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martes, 25 de octubre de 2016

Lo que Pablo Iglesias no hizo

Publicado en Liverdades y El Socialista Digital.





Pablo Iglesias anda en frenética campaña de acoso y derribo contra el PSOE por desbloquear la gobernabilidad de España y evitar las terceras elecciones. Las del -por fin- sorpasso. Es notoria la inquina contra los socialistas por haber procurado la puesta en marcha de esta XII Legislatura. La que, si Pablo Iglesias consiente, pondrá al  Parlamento sobre el Ejecutivo.

Que el sorpasso tenga que esperar se le atraganta a Pablo Iglesias. ¡Que son 22 años de espera! No poder -tampoco en esta Legislatura, y van dos- liderar la Oposición en el Congreso de los Diputados escuece. En sendos artículos debidamente planificados para el mismo día en Público por el líder podemita y eldiario.es por Alberto Garzón, que ya no lidera nada, cargan con dureza y desprecio contra el partido socialista. Iglesias, con verbo de chabacanería política. Garzón, elegante, culto. Los dos advierten a la opinión pública del tripartito de las oligarquías, transcendiendo de políticos a oráculos que ya adelantan cómo serán los próximos años –o meses-. Reivindicándose oposición única y verdadera.

Años desoladores. Plausibles si Pablo Iglesias decide hacer oposición a la oposición. Al PSOE, no con el PSOE. Opositando a PSOE. Perdido en cábalas electorales. Acaso saborea ya los réditos de bloquear/boicotear los necesarios acuerdos parlamentarios que impidan a la derecha de Rajoy no cumplir el mandato de Las Cortes, olvidar sus tendencias neoliberales y autoritarias.

Para Pablo Iglesias (y Garzón, el agregado) es anatema que la difícil decisión tomada por el PSOE sea dolorosa para sus dirigentes -bien es sabido que lo es para su militancia-. Que se enmarque en un ejercicio de responsabilidad democrática en un país estancado en la aritmética electoral, las exigencias partidistas y la vanidad política. Cómo va a ser eso.

Pablo Iglesias se pide agitación y denosta ya, apenas comenzada, la cosa legisladora. Si no fuera así Rajoy no sería investido esta misma semana. En La Moncloa habría un Presidente socialista y Podemos sería garante, desde el Hemiciclo, de que Pedro Sánchez practicara políticas de progreso.

El acuerdo-trampa que Albert Rivera le colocó al ingenuo y sibilino Sánchez dinamitó la negociación con Podemos, Izquierda Unida y las confluencias. Cierto es. Pero en marzo pasado suponía la única y real oportunidad de sacar a Mariano Rajoy de La Moncloa y airear los ministerios. Pablo Iglesias inventó el muy sanchista “No es NO” con provisión electoralista. Las urnas penalizarían al PSOE y premiarían a Podemos impedir un gobierno presidido por un socialista. Erró. Ambas fuerzas perdieron, el único premio fue para el dontancredismo de Mariano Rajoy.

Iglesias se siente tentado de poner la vertiginosa institucionalización de Podemos al servicio de la más torpe práctica opositora. De comprar el libro de estilo popular: decir no –sistemáticamente- a todo lo que proponga el adversario político. No es la cultura del PSOE ni de otros partidos que han hecho algún alarde de sensatez durante cuatro décadas; el Partido Nacionalista Vasco, por ejemplo. En marzo, Pablo Iglesias temió conformar una oposición constructiva y valiente que arrancara acuerdos de gobernabilidad. Le asustó que su cuerpo electoral –esencialmente, antiguos votantes socialistas- no distinguiera sus méritos y deméritos. Qué sabrán ellos.

El no es no en podemita bebe de la misma fuente de la “pureza ideológica”, la “coherencia” y la “dignidad” en la que se hidrataba Pedro Sánchez antes de mirarse al espejo. Pablo Iglesias la espolvoreó con cal viva y convocó a los españoles a las urnas. Prefirió votar con el Partido Popular para no echar al  Partido Popular. Porque no quería un gobierno “de derechas” dejó a la derechona en La Moncloa.

Nada obligaba a Pablo Iglesias votar el pacto PSOE-Ciudadanos. Pudo abstenerse con IU y los partidos catalanistas (88). PSOE, Ciudadanos, PNV y Coalición Canaria (137) hubiesen investido a Pedro Sánchez frente al PP (123). Pero Iglesias, como le ocurre a muchos dirigentes y militantes socialistas, no discernió abstención y apoyo. Ante oposición determinante apostó por el sorpasso. Y perdió.

