lunes, 5 de diciembre de 2016

Guerra: “Los populistas no quieren que haya ricos, y los socialistas lo que queremos es que no haya pobres”




Publicado en El Socialista Digital

Alfonso Guerra, presidente de la Fundación Pablo Iglesias ex número dos del PSOE entre 1979 y 1997 y diputado en el Congreso desde 1977 hasta 2015, ofreció ayer en Gijón lo que en el mundo académico se define como una “lección magistral” sobre la historia, el pasado reciente y, también, el futuro del socialismo español. Guerra advirtió contra el desánimo en las bases socialistas y describió, con crudeza pero sin pesimismo, una situación política en la que impera el populismo fácil alimentado interesadamente desde las cadenas de televisión, y en la que los socialistas están llamados a “cambiar de estrategia” ante la nueva realidad socioeconómica sin perder de vista los principios sobre los que nació el PSOE hace 137 años, especialmente, dijo, “en aquellos centrados en la libertad y la igualdad”.
Alfonso Guerra nunca defrauda, y ayer volvió a demostrarlo ante el auditorio asturiano que contó con él como plato fuerte en un almuerzo celebrado en Gijón para celebrar el 125 aniversario de la agrupación de esa localidad.
Guerra, que comenzó su disertación sobre la historia, el pasado, el presente y el futuro del socialismo, recordando cómo relató el histórico periódico El Socialista, el nacimiento de la agrupación gijonesa, y lo hizo, con un ejemplar del mismo bajo el brazo, advirtió de la necesidad que, como los asistentes al acto, tienen los socialistas de “escuchar sin prejuicios y emitir palabras sinceras”, frente al discurso de algunas nuevas fuerzas políticas a las que describió, con ese humor socarrón que siempre le ha caracterizado, como sietemesinos comparados con el más que centenario Partido Socialista.
Así, el presidente de la Fundación que lleva el nombre del fundador del PSOE, recordó que a finales del siglo XIX, España vivía con unos contrastes sociales tremendos, muchos más graves que los que hoy se viven, de injusticias insoportables, y que “la vida de los campesinos era infrahumana, pues trabajaban de sol a sol” -lo que describió como unos de los primeros logros sindicales, porque antes trabajaban “de luz a luz, que era mucho peor, “malvivían en infraviviendas sin condiciones de habitabilidad, carecían de prestaciones sociales, y no había participación en la vida política para los trabajadores y los campesinos”. “Fue en ese contexto”, recordó Guerra, “que Pablo Iglesias y un grupo de compañeros fundaron el PSOE hace 137 años”, y desde entonces, “la sociedad española y el partido socialista han caminado en una trayectoria paralela”.
También recordó que, precisamente mañana [por hoy, 5 de diciembre], “se cumplen 40 años del XXVII congreso de nuestro partido, al que asistieron líderes como Willy Brandt y el asesinado Olof Palme, y que fue entonces cuando el PSOE inauguró la que llamó “una técnica de conquista de parcelas de libertad” que, en la práctica, supuso el “inicio real de la Transición”. Guerra destacó de esa etapa la disposición del PSOE a colaborar en la “construcción de una sociedad libre y democrática”, cuyo mayor exponente sería la Constitución Española de 1978, “que da lugar a una etapa de libertad y prosperidad desconocida en nuestra historia”, y que el veterano dirigente lamentó ver cómo hay quien ahora “dispara contra esa operación en la que el PSOE fue gran protagonista”.
En este sentido, Alfonso Guerra cargó contra quienes aseguran que “no les gusta aquel paso de la dictadura a la democracia y hablan de una segunda transición”, por lo que se preguntó que si aquella tras la muerte de Franco fue un tránsito de la dictadura a la democracia, “adónde quieren llevarnos”, para concluir que, “posiblemente, a un nuevo régimen con más similitudes al anterior que al actual”.
El ex diputado por Sevilla desde la I Legislatura hasta 2015, recordó también el importante paso del PSOE por la gestión municipal desde los primeros años de la democracia, lo que para él fue la clave para llegar al triunfo de las elecciones de 1982, cuando el partido sentó a 202 diputados en la Carrera de San Jerónimo e inició la que describió como la “transformación total de España” y la era “de las grandes universalizaciones”, como la sanidad, la educación o el sistema de pensiones. Guerra recordó también que durante el paréntesis de 1996 a 2004, el Partido Popular se dedicó hacer justamente lo contrario, y que hubo que esperar a que llegara de nuevo el PSOE al Gobierno para que los españoles volvieran a avanzar en derechos y libertades.
