Este domingo nos ha dejado tres sondeos de opinión en tres
medios de comunicación diferentes. El antaño “diario independiente del mañana”,
lo que queda de El Mundo y la nueva
aventura digital de Pedro J. Ramírez, nuestro eterno aspirante a Randolph Hearst
latino, coinciden más o menos en sus estudios demoscópicos. A saber.
A pesar de las evidencias de su corrupto entramado interno, el
Partido Popular ya tocó su suelo electoral el 20 de diciembre, cuando perdió
hasta 63 diputados y una cómoda mayoría absoluta en el Congreso de los
Diputados que, a pesar de todo, fue capaz de mantener en el Senado.
Por su parte, el PSOE liderado por Pedro Sánchez se muestra
incapaz de levantar cabeza tras haber cosechado el peor resultado de su
historia y haber cedido una importante porción de su apoyo ciudadano a Podemos
y a las nuevas fuerzas emergentes, que han sabido recoger el guante del
discurso socialista original tras la recuperación de la Democracia. Aún así, estos
no logran mantener los resultados del 20D y pierden fuerza cediendo hasta 20
diputados.
Ciudadanos, la nueva derecha capitaneada por Albert Rivera,
se consolida como posible tercera fuerza política y podría sumar hasta 12 nuevos
escaños en el Congreso.
Por último la Unidad Popular de Alberto Garzón recupera
fuerzas y se presenta como la única opción de izquierdas que gana simpatizantes
tras más de cien días sin Gobierno.
En cuanto a los nacionalistas y regionalistas, no se
aprecian cambios considerables y siguen manteniendo sus apoyos habituales.
Mientras se conocen estos datos, continúa encima de la mesa la
cierta posibilidad de que no se consiga un pacto de Gobierno que conforme una
mayoría estable para desalojar a Mariano Rajoy y al PP de La Moncloa. El empeño
de Pedro Sánchez en explorar la llamada vía
199 parece un camino de imposible recorrido, en tanto que las exigencias de
Ciudadanos, el socio imprescindible (?) escogido por Pedro Sánchez, parecen a
todas luces incompatibles con las aspiraciones de buscar coincidencias, que las
hay, y muchas, entre los programas electorales de PSOE y Podemos. Un pacto que
no excluya a Ciudadanos, supone una importante renuncia de ambos partidos de
izquierda en temas fundamentales como la derogación total de la Reforma Laboral
del PP, la -a todas luces- antidemocrática Ley Mordaza o la perversa Ley Wert
que transforma el Derecho a la Educación casi en una gracia gubernamental,
entre otras. En esta tesitura, cabe suponer que el pacto a tres que busca Pedro
Sánchez se presenta como imposible, y que el único camino que evitaría la convocatoria
de nuevas elecciones sería el otro tripartido, el deseado por la derecha de
Albert Rivera con la aquiescencia del Partido Popular. El suicidio del Partido
Socialista que cualquiera podría pensar que es el verdadero objetivo del joven
nuevo líder.
El problema es que los sondeos indican que unas nuevas elecciones,
en el momento actual, supondría un claro castigo de los votantes al PSOE y a
Podemos. A los primeros porque cualquier resultado que no mejore el cosechado
en diciembre sigue siendo una penalización del electorado socialista
tradicional. A los segundos porque las formas empleadas para buscar el pacto han
venido sobradas de soberbia y prepotencia y poca voluntad de alcanzar un
acuerdo. En consecuencia, el escenario de nuevas elecciones es el ideal tanto para
el Partido Popular como para Ciudadanos, que con las nuevas mayorías que
anuncian las encuestas conocidas este domingo lograrían los escaños suficientes
para conformar Gobierno, y forzarían una crisis tanto en el PSOE como en
Podemos que lastraría la labor de Oposición que les habrá de corresponder si se
confirman los pronósticos.
En este escenario, y como ya he defendido en otras
ocasiones, Pedro Sánchez debería reconsiderar un acuerdo con la nueva derecha
naranja que no proporciona ningún beneficio al PSOE y no garantiza los cambios
políticos que los votantes de izquierda, una clara mayoría ciudadana, están demandando
tras demasiados años de abuso de la derecha y los poderes económicos en nombre
de una crisis económica que ellos mismos provocaron y han tenido la suerte de
gestionar a su favor.
Solo un pacto con Podemos que sumara el concurso de
Izquierda Unida, contara con el apoyo del PNV (que ya ha dicho que estaría
dispuesto) y la abstención de los nacionalistas e independentistas podría cambiar la percepción del electorado
sobre la necesaria voluntad de dar un giro radical a las políticas de derecha,
tomando como referencia, por ejemplo, el modelo portugués. Sería un pacto de
corta duración -ningún Ejecutivo puede aguantar cuatro años con unas Cortes
como las actuales-, pero con capacidad para derogar las peores reformas del
Partido Popular y diseñar un nuevo modelo de Gobierno para la ciudadanía que en
pocos meses genere un legado con el que concurrir a nuevas elecciones. El nuevo
Gobierno podrá disolver las Cortes exhibiendo el bloqueo de la derecha a cualquier
intento de reforma para favorecer a los ciudadanos, y legitimado para pedir una
nueva mayoría electoral que lo impida.
Sin embargo, cerrarse en banda en el acuerdo con Ciudadanos para
satisfacer no se sabe qué intereses ni de quién (aunque se intuye) solo puede
desembocar, como digo, en un suicidio político para el PSOE y –también- para
Podemos, y en un triunfo de las derechas azul y naranja que concurrirían a las
urnas con el impagable aval del fracaso de la izquierda para articular un
proyecto político alternativo.
Quedan 20 días para tomar una decisión. La pelota del posible
cambio, está, sobre todo, en el tejado de Pedro Sánchez y el PSOE. También en
el de Pablo Iglesias y Podemos, qué duda cabe. Pero sobre todo en el primero.