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miércoles, 17 de mayo de 2017

Sí es socialismo, Pedro. Yo, con Susana

"Unos desembarcan en Normandía. Otros desfilan en París".
Marcial Vázquez, polítologo y autor del libro Los Cuervos de la Democracia.


Según ha explicado la propia Susana Díaz en la presentación este miércoles del documento con el que pretende enmendar la Ponencia Marco del 39 Congreso, el PSOE que ella quiere dirigir y llevar al Gobierno, contempla que el Estado asuma la responsabilidad de situar a la Juventud española en condiciones de abordar su propio futuro de forma independiente, sin que las diferencias de origen o situación familiar les impida competir en situación de igualdad de oportunidades.  



Un crédito de 24.000 euros que permita a cada joven elaborar su propia agenda vital, sin intereses y sin obligación de restituirlo al Estado, en tanto no alcance la solvencia necesaria para hacerlo sin menoscabar su integración como ciudadano, lo que se garantiza encomendando  a la liquidación de IRPF la amortización del adelanto facilitado por el Estado.

Cada joven podrá decidir, según su propio diseño, si ese dinero lo emplea para afrontar su salto al mercado laboral o al emprendimiento. O si los dedica a la formación académica suplementaria; llámese posgrado, máster… Es un modelo que entiende que en la realidad socioeconómica del siglo XXI, una licenciatura universitaria ha pasado a ser una simple licenciatura, y que superar ese escalón ha quedado fuera de las posibilidades financieras de la familia media española. El crédito podría ser de 6.000 euros al año durante cuatro años, o de 8.000 durante tres ejercicios, o recibirse en su totalidad para abordar proyectos de emprendimiento, que estarían, necesariamente, tutelados por la administración. Los jóvenes, así, se evitarían tener que acudir al sistema financiero privado y ahogarse en las abusivas condiciones y tipo de interés que allí encontrarán. Una nueva responsabilidad para el Estado, con un plan que no afecte al déficit.

En tanto no se produzca la que permanece pendiente desde que los de Mayo del 68 -y, más recientemente el movimiento Occupy, 15M en España- la propuesta de Susana Díaz sí que alberga toda una revolución. Por eso ha ocupado la mayoría de los titulares tras conocerse. No es para menos. Define un modelo de sociedad que va más allá de una mera propuesta electoral. Es integrador, protector e impulsor de nuevos valores ciudadanos y socioeconómicos. Recupera y sana el concepto herido del Estado del Bienestar.

Los de Mayo del 68 triunfaron e hicieron caer al gobierno del General De Gaulle, que acabaría dimitiendo y abandonando el Eliseo solo unos meses después. Como respuesta los franceses erigieron en su lugar -en primera y única vuelta- al ex gerente general de la Banca Rostchild,  Georges Pompidou. Irónicamente este había sido el primer ministro francés, la bestia negra que la revuelta estudiantil creía haber derrocado. Fue, como curiosidad, el único presidente francés que murió en el ejercicio de su dignidad. En España, el ejemplar y necesario movimiento 15M, como los jóvenes indignados de los sesenta liderados por Daniel Cohn-Bendit (Erik, “el rojo”), esa corriente de ilusión y rebeldía que inundó la conciencia y los corazones de tantos españoles, fueron sucedidos en escaso tiempo por dos severos e inapelables triunfos electorales (mayo y noviembre de 2015) de la más rancia y corrupta derecha neocatolicaliberal. A pesar de su noble espontaneidad y originaria buena intención, el pos15M profundizó aún más en la crisis de una socialdemocracia herida de muerte, y engendró el fallido proyecto ciudadano que hoy es Podemos. Y en esa situación nos encontramos hoy. A cuatro días de que el futuro del PSOE se empiece a decidir con el primer paso hasta el 39 Congreso que suponen las primarias del próximo domingo.

El documento de Díaz se enfrenta de tú a tú –aún no he conseguido entender cómo hemos llegado hasta aquí- a la candidatura de Pedro Sánchez, cuyo cambiante programa de hasta seis versiones diferentes en pocas semanas -a fuer no de colocarlos en primera página- está contaminado por esa condición de ciervo herido en la que permanece atrapado. Una suerte de Conde de Montecristo español dispuesto a dilapidar el tesoro del abbé Faria - lo que para él es el PSOE- en culminar con éxito su venganza por la defenestración del 1 de octubre, su personal y tortuoso Castillo de If. Con la imprecisa y vaga promesa a las ilusionadas bases socialistas -Sánchez en estado puro- de que dedicará el resto del capital del viejo monje -si quedare- en "hacer socialismo". 


Sánchez, para lograr su añorado ajuste cuentas, propone a las masas devolver al PSOE al momento de absoluta indefinición y alejamiento del electorado en el que abundó su mandato como secretario general. Al grito de “todos contra el PP” con el que apela al corazón de su -ahora- descubierta e idolatrada militancia, de la que se revela como única voz.  ¿Acaso hay un solo socialista que no desee que el Partido Popular sea algún día, mejor no muy lejano, un mal recuerdo para la Historia de España? En la simpleza del emplazamiento reside el temor de ver a Pedro Sánchez otra vez al frente del PSOE.

Como era tan previsible en el personaje, Sánchez ya ha apelado al voto útil que espera pescar en el caladero de la ría de Bilbao que bordea Portugalete. Engreído de ir a lomos de una "corriente de ilusión" que quiere recuperar “el PSOE de siempre”. Ese que elude definir, pero del que podemos asegurar -sin temor alguno  a equivocarnos- que Pedro ve como a las naciones: “un sentimiento que tiene mucha ciudadanía” -mucha militancia, en este caso- “por razones culturales, históricas o lingüísticas”. O ideológicas, se entiende. Pedro prevé suplir la carencia de más concreción para un proyecto real y definido, abrazando el bolivarismo chungo de lo que ya es el Podemos de Pablo Iglesias, con el que comparte el pueril convencimiento de que España se arreglará sola desahuciando a Mariano Rajoy de La Moncloa.



