Seamos claros. Cuando el líder de Podemos, Pablo Iglesias,
dice que sus cargos electos renuncian a parte de sus sueldos está mintiendo. Incurre
en la demagógica estrategia de hacer creer al ciudadano que su renuncia
supondrá un ahorro o una merma del gasto público. No es lo mismo “renunciar”
que gastar en buenas obras, que, es, en el mejor de los casos, los que realmente
hacen los parlamentarios podemitas. Con
lo que criticaban estos chicos eso de la neolengua.
Sus señorías del arco morado de las Cortes van a recibir exactamente
el mismo dinero público de los Presupuestos Generales del Estado que el resto
de parlamentarios. Que voluntariamente hayan decidido destinar parte de ese
dinero, por elevada que sea, a obras sociales, como el Proyecto Impulsa (promovido
y gestionados por Podemos), a sostener los gastos de su partido, a financiar la
producción de La Tuerka, o a lo que buenamente quieran, no supone de hecho una “renuncia”.
Renunciar sería no coger ese dinero y que este permaneciera en las arcas
públicas. Lo otro es solo gastar, voluntariamente, el dinero propio en lo que cada
uno decide. Y es cada uno hace con su dinero lo que quiere.
Argumentan los de Podemos que en algunos ayuntamientos y
parlamentos se han rechazado sus propuestas para bajar el sueldo de los cargos
electos. Bien, pues siempre tendrán la oportunidad de reingresar la parte de
sus sueldos a la que dicen renunciar
de nuevo a las arcas públicas. Las ventanillas de Hacienda, que “somos todos”,
estarán encantadas de aceptar la devolución de ese dinero a la ciudadanía y,
que yo sepa, ninguna ley o reglamento lo impide. Pero mientras cada uno de
ellos recibe cada mes su nómina íntegra y esta deja de estar en la caja pública
y común de todos los españoles, no hay ninguna renuncia.
En aras de no confundir, intencionadamente (que sería
mentir) o no, los cargos de Podemos siempre podrán presumir de “destinar”, “gastar”
o “reinvertir” su propio dinero en buenas obras. Pero nunca de “renunciar”.
En todo caso -y, sinceramente, me parece una memez- la única
renuncia real estará en que no hagan uso de los 3.000 euros de la tarjeta para
taxis o que no acepten que se instale en sus domicilios una línea de ADSL para
que puedan trabajar en casa. Yo desde luego, no veo nada malo en que el Estado
cargue con los gastos de nuestros representantes en el ejercicio de su
actividad. Me parece una burda muestra de populismo demagógico.
Por si alguien no lo sabe, también los diputados y
concejales de otros partidos, del PSOE e IU, especialmente, destinan desde
siempre gran parte de sus sueldos al sostenimiento de sus partidos, fundaciones
y otras asociaciones, estando esto también regulado en sus normativas internas.
Pero jamás he escuchado a estos la impostura de afirmar que “renuncian” a sus
sueldos.
Ayer mismo, los
concejales del PSOE en el Ayuntamiento de Oviedo renunciaron, de verdad, a
recibir de las arcas públicas la asignación que les corresponde como grupo
municipal y devolvieron a la Hacienda municipal 68.000 euros. ¿Estarán
dispuestos los diputados de Podemos a renunciar al dinero que van a recibir si
finalmente constituyen cuatro grupos parlamentarios en el Congreso en vez de
uno solo? Seré, en ese caso, el primero en quitarme el sombrero (siempre llevo
sombrero) y decir “así sí”.
Mientras tanto, que no me mientan ni se signifiquen
como ejemplo de lo que no son.