“LA MODERNIZACIÓN NO PUEDE HACERSE DESDE EL ADANISMO POLÍTICO”
Un resumen necesario el esbozado por Alfonso Guerra, “para saber qué ha pasado en España y qué debemos conocer, porque las respuestas que nosotros demos van ser muy importantes para las nuevas generaciones”. Por ello, reclamó de los militantes y dirigentes socialistas “mirar hacia fuera, y no ensimismarse mirando hacia dentro”. Porque, según advirtió al auditorio de medio millar de socialistas gijonenses, “somos herederos y estamos al final de una larguísima fila”. “Las tareas de modernización”, aseguró, “no pueden hacerse desde el adanismo, pensando que todo es nuevo”.
“El mundo ha cambiado mucho”, reconoció, recordando que, por ejemplo, en 1945 el movimiento obrero conquistó el derecho a las prestaciones sociales “como contraprestación al derecho empresarial a los beneficios”, momento en el que situó el nacimiento del Estado del Bienestar. Sin embargo, Guerra recordó que ya en 1972, con la primera crisis del petróleo, comenzaron a cuestionarse las prestaciones sociales, y que cuando se hundió la URSS, “lo que llamaron el fin de la historia”, algunos creyeron que ya no era necesaria más lucha por el triunfo del capitalismo liberal, y que todo serían democracias pujantes; que los que venían del comunismo se transformarían en países muy desarrollados y muy justos, pero que la realidad demostró lo falso de tal argumento al darse de bruces con la guerra étnica de la extinta Yugoslavia, demostrando que no estaba tan claro que fuera tal “el fin de la historia”.
Asimismo, Guerra constató que la revolución tecnológica o la globalización de la economía parecieron algo muy bueno para el desarrollo de las naciones, y admitió que “lo habrá sido para incrementar los comercios, y el intercambio de valores, pero no lo para la Igualdad, sino que lo que ha crecido es la desigualdad”. “En cuanto el capitalismo se ha vuelto financiero”, dijo, “ya no quiere saber de las condiciones de los trabajadores”.
“Y ante esto”, se preguntó, “¿qué tenemos que hacer los socialistas? ¿Cambiar nuestras propuestas?”. Para Guerra, “en parte sí y en parte no”, y recordó las palabras de John Maynard Keynes, “ese gran economista al que siempre acudimos los socialistas”, quien dijo que “cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Y usted qué hace?”.
CAMBIAR LA ESTRATEGIA SIN PERDER DE VISTA LOS PRINCIPIOS EN UN CONTEXTO “AHÍTO DE INFORMACIÓN Y AYUNO DE CONOCMIENTOS”
“El socialismo tiene que cambiar en cuanto a la estrategia a seguir, pero no en cuanto a los principios a defender, sobre todos en aquellos centrados en la libertad y la igualdad”, respondió Guerra. “Parece que la socialdemocracia europea no se ha percatado de esto, pero se confió en que la revolución tecnológica crearía muchos puestos de trabajo, y no ha sido así. Por eso”, aventuró, “la tendencia será a la reducción y al reparto del tiempo de trabajo. Iremos a cuatro días de trabajo a la semana porque eso facilitará extender el empleo a muchos otros”.
El presidente de la Fundación Pablo Iglesias llamó también la atención sobre el hecho de que “ha cambiado el enemigo”. Mientras en el XIX era “el empresario explotador, ya no es así, pues ahora son los grandes grupos financieros internacionales”. Si entonces “la religión era el opio del pueblo, ahora es la información”, advirtió.
“Estamos ahítos de información y ayunos de conocimiento”, una realidad en la que Guerra sitúa el triunfo de los populismos, “variados en cuanto a su origen, pero poco variados ideológicamente”. Por ejemplo, dijo, “hay populismo en aquellos gobiernos o partidos que quieren gobernar atendiendo a las encuestas, que dan respuesta a sectores de la sociedad, pero no la Sociedad”.