Por eso no ha tardado en apelar al hígado socialista -que su campaña ha sabido desplazar al cerebro de sus miles de seguidores- y al conocer la idea que más impacto ha causado del documento presentado por Susana Díaz , la ha tachado, apresuradamente, de neoliberal. Un adjetivo lo suficientemente grueso y descalificador en el convulso contexto actual de la izquierda, hábilmente explosionado para evitar que cale la idea de que la propuesta de abrir la caja del Estado para que los jóvenes construyan su vida, forma parte del modelo de país que encierra el proyecto de la presidenta de la Junta de Andalucía. Invirtiendo el viejo lema socialista de “a cada descalificación, una propuesta”, la campaña de Pedro Sánchez cabalga sobre “a cada propuesta, una descalificación”. Tachar de liberal la de Susana Díaz es un golpe bajo, necio y ausente de realidad.

Cuando el Partido Socialista Obrero Español, con Susana Díaz al frente, tome las riendas de La Moncloa, su trabajo será, en primer lugar, administrar los haberes y las deudas del país poniendo al ciudadano como primer beneficiario de los Presupuestos Generales del Estado. No podrá expropiar la banca, ni a los Ortegas ni a los Roig. No podrá renacionalizar servicios esenciales como la electricidad, ni abolir la gasolina y el gasoil como combustibles para los vehículos. No, desde luego, si no ocurre en el mismo instante y con acuerdo suficientemente sólido entre los  Estados de la Unión Europea y más allá.  Es tarea de los partidos hacer mayorías y cambiar el mundo.

El modelo de partido compartido por Susana Díaz tiene en ese aspecto su mayor activo. Un PSOE que sabe que un solo país no cambiará el mundo. Si ocurre, será por la suma de voluntades de los ciudadanos del mundo. Si miramos a Sudamérica, asolada de corrupción, dictaduras y violencia durante todo el siglo XX, la coincidencia del movimiento bolivariano con otros liderazgos de corte más socialdemócrata en países de gran riqueza cuyas élites venían malgastando a costa de hambre y pobreza de la mayoría, ese momento histórico, permitió al internacionalismo que reclama el socialismo la unión de fuerzas para cambiar la historia. Lula, Mujica, Bachelet, Correa, Evo, con sus cosas, Cristina, con las suyas, o el propio Hugo Chávez, son ejemplo de que es posible. Nicolás Maduro, el bolivarismo chungo, es una manzana podrida que ni puede ni debe entrar en ese ilustre listado sin manchar la obra los otros miembros.

En Europa, seamos realistas, no hemos llegado aún a esa mágica y afortunada chamba de coincidir en el tiempo gobiernos tan emparentados ideológica y/o estratégicamente. Podría ocurrir. O no. El trabajo del PSOE que surja del 39 Congreso,  el que propone Susana Díaz, tiene también como cometido crear sinergias con el resto de la socialdemocracia europea y mundial para precipitar tal acontecimiento. Con sapiencia y siendo testigo y actor protagonista de la realidad que comparte con el otro medio mundo que piensa distinto.

El Gobierno con el que el PSOE tiene que liderar España no cambiará el mundo ni la sociedad unilateralmente. Ni puede prometerlo. Pero sí tiene que revitalizar y agrandar las herramientas del Estado y ponerlas al servicio de la ciudadanía, instaurando, desde una sólida mayoría, nuevos y mejores derechos, libertades y prestaciones. Como lo hicieron, con muchas más luces que sombras, Felipe González desde 1982, y José Luis Rodríguez Zapatero desde 2004. Se llama socialismo.

La iniciativa de incorporar a esas herramientas recursos para la emancipación de nuestros jóvenes tiene mucho más de socialismo y revolución que todas las frases, lamentos y extravagantes descripciones plurinacionales, que es lo único que nos ha ofrecido Pedro Sánchez. El taimado y autoderrocado (llamemos a las cosas por su nombre de una p… vez) ha tachado despectivamente de “liberal” la propuesta. Es obvio que ni se ha parado a pensar, y ojalá fuese por eso, lo falso y dañino de su prepotente descalificativo. Con la simpleza de un tweet, la cantera pedrita ha presentado toda una enmienda a la totalidad al proyecto completo de Susana Díaz.


Pero la realidad es que Susana ha presentado un plan de trabajo para un partido dispuesto a tomar las riendas del país. Un PSOE seguro de que su proyecto podrá convencer al electorado, y de que su ejecución permitirá al PSOE liderar el país las legislaturas necesarias para convertirlo en realidad. Socialismo y liderazgo con la entidad suficiente para que un PSOE autónomo conquiste la confianza ciudadana y vuelva a transformar este país en uno mejor.

Ni los seis documentos de Pedro Sánchez, ni la bondad y honestidad de Patxi López tienen ese potencial. El domingo, yo voy a mirar al futuro. Considero que el PSOE tiene un compromiso con la ciudadanía, y los militantes el deber de ayudar en ese empeño. Mi proyecto es el de Susana Díaz.

Susana Díaz llegó al liderazgo del PSOE-A y la presidencia de la Junta de Andalucía en una situación de crisis. Fue elevada de urgencia a los altares por la dimisión de José Antonio Griñán. Heredó un pacto envenenado con Izquierda Unida que hacía aguas y un PP que lideraba la oposición con 50 diputados frente a los 47 de los socialistas. Se presentó a un Congreso Regional que ganó de calle. Se enfrentó a las provocadoras exigencias de IU y convocó elecciones para acabar con la incertidumbre de un gobierno en minoría parlamentaria. Recuperó para el PSOE andaluz la plaza de partido más votado, y mantuvo los 47 escaños. El PP perdió 17 diputados; pasó de primera fuerza a segunda, y se quedó con 33 asientos en Las Cinco Llagas, 14 menos que el PSOE de Andalucía. Izquierda Unida vio penalizado su pulso a Susana Díaz con 7 diputados menos, manteniendo solo con 5. Entraron Podemos con 15 escaños y Ciudadanos con 9. Todos ellos cedidos por PP e IU. Ninguno por el PSOE. Pactó la investidura con Ciudadanos, sí, es cierto. Tanto como que el acuerdo no contempló una sola cesión del programa socialista. Soslayó el excéntrico populismo -sí, populismo- del Podemos de Teresa Rodríguez y Kichi. Ganó por derecho el gobierno y el liderazgo de la izquierda andaluza. Susana lidera Andalucía. Es una ganadora. Y cuando ganan los líderes del PSOE, gana el PSOE y ganan los ciudadanos.