Lo que Pablo Iglesias no hizo en Marzo fue echar al Partido Popular de La Moncloa. Ahora, de perfil, elude ser responsable del 26J como maldice que no haya 18D por culpa de los socialistas. Parece que no le consta que Rajoy es más fuerte que seis meses atrás.


La ciudadanía debe temer -teme- esa política. Iglesias reclama radicalización y tono bronco como hecho diferencial frente al establishment. Sueña una Legislatura de zancadillas al PSOE y boicot a la Oposición. Escenificar quién “oposita más grande” es tentador, pero pernicioso para los ciudadanos. Si algo han enseñado las urnas estos cuarenta años de democracia, es que no premian y castigan a los partidos per se. Aprueban y suspenden, suspenden y aprueban, sus acciones y sus consecuencias. Inaugurar la temporada alta del no es no le costó a Podemos un millón de votos, incluso fagocitando a la moribunda Izquierda Unida. Pensar en votos y no en quien los deposita en la urna puede incrementar la factura. Comienza la XII Legislatura. Errejón medita

lunes, 18 de abril de 2016

El desperdiciado órdago de Pedro Sánchez

El día que Pedro Sánchez hizo uso del “comodín del público” en su pulso con el Comité Federal del PSOE y convocó una consulta a las bases sobre los posibles pactos de Gobierno, no lo hizo para que la militancia socialista apoyara elevar a Albert Rivera a los altares del consenso y, de paso, a un despacho de La Moncloa.

Lo hizo en un claro desafío a quienes, ya sea desde el norte o desde el sur, le marcaron unas “líneas rojas” (o no tan rojas) que le advertían contra la tentación de hacer uso de la más elemental aritmética, y constatar que era posible llegar a ser Presidente del Gobierno en segunda votación mediante un pacto con Podemos,  Unidad Popular, las Mareas y Compromís, con el apoyo del PNV (que ya adelantó su predisposición a ello), la abstención de nacionalistas e independentistas (si tan urgente es echar a Rajoy, ¿a qué viene el cerco sanitario?) y el voto en contra de Partido Popular, Ciudadanos, Bildu y hasta Coalición Canaria. Haciendo números, 167 votos a favor, 166 en contra y 17 abstenciones. Y, voilà, el ‘Gobierno del Cambio’ era una realidad. Que nadie se llame a engaño, el órdago al Comité Federal y algunos barones y baronesas se basaba en esa posibilidad.

Qué pasó entre ese momento de valentía y la situación de bloqueo en la que nos encontramos hoy en día es algo que nunca sabremos, pero todos intuimos que se fraguó entre despachos cerrados y muy poca transparencia.

"El pacto con Ciudadanos se muestra incapaz de conformar una mayoría capaz de investir a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. Un pacto sin Ciudadanos, sí. ¿Por qué, si esto es así y todos podemos verlo, seguir insistiendo en culpar a los demás? "

Lo que sí sabemos es que por muchos puntos de encuentro que se pretendan escenificar, a la hora de la verdad el pacto con Albert Rivera no garantiza elementos claves para revertir el trágico balance de la última Legislatura de mayoría absolutísima del Partido Popular. A las pruebas me remito. Ha bastado llevar al Congreso dos iniciativas para paralizar las perversas leyes Mordaza y Wert y constatar que Ciudadanos está más alineado con la derecha del PP de la que forma parte, que con la voluntad de hacer efectivo un pacto de progreso. Sacar adelante ambas iniciativas fue posible gracias al voto de la opción 167, demostrando que la cacareada vía 199 ni existe ni nunca ha existido. Lo mismo puede decirse de la llamada Ley 25 de Emergencia Social defendida por Podemos, que si ha contado con el apoyo mayoritario de la Cámara, a pesar de su “pésima técnica legislativa”, no ha sido con el concurso de la formación naranja, pero sí con el del PSOE.

Sin embargo, desde la dirección socialista se ha iniciado una cruzada mediática basada en la pueril premisa de que si no hay cambio de Gobierno la culpa es de Podemos, partido al que se le exige que apoye un pacto en el que no se les ha invitado a participar, pero se le advierte que quedaría fuera del Ejecutivo y se le impone la voluntad de Albert Rivera como condición sine qua non para, agárrate, “aceptar” sus votos.