Para diferenciar entre el populismo y el socialismo, Guerra definió una regla que permite hacer una clara distinción: “los populistas no quieren que haya ricos, y los socialistas lo que queremos es que no haya pobres”. La aparición de la que definió como la izquierda regresiva, “que se pone etiqueta de izquierda pero es totalmente regresiva frente a la izquierda progresista, los populismos, la xenofobia, los autócratas…”, sitúan el socialismo en un plano muy complicado, aseguró. Pero “debemos dejar de lamentarlos y construir un mundo mejor. Combatir por la libertad y la justicia social, contra la corrupción y hacer que Europa sea eficaz”.
En un panorama internacional en el que EEUU elige presidente a un personaje como Donald Trump, en el que otro como Putin gobierna en Rusia, y en el que no es descartable que Francia caiga en manos de la ultraderechista Marie Le Pen, Guerra considera necesario recordar que “creímos aquello de que Hitler o Mussolini no volverían, pero vuelven”, advirtió. “Y tenemos que luchar contra eso. Y hacerlo con esperanza y con entusiasmo”.
ACTUAR CON LA RAZÓN Y NO CON LA EMOCIÓN
“La izquierda se preocupa mucho tener modelos”, afirmo Guerra, “pero lo importante es tener un proyecto para la nación” reclamó. Por ello aseguró que no hay que tener miedo a hablar con todos. “Cuando uno tiene convicciones no teme entrar en la gruta del dragón”, afirmó, “por eso siempre hemos mantenido los principios negociando con unos y con otros”. En este sentido, recordó que Largo Caballero negoció “hasta con la dictadura de Primo de Rivera”, o que la colaboración con los partidos republicanos, “que eran los partidos burgueses”, en lo que se llamó el bienio rojo, no logró “una república de clases, sino de colaboración de clases”. Y que tras el bienio negro de gobierno de las derechas en la Segunda República, surgió el Frente Popular en el que el PSOE negoció con anarquistas y comunistas. Guerra equiparó aquellos acuerdos con los logrados en la Transición, cuando el PSOE, “en beneficio de la democracia y de la libertad de todos”, negoció con los que procedían de la dictadura, y recordó que el venerado Adolfo Suárez había sido Secretario general del Movimiento, “pero que los socialistas vimos la necesidad de negociar, porque siempre hay que hacerlo preservando los principios y favoreciendo a la población más necesitada”. Oponerse a todo, advirtió, “es actuar con la emoción y no con la razón y, aunque los sentimientos son muy importantes en la vida de las personas, a la hora de negociar lo que tiene que primar en la razón”.
Recuerdos de momentos históricos que tuvieron como protagonista esencial al Partido Socialista y que sirvieron a Alfonso Aguerra para enlazar con la situación actual en España. “Ahora se hace Oposición, que es controlar al Gobierno”, afirmó, “pero también es acordar”. Y puso como ejemplos que solo en los últimos días, se ha logrado una importante subida del 8 % en el Salario Mínimo Interprofesional, se ha paralizado la LOMCE y se han puesto las bases para un gran pacto por la Educación. Se ha comenzado a enterrar la ley mordaza, y se ha logrado que el Gobierno aumente su previsión sobre el techo de gasto. “Eso es también hacer Oposición”, aseguró el veterano ex diputado sevillano.
LOS RETOS DEL PSOE ANTE LOS NUEVOS PARTIDOS “SUPREMACISTAS”
Para seguir en esa senda de logros para todos, Guerra aseguró que “el PSOE tiene que fundamentar su trabajo en la democracia y en la disciplina democrática”, y rechazó, sin querer citar a nadie, aunque en la sala nadie tuvo dudas de a quiénes se refería, a los que “exigen votarlo todo, pero si no sale lo que ellos quieren, entonces el voto no vale y no se respeta”.
A este respecto, el ex número dos socialista lamentó que se haya “perdido el sentido de la responsabilidad y que la gente vote emocionalmente, pero sin mirar las consecuencias”, por lo que aseguró que en eso, los socialistas tienen que ser muy combativos. “Los problemas no desaparecen por ignorarlos. Si los partidos nuevos son autócratas y encierran un peligro para la democracia, no podemos ignorarlos, hay que combatirlos”. Guerra aseguró que quien actúa con una “superioridad moral, los supremacistas, son partidos contra el sistema democrático”.