Susana ha demostrado que tiene un diagnóstico claro y certero de dónde está el PSOE, del que dijo cariñosamente que está malito, para no tener que decir que está muy enfermo. Susana tiene un proyecto claro y a largo plazo para convertir al PSOE, más allá de los errores del pasado y la fractura interna que lo ahoga, en el partido de Gobierno que la ciudadanía española está esperando. Y la fortaleza y el instinto necesarios, ya testados, para que así sea.

Voy a votar a Susana. Y os pido el voto para Susana Díaz.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Guerra: “Los populistas no quieren que haya ricos, y los socialistas lo que queremos es que no haya pobres”




Publicado en El Socialista Digital

Alfonso Guerra, presidente de la Fundación Pablo Iglesias ex número dos del PSOE entre 1979 y 1997 y diputado en el Congreso desde 1977 hasta 2015, ofreció ayer en Gijón lo que en el mundo académico se define como una “lección magistral” sobre la historia, el pasado reciente y, también, el futuro del socialismo español. Guerra advirtió contra el desánimo en las bases socialistas y describió, con crudeza pero sin pesimismo, una situación política en la que impera el populismo fácil alimentado interesadamente desde las cadenas de televisión, y en la que los socialistas están llamados a “cambiar de estrategia” ante la nueva realidad socioeconómica sin perder de vista los principios sobre los que nació el PSOE hace 137 años, especialmente, dijo, “en aquellos centrados en la libertad y la igualdad”.
Alfonso Guerra nunca defrauda, y ayer volvió a demostrarlo ante el auditorio asturiano que contó con él como plato fuerte en un almuerzo celebrado en Gijón para celebrar el 125 aniversario de la agrupación de esa localidad.
Guerra, que comenzó su disertación sobre la historia, el pasado, el presente y el futuro del socialismo, recordando cómo relató el histórico periódico El Socialista, el nacimiento de la agrupación gijonesa, y lo hizo, con un ejemplar del mismo bajo el brazo, advirtió de la necesidad que, como los asistentes al acto, tienen los socialistas de “escuchar sin prejuicios y emitir palabras sinceras”, frente al discurso de algunas nuevas fuerzas políticas a las que describió, con ese humor socarrón que siempre le ha caracterizado, como sietemesinos comparados con el más que centenario Partido Socialista.
Así, el presidente de la Fundación que lleva el nombre del fundador del PSOE, recordó que a finales del siglo XIX, España vivía con unos contrastes sociales tremendos, muchos más graves que los que hoy se viven, de injusticias insoportables, y que “la vida de los campesinos era infrahumana, pues trabajaban de sol a sol” -lo que describió como unos de los primeros logros sindicales, porque antes trabajaban “de luz a luz, que era mucho peor, “malvivían en infraviviendas sin condiciones de habitabilidad, carecían de prestaciones sociales, y no había participación en la vida política para los trabajadores y los campesinos”. “Fue en ese contexto”, recordó Guerra, “que Pablo Iglesias y un grupo de compañeros fundaron el PSOE hace 137 años”, y desde entonces, “la sociedad española y el partido socialista han caminado en una trayectoria paralela”.
También recordó que, precisamente mañana [por hoy, 5 de diciembre], “se cumplen 40 años del XXVII congreso de nuestro partido, al que asistieron líderes como Willy Brandt y el asesinado Olof Palme, y que fue entonces cuando el PSOE inauguró la que llamó “una técnica de conquista de parcelas de libertad” que, en la práctica, supuso el “inicio real de la Transición”. Guerra destacó de esa etapa la disposición del PSOE a colaborar en la “construcción de una sociedad libre y democrática”, cuyo mayor exponente sería la Constitución Española de 1978, “que da lugar a una etapa de libertad y prosperidad desconocida en nuestra historia”, y que el veterano dirigente lamentó ver cómo hay quien ahora “dispara contra esa operación en la que el PSOE fue gran protagonista”.
En este sentido, Alfonso Guerra cargó contra quienes aseguran que “no les gusta aquel paso de la dictadura a la democracia y hablan de una segunda transición”, por lo que se preguntó que si aquella tras la muerte de Franco fue un tránsito de la dictadura a la democracia, “adónde quieren llevarnos”, para concluir que, “posiblemente, a un nuevo régimen con más similitudes al anterior que al actual”.
El ex diputado por Sevilla desde la I Legislatura hasta 2015, recordó también el importante paso del PSOE por la gestión municipal desde los primeros años de la democracia, lo que para él fue la clave para llegar al triunfo de las elecciones de 1982, cuando el partido sentó a 202 diputados en la Carrera de San Jerónimo e inició la que describió como la “transformación total de España” y la era “de las grandes universalizaciones”, como la sanidad, la educación o el sistema de pensiones. Guerra recordó también que durante el paréntesis de 1996 a 2004, el Partido Popular se dedicó hacer justamente lo contrario, y que hubo que esperar a que llegara de nuevo el PSOE al Gobierno para que los españoles volvieran a avanzar en derechos y libertades.
“LA MODERNIZACIÓN NO PUEDE HACERSE DESDE EL ADANISMO POLÍTICO”
Un resumen necesario el esbozado por Alfonso Guerra, “para saber qué ha pasado en España y qué debemos conocer, porque las respuestas que nosotros demos van ser muy importantes para las nuevas generaciones”. Por ello, reclamó de los militantes y dirigentes socialistas “mirar hacia fuera, y no ensimismarse mirando hacia dentro”. Porque, según advirtió al auditorio de medio millar de socialistas gijonenses, “somos herederos y estamos al final de una larguísima fila”. “Las tareas de modernización”, aseguró, “no pueden hacerse desde el adanismo, pensando que todo es nuevo”.
