerá de la voluntad del resto de fuerzas políticas que puedan ser realidad.

Lo que es seguro es que la repetición de las elecciones alejaría esa posibilidad. Margarita Robles, y con ella los que defienden bloquear la investidura votando no aludiendo a un inexistente compromiso del programa electoral, deberían reflexionar sobre lo que el PSOE puede lograr para los españoles en esta Legislatura. De momento, parece que no lo están haciendo.


Más bien parece que algunos estén planteando el no como una estrategia que no piensa en los españoles y sí, y mucho, en el futuro político de quienes están promoviendo la quiebra de la unidad de acción del Grupo Parlamentario, desobedeciendo el mandato expreso, decido por mayoría, del Comité Federal. Un órgano que conviene recordar que es elegido democráticamente, representa a toda la militancia socialista y es el máximo órgano del Gobierno del PSOE.