Si algo ha caracterizado
al Partido Socialista a lo largo de su más que centenaria historia, es la pluralidad
de opiniones que han manifestado sus militantes y dirigentes sobre la mejor
forma de abordar cada presente político. Una pluralidad que en ocasiones se
mostró agria y enfrentada, y en otras proclive al consenso. No hay nada
extraordinario, es la historia del PSOE. Y no existe en España otro partido -si
acaso el PNV- que arroje un saldo tan positivo en cuanto a sus propias
diferencias y consensos y cómo estos han beneficiado a la sociedad en general,
y a los trabajadores y clases más desfavorecidas en particular.
Es exactamente esa pluralidad la que se puso de manifiesto
tras la humillante derrota del 26J, la segunda en unas elecciones generales en menos de un año. Del
desastroso resultado obtenido en la urnas surgieron en el Partido voces que
apostaban por reconocer que el pueblo español había decidido que el PSOE no
volviera -aún- al Gobierno, y quienes querían interpretar que, en realidad, los
españoles habían llamado a resucitar una suerte de Frente Popular que impidiera
al PP, claro ganador de los comicios, seguir dirigiendo el
Ejecutivo. Pluralidad de opiniones en el seno de un partido democrático acostumbrado
a albergar en su seno diferencias.
Sin embargo, fue
el propio Pedro Sánchez quien decidió acabar con lo que, en una más que desafortunada
expresión, definió como bandos, y poner fin a la pluralidad interna del PSOE.
Lo hizo con claridad meridiana el 27 de septiembre ante los micrófonos del Hoy
por Hoy de la Cadena Ser, cuando anunció que no consultaría a la militancia qué
decisión debía tomar el Partido ante la investidura de Rajoy, que no estaba dispuesto a que se le "impusieran" decisiones y que pretendía
convocar un congreso exprés que le ratificara como secretario general para poder tomarlas libremente. Lo describió muy gráficamente cuando reclamó un PSOE “con
una sola voz que sea la de su secretario general”. Escuchen sus propias
palabras:
La consecuencia fue
un acto de impecable democracia, expresada a través de la dimisión de 17 miembros
de una Ejecutiva que no estaban dispuestos a seguir a un líder que pretendía
erigirse en caudillo del socialismo español. Como impecablemente democrática
fue la decisión del Comité Federal que frenó sus extemporáneas intenciones el
aciago 1 de octubre, y que devino su dimisión como máximo dirigente del PSOE.
Sin embargo, al
albur de frases cortas, acusaciones de grueso calado y burda manipulación de
sentimientos, Pedro Sánchez y sus acólitos -el menguante sancherío- han conseguido institucionalizar falsos conceptos como golpe de estado, robar la voz de la militancia, o dictadura de los barones. Como si los líderes territoriales del
partido o los miembros del Comité Federal no fueran cargos democráticamente
elegidos, o sus votos y opiniones carecieran de legitimidad.
Curioso, porque
precisamente lo que Pedro Sánchez acababa de proponer era un plebiscito para
que la militancia y sus representantes callaran para siempre, y que la única
voz autorizada para expresar y tomar decisiones fuera la suya.
Sorprende por ello la aparición de plataformas que reclaman una democracia
interna que nunca ha faltado, y que señalan a Pedro Sánchez como “la voz de la
militancia”. El mandato interino de Sánchez al frente del PSOE, pues hay que
recordar que fue elegido en un Congreso Extraordinario sin proyecto político,
estuvo protagonizado, además de por una sonada secuencia de vergonzantes derrotas electorales, por el acoso y la persecución del disidente, los
expedientes disciplinarios, la destitución fulminante de direcciones elegidas
democráticamente por la militancia, y su sustitución por gestoras a lo largo y
ancho de todo el país (hasta 93 había cuando dimitió).
Es decir, son
abanderados de una pluralidad que sólo estuvo en peligro dentro de los planes
de Pedro Sánchez. Pero no pasa un solo día sin que inunden las redes sociales y medios de comunicación de
falsas acusaciones y dudas sobre la legitimidad de los órganos de gobierno y dirección
del PSOE. Desconocen la propia historia del Partido Socialista Obrero Español. Pero
es mucho peor que mientras acusan, insultan y descalifican a todos los que no opinan como ellos, ignoren el pasado inmediato y reclamen el liderazgo para
quien quiso acabar con todo lo que dicen defender.
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