“El mundo ha cambiado mucho”, reconoció, recordando que, por ejemplo, en 1945 el movimiento obrero conquistó el derecho a las prestaciones sociales “como contraprestación al derecho empresarial a los beneficios”, momento en el que situó el nacimiento del Estado del Bienestar. Sin embargo, Guerra recordó que ya en 1972, con la primera crisis del petróleo, comenzaron a cuestionarse las prestaciones sociales, y que cuando se hundió la URSS, “lo que llamaron el fin de la historia”, algunos creyeron que ya no era necesaria más lucha por el triunfo del capitalismo liberal, y que todo serían democracias pujantes; que los que venían del comunismo se transformarían en países muy desarrollados y muy justos, pero que la realidad demostró lo falso de tal argumento al darse de bruces con la guerra étnica de la extinta Yugoslavia, demostrando que no estaba tan claro que fuera tal “el fin de la historia”.
Asimismo, Guerra constató que la revolución tecnológica o la globalización de la economía parecieron algo muy bueno para el desarrollo de las naciones, y admitió que “lo habrá sido para incrementar los comercios, y el intercambio de valores, pero no lo para la Igualdad, sino que lo que ha crecido es la desigualdad”. “En cuanto el capitalismo se ha vuelto financiero”, dijo, “ya no quiere saber de las condiciones de los trabajadores”.
“Y ante esto”, se preguntó, “¿qué tenemos que hacer los socialistas? ¿Cambiar nuestras propuestas?”. Para Guerra, “en parte sí y en parte no”, y recordó las palabras de John Maynard Keynes, “ese gran economista al que siempre acudimos los socialistas”, quien dijo que “cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Y usted qué hace?”.
CAMBIAR LA ESTRATEGIA SIN PERDER DE VISTA LOS PRINCIPIOS EN UN CONTEXTO “AHÍTO DE INFORMACIÓN Y AYUNO DE CONOCMIENTOS”
“El socialismo tiene que cambiar en cuanto a la estrategia a seguir, pero no en cuanto a los principios a defender, sobre todos en aquellos centrados en la libertad y la igualdad”, respondió Guerra. “Parece que la socialdemocracia europea no se ha percatado de esto, pero se confió en que la revolución tecnológica crearía muchos puestos de trabajo, y no ha sido así. Por eso”, aventuró, “la tendencia será a la reducción y al reparto del tiempo de trabajo. Iremos a cuatro días de trabajo a la semana porque eso facilitará extender el empleo a muchos otros”.
El presidente de la Fundación Pablo Iglesias llamó también la atención sobre el hecho de que “ha cambiado el enemigo”. Mientras en el XIX era “el empresario explotador, ya no es así, pues ahora son los grandes grupos financieros internacionales”. Si entonces “la religión era el opio del pueblo, ahora es la información”, advirtió.
“Estamos ahítos de información y ayunos de conocimiento”, una realidad en la que Guerra sitúa el triunfo de los populismos, “variados en cuanto a su origen, pero poco variados ideológicamente”. Por ejemplo, dijo, “hay populismo en aquellos gobiernos o partidos que quieren gobernar atendiendo a las encuestas, que dan respuesta a sectores de la sociedad, pero no la Sociedad”.
Para diferenciar entre el populismo y el socialismo, Guerra definió una regla que permite hacer una clara distinción: “los populistas no quieren que haya ricos, y los socialistas lo que queremos es que no haya pobres”. La aparición de la que definió como la izquierda regresiva, “que se pone etiqueta de izquierda pero es totalmente regresiva frente a la izquierda progresista, los populismos, la xenofobia, los autócratas…”, sitúan el socialismo en un plano muy complicado, aseguró. Pero “debemos dejar de lamentarlos y construir un mundo mejor. Combatir por la libertad y la justicia social, contra la corrupción y hacer que Europa sea eficaz”.
En un panorama internacional en el que EEUU elige presidente a un personaje como Donald Trump, en el que otro como Putin gobierna en Rusia, y en el que no es descartable que Francia caiga en manos de la ultraderechista Marie Le Pen, Guerra considera necesario recordar que “creímos aquello de que Hitler o Mussolini no volverían, pero vuelven”, advirtió. “Y tenemos que luchar contra eso. Y hacerlo con esperanza y con entusiasmo”.
ACTUAR CON LA RAZÓN Y NO CON LA EMOCIÓN
“La izquierda se preocupa mucho tener modelos”, afirmo Guerra, “pero lo importante es tener un proyecto para la nación” reclamó. Por ello aseguró que no hay que tener miedo a hablar con todos. “Cuando uno tiene convicciones no teme entrar en la gruta del dragón”, afirmó, “por eso siempre hemos mantenido los principios negociando con unos y con otros”. En este sentido, recordó que Largo Caballero negoció “hasta con la dictadura de Primo de Rivera”, o que la colaboración con los partidos republicanos, “que eran los partidos burgueses”, en lo que se llamó el bienio rojo, no logró “una república de clases, sino de colaboración de clases”. Y que tras el bienio negro de gobierno de las derechas en la Segunda República, surgió el Frente Popular en el que el PSOE negoció con anarquistas y comunistas. Guerra equiparó aquellos acuerdos con los logrados en la Transición, cuando el PSOE, “en beneficio de la democracia y de la libertad de todos”, negoció con los que procedían de la dictadura, y recordó que el venerado Adolfo Suárez había sido Secretario general del Movimiento, “pero que los socialistas vimos la necesidad de negociar, porque siempre hay que hacerlo preservando los principios y favoreciendo a la población más necesitada”. Oponerse a todo, advirtió, “es actuar con la emoción y no con la razón y, aunque los sentimientos son muy importantes en la vida de las personas, a la hora de negociar lo que tiene que primar en la razón”.