Lo cierto es que las matemáticas siguen siendo una ciencia exacta. No existe la vía 199, es una falacia. No pasa de travesía 130, apurando, 131. El pacto con Ciudadanos se muestra incapaz de conformar una mayoría capaz de investir a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. Un pacto sin Ciudadanos, sí. ¿Por qué, si esto es así y todos podemos verlo, seguir insistiendo en culpar a los demás?

En cualquier caso, y como vengo defendiendo desde el minuto uno tras el 20 de diciembre, con la actual composición de Las Cortes el único pacto razonable es aquel que una a las fuerzas de izquierdas -y la dirección del PSOE deberá decidir si ser socialistas sigue siendo ser de izquierdas-, establezca, desde el Gobierno, una nueva “hoja de ruta” (¡qué poco me gusta esta expresión!) para nuestro país y permita visibilizar que con este Congreso y este Senado el cambio deseado no es más que una voluntad compartida con la mayoría de los electores, pero imposible de llevar a cabo en esta Legislatura.


Y volver a convocar, desde el Gobierno -y desde la izquierda-, a los españoles a las urnas. La cerrazón del PSOE y la intransigencia de Ciudadanos –sin menoscabo de la parte que le toca a Podemos, que también la hay- harán imposible hacer las cosas bien, y al final, vuelvo a insistir, será Rajoy quien, sin haber movido un dedo, se permita el lujo de disolver estas Cortes fallidas y rentabilizar, con todo acierto, la división de la izquierda para lograr una nueva mayoría en la que sumar a su discípulo Albert Rivera, que tan bien le habrá allanado el camino para ello.

martes, 5 de abril de 2016

Albert Rivera se quita la careta mientras Pedro Sánchez permanece secuestrado

Aún no se ha logrado conformar el supuesto Gobierno Progresista y Reformista pactado entre PSOE y Ciudadanos y los de Albert Rivera ya han violado, y a lo grande, el espíritu de lo acordado con toda solemnidad mientras los partidos de izquierda esperaban en una sala del Congreso de los Diputados que los representantes socialistas se sentaran a la mesa.

Este martes, los diputados de Ciudadanos, el “socio imprescindible” de Pedro Sánchez para sentarse en el despacho principal de La Moncloa, dejaron solo al PSOE en dos votaciones esenciales para iniciar el camino del cambio, y optaron por sumar sus votos al Partido Popular para impedir la derogación de dos leyes claves del nefasto balance la mayoría absolutísima con la que Mariano Rajoy han construido un país a medida de los intereses de sus patrocinadores, con menos derechos para los ciudadanos, más restricciones de las libertades y la caja pública abierta al exclusivo servicio de la banca y las grandes empresas.

La negativa de Albert Rivera cumplir lo pactado y aliarse con el PP en dos elementos claves para la recuperación de la normalidad democrática es distintiva del tipo de Gobierno que el joven líder de la nueva derecha pretende imponer a Pedro Sánchez. Es también una demostración de fuerza que deja en muy mal lugar al Secretario General del PSOE, que se ha mostrado incapaz de conseguir que el deseado socio para convertirse en Presidente le secunde en dos iniciativas tan importantes como son la derogación de las leyes Mordaza y Wert.

El comportamiento de los diputados de Ciudadanos, supone de facto, un incumplimiento flagrante de lo acordado con el PSOE. Así, ¿con qué fuerza pretende Pedro Sánchez sentarse esta semana en una mesa a tres para pedir a Podemos que se sume a un pacto que, en su primera prueba de fuego, no es respetado por uno de los firmantes que, además, Sánchez insiste en presentar como indisoluble de su propuesta de cambio?

Por su parte, Ciudadanos hace una insolente demostración de fuerza el mismo día en que deja con el culo al aire a Pedro Sánchez, y en vísperas de la deseada reunión a tres bandas cambia su discurso y exige mando en plaza y cuota de sillones en un Consejo de Ministros que más bien parece que no desea que llegue a constituirse.

Albert Rivera actúa atendiendo a lo que dicen los sondeos y se burla del PSOE. Se presenta como garante de un pacto que pueda desalojar al PP del Gobierno y que mantiene secuestrado a Pedro Sánchez, pero al mismo tiempo se dedica a dinamitar dicho pacto, a la espera de que el fracaso desemboque en una convocatoria de unas elecciones que ansía sin disimulo.