Por ejemplo, lamentó que los medios de comunicación no reflexionaran tras las recientes elecciones en Euskadi sobre el hecho de que EH Bildu haya doblado en diputados tanto al PP como al PSE-EE, sobre todo teniendo en cuenta que durante muchos años estos partidos “pusieron los muertos y los otros pusieron a los asesinos”. “¿Cómo es posible que la sociedad vasca haya dado el doble de diputados a los que mataban que a los que fueron asesinados?” Guerra consideró “impresionante” la ausencia de comentarios en los medios a este respecto y concluyó que “algo tiene de enfermedad esta sociedad que legitima esto”.
De igual forma se quejó de que “los rufianes” puedan permitirse el lujo de acusar al PSOE de ser “socialtraidores” sin que se generara un movimiento unánime de condena a semejantes palabras dentro del PSOE. “Debemos un respeto a quienes crearon el partido”, reclamó Guerra, quien pidió “rebelarse contra los rufianes de la política”, sobre todo porque “el que actúa como un matón en un set de televisión parece tener seguro un puesto en el Congreso, y el que actúa como un matón en el Congreso tiene enseguida a un set de televisión para él”. Sobre esto, preguntó cómo se entiende que “dos cadenas de TV estén al servicio de Unidos Podemos y de los rufianes”. Y él mismo contestó que hay un acuerdo de la derecha para que esto sea así, porque estos partidos y esos dirigentes “son la garantía de que gobierne la derecha”. Siempre que se divide a la izquierda, gobierna la derecha”, remachó.
LOS NACIONALISMOS DESTRUYEN NACIONES Y LOS POPULISTAS LEVANTAN MUROS
Para finalizar su disertación, Alfonso Guerra aseguró que “los nacionalismo destruyen las naciones, y los populistas quieren levantar muros. La realidad es que no hay populistas de derechas o de izquierdas, son meras etiquetas”.
El ex dirigente federal advirtió también que cuando, a pesar de la propaganda de la derecha, ni siquiera hemos salido de la crisis, la reforma de la Constitución no lo arregla todo”, por lo que consideró conveniente dejar de hablar de la reforma de la Constitución y comenzar a hacerlo de “reformas en la Constitución; de cosas concretas que se pueden hacer y se deben hacer”, y alejarse de quienes quieren “ponerla en causa”. Por ejemplo, renegó que aquellos que defienden la “falsa idea” de que España es una nación de naciones. “El concepto de nación está ligado al concepto de soberanía, y la soberanía debe ser de todos los españoles”, aseguro, al tiempo que manifestó su preocupación porque ese “veneno” llegue los socialistas. “Nacionalismo y socialismo son incompatibles, lo diga quien lo diga”, sentenció.
Guerra cerró su discurso recordando que “las grandes proclamas no producen nada” y exigió claridad en el discurso socialista. “¡Fuera ambigüedades!”, exigió ante los presentes. “Seamos claros siempre. Hagamos mejores administraciones, una legislación unificada, infraestructuras, energía, transportes, comunicaciones… que son una predistribución de la riqueza. Demos solución a los problemas de las pensiones, los impuestos… Hagamos políticas con sentido común y demos esperanza, porque no puede ser todo negativo”.
Por último, Guerra advirtió que “el odio a la derecha no puede ser el programa del PSOE, por muchos méritos que haga para ese odio”. Pidió a los socialistas cambiar el discurso en cuanto adonde se dirige, para no hacer un discurso de minorías. “Naturalmente”, dijo, “hay que salvaguardar los derechos de las minorías, pero no se trata de contentar solo a unos sectores, hay que ir a un discurso de mayorías preservando los derechos de todos”. Para Alfonso Guerra, esta será “la única manera de reconquistar el apoyo de la sociedad para cambiar las cosas. 125 años después” (en referencia al aniversario del PSOE de Gijón), tenemos que seguir siendo fieles, con orgullo de lo que decían los que fundaron este partido”.
Lo dicho, Guerra nunca defrauda, y la cerrada ovación con la que los que escucharon su discurso de casi una hora celebraron sus palabras fue, una vez más, una prueba de ello.