Recuerdos de momentos históricos que tuvieron como protagonista esencial al Partido Socialista y que sirvieron a Alfonso Aguerra para enlazar con la situación actual en España. “Ahora se hace Oposición, que es controlar al Gobierno”, afirmó, “pero también es acordar”. Y puso como ejemplos que solo en los últimos días, se ha logrado una importante subida del 8 % en el Salario Mínimo Interprofesional, se ha paralizado la LOMCE y se han puesto las bases para un gran pacto por la Educación. Se ha comenzado a enterrar la ley mordaza, y se ha logrado que el Gobierno aumente su previsión sobre el techo de gasto. “Eso es también hacer Oposición”, aseguró el veterano ex diputado sevillano.
LOS RETOS DEL PSOE ANTE LOS NUEVOS PARTIDOS “SUPREMACISTAS”
Para seguir en esa senda de logros para todos, Guerra aseguró que “el PSOE tiene que fundamentar su trabajo en la democracia y en la disciplina democrática”, y rechazó, sin querer citar a nadie, aunque en la sala nadie tuvo dudas de a quiénes se refería, a los que “exigen votarlo todo, pero si no sale lo que ellos quieren, entonces el voto no vale y no se respeta”.
A este respecto, el ex número dos socialista lamentó que se haya “perdido el sentido de la responsabilidad y que la gente vote emocionalmente, pero sin mirar las consecuencias”, por lo que aseguró que en eso, los socialistas tienen que ser muy combativos. “Los problemas no desaparecen por ignorarlos. Si los partidos nuevos son autócratas y encierran un peligro para la democracia, no podemos ignorarlos, hay que combatirlos”. Guerra aseguró que quien actúa con una “superioridad moral, los supremacistas, son partidos contra el sistema democrático”.
Por ejemplo, lamentó que los medios de comunicación no reflexionaran tras las recientes elecciones en Euskadi sobre el hecho de que EH Bildu haya doblado en diputados tanto al PP como al PSE-EE, sobre todo teniendo en cuenta que durante muchos años estos partidos “pusieron los muertos y los otros pusieron a los asesinos”. “¿Cómo es posible que la sociedad vasca haya dado el doble de diputados a los que mataban que a los que fueron asesinados?” Guerra consideró “impresionante” la ausencia de comentarios en los medios a este respecto y concluyó que “algo tiene de enfermedad esta sociedad que legitima esto”.
De igual forma se quejó de que “los rufianes” puedan permitirse el lujo de acusar al PSOE de ser “socialtraidores” sin que se generara un movimiento unánime de condena a semejantes palabras dentro del PSOE. “Debemos un respeto a quienes crearon el partido”, reclamó Guerra, quien pidió “rebelarse contra los rufianes de la política”, sobre todo porque “el que actúa como un matón en un set de televisión parece tener seguro un puesto en el Congreso, y el que actúa como un matón en el Congreso tiene enseguida a un set de televisión para él”. Sobre esto, preguntó cómo se entiende que “dos cadenas de TV estén al servicio de Unidos Podemos y de los rufianes”. Y él mismo contestó que hay un acuerdo de la derecha para que esto sea así, porque estos partidos y esos dirigentes “son la garantía de que gobierne la derecha”. Siempre que se divide a la izquierda, gobierna la derecha”, remachó.
LOS NACIONALISMOS DESTRUYEN NACIONES Y LOS POPULISTAS LEVANTAN MUROS
Para finalizar su disertación, Alfonso Guerra aseguró que “los nacionalismo destruyen las naciones, y los populistas quieren levantar muros. La realidad es que no hay populistas de derechas o de izquierdas, son meras etiquetas”.
El ex dirigente federal advirtió también que cuando, a pesar de la propaganda de la derecha, ni siquiera hemos salido de la crisis, la reforma de la Constitución no lo arregla todo”, por lo que consideró conveniente dejar de hablar de la reforma de la Constitución y comenzar a hacerlo de “reformas en la Constitución; de cosas concretas que se pueden hacer y se deben hacer”, y alejarse de quienes quieren “ponerla en causa”. Por ejemplo, renegó que aquellos que defienden la “falsa idea” de que España es una nación de naciones. “El concepto de nación está ligado al concepto de soberanía, y la soberanía debe ser de todos los españoles”, aseguro, al tiempo que manifestó su preocupación porque ese “veneno” llegue los socialistas. “Nacionalismo y socialismo son incompatibles, lo diga quien lo diga”, sentenció.
Guerra cerró su discurso recordando que “las grandes proclamas no producen nada” y exigió claridad en el discurso socialista. “¡Fuera ambigüedades!”, exigió ante los presentes. “Seamos claros siempre. Hagamos mejores administraciones, una legislación unificada, infraestructuras, energía, transportes, comunicaciones… que son una predistribución de la riqueza. Demos solución a los problemas de las pensiones, los impuestos… Hagamos políticas con sentido común y demos esperanza, porque no puede ser todo negativo”.
Por último, Guerra advirtió que “el odio a la derecha no puede ser el programa del PSOE, por muchos méritos que haga para ese odio”. Pidió a los socialistas cambiar el discurso en cuanto adonde se dirige, para no hacer un discurso de minorías. “Naturalmente”, dijo, “hay que salvaguardar los derechos de las minorías, pero no se trata de contentar solo a unos sectores, hay que ir a un discurso de mayorías preservando los derechos de todos”. Para Alfonso Guerra, esta será “la única manera de reconquistar el apoyo de la sociedad para cambiar las cosas. 125 años después” (en referencia al aniversario del PSOE de Gijón), tenemos que seguir siendo fieles, con orgullo de lo que decían los que fundaron este partido”.
Lo dicho, Guerra nunca defrauda, y la cerrada ovación con la que los que escucharon su discurso de casi una hora celebraron sus palabras fue, una vez más, una prueba de ello.

