Publicado en Iris Press Magazine
A Patxi
López se le ha atragantado, desde el minuto uno, la estrategia de presentar su
candidatura ante la militancia socialista proclamándose, en rueda de prensa, depositario
de los valores del No es no de Pedro
Sánchez.
Quien
venga atendiendo la más que conocida óptica del sanchismo, sabe que este rechaza por igual a los que defendieron
abiertamente la abstención como a los que se manifestaron por el no es no y también se abstuvieron. La
seña de identidad del sanchismo, a
estas alturas, es la rebeldía. Y esta
exige actitudes más valientes. Más
osadas. De hecho, tienen importantes referentes al respecto, como Odón Elorza y
los otros diputados díscolos, que de momento, parecen seguir junto a Sánchez. También
el otrora adversario en las primarias de 2014, y hoy unos de sus valedores más importantes,
José Antonio Pérez Tapias, cuyo nivel y prestigio ante las bases, como en el caso
de Elorza, están fuera de toda discusión, más allá de las divergencias.
Patxi
López ha errado al saltar al ruedo reclamando como propios los valores del sanchismo, y poco menos que exigiendo de
este movimiento que reside entre la militancia socialista un harakiri político que
permita el inmediato advenimiento del patxismo.
No ha tenido el valor de presentarse abiertamente como el candidato que frenará
a Susana Díaz, la auténtica bestia negra de los de Pedro Sánchez. Pero sí para pedirle a este, sotto voce y por vía interpuesta, que se aparte. Como tarjeta de presentación, es desafortunada y poco elegante.
López ha renunciado a poner en
valor su propio currículo socialista para presentarse ante la militancia como
una opción ganadora. Al contrario, ha optado por lo aritmético antes que por lo
político y ha dado carta de naturaleza al discurso del sanchismo, que divide al PSOE en dos bandos, los del no es no y los de la abstención. Socialistas verdaderos y traidores al servicio de la oligarquía. Es de
principiantes no haber previsto que la respuesta lógica de los seguidores del
ex secretario general sería preguntar a Patxi López por qué, si esa es su posición
como candidato, no ha preferido sumar su fuerza a la de sus otros líderes –sí, Patxi,
el sanchismo ya tiene más líderes- para
llevar a Pedro Sánchez de nuevo a despacho principal de Ferraz 70. Con esta estrategia, Patxi López ha situado el debate congresual exactamente donde mejor convenía al sanchismo.
Para
más inri, los miembros más destacados de la hasta ayer mismo -falsa- guardia
pretoriana de Pedro Sánchez, no tardaron siquiera unas horas -minutos en
algunos casos- en lograr que los medios
de comunicación los presentaran, a golpe de impactantes titulares, como el equipo de Patxi. A ello responde la agresiva,
poco sutil y servil catarata de peticiones, más o menos expresas, de dirigentes
como César Luena, Óscar López, Sara Hernández o Rafael Simancas pidiendo a Sánchez
que ponga fin al sanchismo. Sin contrapartidas.
Error de salida, fallo en boxes.
Quienes bucean por las redes
sociales, especialmente Twitter, cuya imprevisible inmediatez desborda toda concepción
clásica de una contienda política, habrían
previsto que los activos más radicales del sanchismo,
de una inusitada pero ya conocida beligerancia en el arte de los ciento cuarenta caracteres -impropia, por cierto, entre compañeros de un mismo partido-, no tardarían ni un minuto en
hacerle ver a López que rechazan, detestan, a los antiguos compañeros de viaje
de su líder, y que si son quienes forman el
estado mayor de la candidatura del diputado vasco, va a ser difícil el entendimiento.
Sus únicos referentes solo son ya los mártires
del no. De ninguna forma pueden serlo los que no tuvieron el valor de rebelarse contra
la abstención y la defenestración de Pedro Sánchez. Los codazos del equipo de confianza de Patxi López para ser
los primeros en manifestarle lealtad, sobrepasan, cómo no, los límites de la épica
del sanchismo. Es demasiada la repulsa
por la “traición”, para que la loca carrera por salir en la foto junto al
primer candidato no provoque retortijones en lo más profundo de los rebeldes.
Y sorprende -porque se le
suponía un gran olfato político y estar asesorado por gente del nivel de
Rodolfo Ares, al que se suele presentar como una suerte de rubalcaba vizcaíno- que
Patxi López haya entrado en la pugna por la secretaría general como un elefante
en una cacharrería. Donde quiso convocar una mayoría frente a Susana Díaz, es más que posible que haya despejado las últimas dudas de Pedro Sánchez sobre concurrir de nuevo por la Secretaría General del PSOE. O, por qué no, patrocinar una candidatura del sanchismo.
El rechazo manifiesto de su parte más visible, la que
reside en el submundo 2.0, ha logrado, en contra de lo buscado, situar en
el primer asalto a Patxi López más cerca de la presidenta andaluza que de Pedro Sánchez. No tardaron en brotar quienes ya barruntan un "pacto secreto" para frenar la rebelión de las bases.
Vengo defendiendo en mis artículos
que la teórica del sanchismo adolece
de más epopeya que de política. En sus contextos, la torpe primera entrega de Patxi López, habría puesto
en sus manos un sorprendente giro del concepto “voto útil”, que devolvería sin
abrir el divide et impera que el establishment
socialista, la conspiración de generales y coroneles (Odón Elorza dixit), les habría enviado con Patxi como arma disuasoria.