Soy partidario de un gobierno de izquierdas, liderado por el
PSOE (no necesariamente por Pedro Sánchez
Pérez-Castejón), apoyado por Podemos y por Unidad Popular. Y
estoy absolutamente en contra de cualquier tipo de pacto, por activa o por
pasiva, que permita que el Partido
Popular, con Mariano Rajoy
Brey o con cualquiera otro de sus miembros al frente, siga gobernando este
país. Creo que es lo que las urnas han pedido a los partidos políticos.
Esto no quita que no me gusten las formas, la arrogancia y
el desdén con el que los miembros de Podemos miran al resto del arco
parlamentario. Incluso a sus propios militantes y votantes. No me gusta esa
premisa de que solo hay verdad si el podemismo forma parte de ella, o de que
‘el pueblo’ solo lo es con ellos. Que todo aquello que no cuente con su
concurso no está libre de sospechas.
La propuesta de pacto de Pablo Iglesias,
manifestada en la ostentosa rueda de prensa del viernes 22 de enero y en su
pomposo artículo en El País del domingo 24 no me disgusta (otra cosa es el
reparto de carteras puesto encima de la mesa, que prefiero ni comentar), pero
es conveniente ir siempre con la verdad por delante. Podemos se lleva las manos
a la cabeza por los acuerdos que mayoritariamente han relegado a sus diputados
en la Mesa del Congreso o en la distribución de escaños, pero es el mismo
Podemos que, por ejemplo, calló y consintió que se excluyera a Unidad
Popular-Izquierda Unida del debate entre los líderes de los principales
partidos y ahora no duda contar los votos los de Alberto Garzón
Espinosa como propios, o que ha impedido con sus votos que se aprueben
presupuestos claramente progresistas en comunidades como Asturias.
Pablo Iglesias reclama un pacto de progreso que “lidere los
cambios constitucionales que demandan los ciudadanos”, pero sabe, sin duda, que
al menos en esta legislatura, que será muy corta, no va ser posible abordar
dichos cambios, porque no hay ninguna opción de conformar las mayorías
parlamentarias que exigen dichos cambios. También compromete “nuevas fórmulas
de encaje territorial” que sabe detenidamente imposibles por la capacidad de
bloqueo que mantiene el Partido Popular en el Congreso y, sobre todo, en el
Senado. Llegado el momento de abordar dichas reformas y fórmulas, ¿a quién
pretende endosar Podemos el fracaso?
Una mayoría de izquierdas debe abordar, de forma urgente, y
en eso no puedo estar más de acuerdo, el lamentable estado de emergencia social
en el que el Partido Popular ha sumido a nuestro país y nos ha condenado a
todos los españoles. En eso podemos y debemos estar todos de acuerdo. Derogar
las maléficas y malintencionadas leyes del PP durante la nefasta legislatura
anterior es posible, sin duda. Otras promesas me temo que tendrán que esperar a
que la ciudadanía decida otorgar a la izquierda una confianza mayor que la
actual. Y ocultar esa realidad no es un buen punto de partida para ningún
acuerdo .