viernes, 28 de octubre de 2016

Margarita Robles, liderar la Oposición y defender el programa electoral del PSOE

 En esta absurda batalla entre presuntos traidores y defensores de las esencias socialistas, vino ayer a “sentar cátedra” la magistrada (o jueza, sinceramente, nunca he sabido bien si son la misma cosa o qué diferencia una de la otra) Margarita Robles, quien fue “encajada”, por cierto, por decisión personal de Pedro Sánchez y sin consulta a la militancia -que ya había designado democráticamente a sus candidatos-, como número dos “independiente” en la lista por Madrid del PSOE de las pasadas elecciones generales.
Robles vino a decir que pensaba hacer caso omiso del mandato del Comité Federal que ordena al Grupo Parlamentario abstenerse en la segunda votación de investidura de Mariano Rajoy, porque no estaba dispuesta a “incumplir el programa electoral del PSOE”.
Repasando dicho programa, cabe observar que el mismo es un documento que plantea, muy detalladamente, los objetivos a desarrollar por el Partido Socialista si los electores hubieran decidido otorgarle la mayoría para formar Gobierno. En ninguna de sus páginas se explica qué postura debería adoptar el PSOE si no obtenía la confianza del electorado. Y mucho menos se contemplaba ningún compromiso de no aceptar el resultado de las elecciones. Y, aún mucho menos, bloquear la gobernabilidad del país. Luego Margarita Robles alude a algo que el programa electoral del PSOE no dice. Miente cuando afirma que votar no es un compromiso electoral, o miente cuando asegura conocer el programa bajo cuyas siglas concurrió a las elecciones.
Lo cierto es que el PSOE no ha renunciado a su programa electoral, y ayer mismo lo defendió en el debate de investidura proponiendo al Congreso una serie de medidas que la actual composición del Hemiciclo permite poner en práctica, si se alcanza el consenso necesario con el resto de fuerzas políticas.
En concreto, el portavoz socialista Antonio Hernando propuso a la Cámara las siguientes medidas, todas ellas contempladas en el programa electoral del PSOE:
· Crear un ingreso mínimo vital para las familias sin recursos.
· Suprimir las reválidas e impulsar un Pacto de Estado por la Educación que derogue la LOMCE.
· Reconocer el derecho efectivo al subsidio por desempleo a los trabajadores maduros con cargas familiares y a los parados de larga duración mayores de 52 años.
· Reducir el IVA cultural.
· Suprimir el copago farmacéutico a pensionistas y enfermos crónicos.
· Aprobar una ley de igualdad salarial de mujeres y hombres que también reconozca a todas las trabajadoras, en el momento de su jubilación, un bonus de dos años de cotización por cada hijo.
· Impulsar un gran Pacto de Estado contra la Violencia de Género.
· Aprobar un permiso de paternidad, como derecho autónomo, intransferible y de igual duración que el de maternidad.
· Aprobar una Ley de igualdad de trato y no discriminación y una Ley de muerte digna.
· Prohibir los indultos para delitos relacionados con la corrupción.
· Crear una Comisión de investigación sobre la financiación irregular del PP y poner en marcha la comisión de investigación sobre el uso partidista del Ministerio del Interior.
· Derogar las normas restrictivas de derechos y libertades públicas contempladas en la conocida como Ley Mordaza.
· Garantizar la independencia y la neutralidad de RTVE y de la Agencia EFE, y la viabilidad y la calidad de esos servicios públicos.
· Reformar el sistema de nombramientos para los órganos constitucionales y los organismos reguladores, para evitar su condicionamiento por los partidos políticos y garantizar su neutralidad.

Junto a estas iniciativas, y conforme a lo acordado por el Comité Federal del PSOE, el portavoz anunció que el Grupo Parlamentario Socialista promoverá e instará el inicio inmediato de una fase de diálogo social para la aprobación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores y la derogación de la Reforma Laboral. El portavoz socialista concretó que ese diálogo social tiene que empezar por dos cosas: una subida del Salario Mínimo y el reequilibrio del peso de las partes en la negociación colectiva, absolutamente fundamental porque el PP voló por los aires la negociación colectiva durante la Reforma Laboral.

La labor de oposición, defendió también el portavoz, no impedirá al PSOE buscar acuerdos en las iniciativas que el Gobierno presente, ni ofrecer consensos en políticas de Estado ni colaborar para el mejor cumplimiento de los compromisos que el Gobierno haya asumido en nombre de España y que vinculan a todos los españoles. Eso sí, buscando el reparto de su coste para que no castigue a los mismos de siempre, a los perdedores de la crisis, a los que ya han sufrido los embates de esta crisis, a las clases medias y a los empobrecidos trabajadores.

También comprometió el empeño de los diputados y diputadas socialistas, prioritariamente, en tres objetivos.

El primero, revitalizar el Pacto de Toledo para asegurar tanto la estabilidad financiera del Sistema de Seguridad Social, como para garantizar el poder adquisitivo de las pensiones en unos años en los que hay un crecimiento efectivo, mediante un sistema de reparto y solidaridad y, por lo tanto, mediante un sistema de transferencia de rentas entre generaciones.

Segundo, la creación de una subcomisión parlamentaria para afrontar los serios desafíos presentes en la vertebración territorial de España, en particular con el objetivo de recuperar la normalidad institucional con Cataluña. El Grupo Parlamentario apostará, ante la gravedad de la situación actual, por construir en el marco constitucional un modelo sincero de reconocimiento y lealtades mutuas dentro de una nación con diversos sentimientos de pertenencia.

Tercer objetivo. La adopción de las medidas necesarias para asegurar que nunca más las dificultades para la investidura de un nuevo Presidente del Gobierno deban resolverse mediante la repetición de elecciones. Para ello, el PSOE propondrá en el Congreso de forma inmediata una reforma del artículo 99 de la Constitución que, manteniendo el papel del Jefe del Estado y el sistema de elección parlamentaria, acote temporalmente el proceso de investidura e introduzca mecanismos para asegurar la elección por mayoría del Presidente del Gobierno.

Todo lo anterior son compromisos adquiridos por el PSOE en su programa electoral. No lo es bloquear la gobernabilidad de España, o no reconocer el resultado de las elecciones. La actual distribución de escaños en el Parlamento hace posible conseguir todos y cada uno de esos objetivos. Dependerá de la voluntad del resto de fuerzas políticas que puedan ser realidad.

Lo que es seguro es que la repetición de las elecciones alejaría esa posibilidad. Margarita Robles, y con ella los que defienden bloquear la investidura votando no aludiendo a un inexistente compromiso del programa electoral, deberían reflexionar sobre lo que el PSOE puede lograr para los españoles en esta Legislatura. De momento, parece que no lo están haciendo.


Más bien parece que algunos estén planteando el no como una estrategia que no piensa en los españoles y sí, y mucho, en el futuro político de quienes están promoviendo la quiebra de la unidad de acción del Grupo Parlamentario, desobedeciendo el mandato expreso, decido por mayoría, del Comité Federal. Un órgano que conviene recordar que es elegido democráticamente, representa a toda la militancia socialista y es el máximo órgano del Gobierno del PSOE.

martes, 25 de octubre de 2016

Lo que Pablo Iglesias no hizo

Publicado en Liverdades y El Socialista Digital.





Pablo Iglesias anda en frenética campaña de acoso y derribo contra el PSOE por desbloquear la gobernabilidad de España y evitar las terceras elecciones. Las del -por fin- sorpasso. Es notoria la inquina contra los socialistas por haber procurado la puesta en marcha de esta XII Legislatura. La que, si Pablo Iglesias consiente, pondrá al  Parlamento sobre el Ejecutivo.

Que el sorpasso tenga que esperar se le atraganta a Pablo Iglesias. ¡Que son 22 años de espera! No poder -tampoco en esta Legislatura, y van dos- liderar la Oposición en el Congreso de los Diputados escuece. En sendos artículos debidamente planificados para el mismo día en Público por el líder podemita y eldiario.es por Alberto Garzón, que ya no lidera nada, cargan con dureza y desprecio contra el partido socialista. Iglesias, con verbo de chabacanería política. Garzón, elegante, culto. Los dos advierten a la opinión pública del tripartito de las oligarquías, transcendiendo de políticos a oráculos que ya adelantan cómo serán los próximos años –o meses-. Reivindicándose oposición única y verdadera.

Años desoladores. Plausibles si Pablo Iglesias decide hacer oposición a la oposición. Al PSOE, no con el PSOE. Opositando a PSOE. Perdido en cábalas electorales. Acaso saborea ya los réditos de bloquear/boicotear los necesarios acuerdos parlamentarios que impidan a la derecha de Rajoy no cumplir el mandato de Las Cortes, olvidar sus tendencias neoliberales y autoritarias.

Para Pablo Iglesias (y Garzón, el agregado) es anatema que la difícil decisión tomada por el PSOE sea dolorosa para sus dirigentes -bien es sabido que lo es para su militancia-. Que se enmarque en un ejercicio de responsabilidad democrática en un país estancado en la aritmética electoral, las exigencias partidistas y la vanidad política. Cómo va a ser eso.

Pablo Iglesias se pide agitación y denosta ya, apenas comenzada, la cosa legisladora. Si no fuera así Rajoy no sería investido esta misma semana. En La Moncloa habría un Presidente socialista y Podemos sería garante, desde el Hemiciclo, de que Pedro Sánchez practicara políticas de progreso.

El acuerdo-trampa que Albert Rivera le colocó al ingenuo y sibilino Sánchez dinamitó la negociación con Podemos, Izquierda Unida y las confluencias. Cierto es. Pero en marzo pasado suponía la única y real oportunidad de sacar a Mariano Rajoy de La Moncloa y airear los ministerios. Pablo Iglesias inventó el muy sanchista “No es NO” con provisión electoralista. Las urnas penalizarían al PSOE y premiarían a Podemos impedir un gobierno presidido por un socialista. Erró. Ambas fuerzas perdieron, el único premio fue para el dontancredismo de Mariano Rajoy.

Iglesias se siente tentado de poner la vertiginosa institucionalización de Podemos al servicio de la más torpe práctica opositora. De comprar el libro de estilo popular: decir no –sistemáticamente- a todo lo que proponga el adversario político. No es la cultura del PSOE ni de otros partidos que han hecho algún alarde de sensatez durante cuatro décadas; el Partido Nacionalista Vasco, por ejemplo. En marzo, Pablo Iglesias temió conformar una oposición constructiva y valiente que arrancara acuerdos de gobernabilidad. Le asustó que su cuerpo electoral –esencialmente, antiguos votantes socialistas- no distinguiera sus méritos y deméritos. Qué sabrán ellos.

El no es no en podemita bebe de la misma fuente de la “pureza ideológica”, la “coherencia” y la “dignidad” en la que se hidrataba Pedro Sánchez antes de mirarse al espejo. Pablo Iglesias la espolvoreó con cal viva y convocó a los españoles a las urnas. Prefirió votar con el Partido Popular para no echar al  Partido Popular. Porque no quería un gobierno “de derechas” dejó a la derechona en La Moncloa.

Nada obligaba a Pablo Iglesias votar el pacto PSOE-Ciudadanos. Pudo abstenerse con IU y los partidos catalanistas (88). PSOE, Ciudadanos, PNV y Coalición Canaria (137) hubiesen investido a Pedro Sánchez frente al PP (123). Pero Iglesias, como le ocurre a muchos dirigentes y militantes socialistas, no discernió abstención y apoyo. Ante oposición determinante apostó por el sorpasso. Y perdió.

Lo que Pablo Iglesias no hizo en Marzo fue echar al Partido Popular de La Moncloa. Ahora, de perfil, elude ser responsable del 26J como maldice que no haya 18D por culpa de los socialistas. Parece que no le consta que Rajoy es más fuerte que seis meses atrás.


La ciudadanía debe temer -teme- esa política. Iglesias reclama radicalización y tono bronco como hecho diferencial frente al establishment. Sueña una Legislatura de zancadillas al PSOE y boicot a la Oposición. Escenificar quién “oposita más grande” es tentador, pero pernicioso para los ciudadanos. Si algo han enseñado las urnas estos cuarenta años de democracia, es que no premian y castigan a los partidos per se. Aprueban y suspenden, suspenden y aprueban, sus acciones y sus consecuencias. Inaugurar la temporada alta del no es no le costó a Podemos un millón de votos, incluso fagocitando a la moribunda Izquierda Unida. Pensar en votos y no en quien los deposita en la urna puede incrementar la factura. Comienza la XII Legislatura. Errejón medita

lunes, 3 de octubre de 2016

Chantaje a Felipe VI, la estrategia del PP

Publicado en Diario 16, El Socialista Digital y Liverdades

Exigir el apoyo sin condiciones del Partido Socialista a cambio de "aceptar" una eventual abstención de sus diputados -según se desprende del órdago lanzado por Mariano Rajoy el pasado domingo a través del diario El Mundo- esconde un acto de chantaje al Jefe del Estado, cuyas atribuciones constitucionales no pasan de valorar las posibilidades de cada candidato para ser investido y hacer una propuesta al Congreso de los Diputados en función de dicha valoración. Si fuera ese el caso, el PSOE no estaría, ni antes ni ahora, apoyando al Partido Popular, sino anunciando al Rey la abstención de su Grupo Parlamentario, lo que permitiría la investidura con una mayoría de síes frente a noes. Es más, el PSOE no estaría siquiera obligado a comunicar su decisión al Partido Popular, y muchos menos a “negociarla”, ya que el único destinatario de dicha información, a los efectos oportunos, es Felipe VI. Asimismo, la función del Rey debe limitarse a verificar si el candidato suma los síes suficientes para ser investido, y, en consecuencia, hacer la correspondiente propuesta a la Presidenta del Congreso.
Pretender del Rey que tenga en cuenta, además, las posibilidades del candidato para sacar adelante o no su programa político y sus proyectos de Ley, que contemple las debilidades que deberá sortear el Gobierno en su mandato, y que por ello llegara a aceptar una negativa de Rajoy a ser propuesto, excedería sobremanera las funciones del monarca, que no puede decidir en función de los acuerdos o controversias que puedan darse en el Parlamento. Rajoy estaría cometiendo un fraude constitucional y haciendo cómplice al Jefe del Estado, al reclamar de este una intervención directa sobre competencias que son exclusivas de Las Cortes. El Presidente en funciones no puede chantajear al Rey –y con él, a todos los españoles- pidiendo poco menos que ordene a los diputados socialistas integrarse en el Grupo Popular a cambio de desbloquear la gobernabilidad del país y aceptar su designación como candidato para evitar las terceras elecciones.
Con el globo sonda lanzado por su partido, Rajoy acusa el primer golpe de verse presidiendo un Gobierno sometido a un Parlamento en el que la Oposición supera en número de diputados al Partido Popular, que podrá enmendar y hasta rechazar sus leyes. Un obstáculo que el Presidente en funciones pensaba sorteado con el pueril No es no defendido por Pedro Sánchez y su equipo, que avocaba indefectiblemente a una nueva cita con las urnas, en la que -así lo vaticinan los primeros sondeos publicados- el PP aumentaría sus diputados, acercándose, con o –incluso- sin el apoyo de su socio ideológico Ciudadanos, a la mayoría absoluta.
Si, como ahora parece posible, el PSOE optara por aceptar el fatídico resultado electoral obtenido por Pedro Sánchez, por la izquierda en general, y facilitar mediante la abstención que Mariano Rajoy –u otro candidato popular- sea investido Presidente con los apoyos de su partido y de Ciudadanos, cuando el líder popular acuda a La Zarzuela escuchará del Rey que ha constatado que el candidato del PP está en condiciones de ser investido y puede darse por comenzada la XII Legislatura.
Si por el contrario, Felipe VI aceptara el chantaje y decidiera no encomendar la investidura al candidato popular, estaría participando en la estrategia política del partido ganador de las elecciones generales, y excediendo, hay que insistir, las atribuciones que le otorga la Carta Magna. Si Rajoy rechazara el encargo real, la única salida del monarca sería pedir del PP un nuevo candidato que administre la mayoría parlamentaria de la que dispone, antes que aceptar sin más una nueva disolución de las cámaras legislativas.
El Gobierno resultante tendrá que presentar sus proyectos de Ley de Presupuestos Generales y otros, y admitir que los grupos parlamentarios podrán aprobarlos, enmendarlos o rechazarlos. Porque así es la configuración de Las Cortes que han decidido los españoles para esta Legislatura. Será difícil para un partido poco acostumbrado por sus propios orígenes a prácticas democráticas, pero así son las cosas. Son las reglas del sistema establecido por la Constitución, y, mal que le pese, les son también de aplicación al Partido Popular.
El PP parece dispuesto, empero, a secuestrar el Gobierno y el Parlamento hasta que las condiciones le sean más favorables. Evitarlo está en manos de Felipe VI, del que se espera que no acepte semejante chantaje antidemocrático.