Con la distribución actual del Congreso, la grosse koalition que sueña Rivera no requiere de su concurso, y así se lo han dejado bien claro desde el Partido Popular. Su exitosa estrategia desde el 20 de diciembre, empero,  anuncia una nueva aritmética en la que los excluidos serán los partidos de izquierdas, y en la que Rivera podrá cómodamente exigir el lugar que prefiera en un Gobierno doblemente de derechas que perpetúe a Mariano Rajoy y su corrupto partido al timón de nuestro país.


La única salida creíble pasa la inmediata ruptura por parte de Pedro Sánchez del pacto con Albert Rivera, expulsar a Ciudadanos -por traidor- de la negociación prevista con Podemos y recuperar, si es que aún se puede,  la mesa que sabiamente propuso Alberto Garzón y en la que los otros partidos de izquierda se quedaron con cara de lelos mientras Sánchez firmaba a sus espaldas un pacto que les excluía.

También en Ciudadano Pan: 

Interpretar las encuestas; cuestionar la voluntad de cambio


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Liderar la izquierda o Ciudadanos como error de Pedro Sánchez

¿Será Pedro Sánchez el líder de izquierda que España necesita? Lamentablemente, a los líderes solo cabe evaluarlos tras la acción de Gobierno. Análisis sobre intervenciones parlamentarias y discursos más o menos bien esbozados y puestos en escena pueden hacerse, pero la historia de la política, y más la española, nos ha enseñado que, alcanzado el poder, lo que más temen los gobernantes son las hemerotecas.

Con la que está cayendo sobre el Partido Popular (y la que el PP ha dejado caer sobre todos nosotros), difícilmente podremos aceptar los socialistas un resultado que no suponga formar Gobierno y un claro cambio de rumbo. Lo contrario está muy lejos de las expectativas de la militancia del PSOE y, con toda seguridad, del menguante electorado que permanece fiel a nuestras siglas, que se siguen viendo de izquierdas y con voluntad transformadora. En esta tesitura, los guiños del secretario general del PSOE a Ciudadanos y Albert Rivera comienzan a parecer, a mi entender, una llamada de socorro de quien piensa que solo tendrá una oportunidad para llegar a La Moncloa. Es lanzar, creo, un mensaje equivocado.

¿Acaso puede ser la derecha -posición en la que el propio Pedro Sánchez sitúa al partido de Rivera- de Ciudadanos el socio que precisa el PSOE para dar la vuelta como a un calcetín al desgraciado legado de Mariano Rajoy y el Partido Popular? Acreditados el fracaso de la Tercera Vía y la necesidad de poner fin a las políticas neoliberales de la derecha europea que han generado tanta riqueza para unos pocos como pobreza y pérdida de derechos para la mayoría, no.

Como yo lo veo, y con los (para mí) incomprensibles resultados que aventuran todos los sondeos electorales, es bastante improbable que Albert Rivera pactara con el PSOE que Pedro Sánchez fuera Presidente. Más plausible parece que su apoyo recayera en el Partido Popular, probable ganador de las elecciones generales de diciembre y con el que Ciudadanos comparte más afinidad ideológica en modelo económico y de Estado. Un PP que, además, está llamado a sufrir un severo desgaste y desmoronamiento durante la próxima legislatura, como consecuencia de la catarata de juicios por corrupción que se le viene encima, y las más que previsibles condenas de muchos de sus dirigentes y de la propia formación, por no hablar de las “sorpresas” que aún nos deparan Bárcenas y otros imputados populares que se sienten traicionados y abandonados a su suerte. Esto situaría a Ciudadanos en una posición privilegiada para continuar la nada disimulada ocupación del espacio natural de la derecha española, e incluso podría llevarle a un escenario de intercambio de roles en el que el PP acabara siendo la fuerza necesaria para que Albert Rivera conforme mayorías e impedir el avance de la izquierda en legislaturas subsiguientes. Con ese objetivo, sería muy extraño que el líder de la formación naranja dilapidara el aval de su electorado de “centro” y de derecha situando a un socialista en La Moncloa. Pero, si no fuera este el caso, resulta aún más improbable que un gobierno presidido por Pedro Sánchez pudiera sacar adelante promesas electorales de izquierda -derogar la reforma laboral y recuperar derechos de los trabajadores, o avanzar hacia el estado federal-dependiendo del apoyo de Ciudadanos, que obviamente no saldría gratis al candidato socialista.

Así las cosas, el PSOE no debería contemplar, ni siquiera sugerir, futuribles acuerdos de gobernabilidad con partidos que no comparten ideologías y sin ser el claro ganador de las  elecciones con un indiscutible mandato para cambiar el rumbo. La única mayoría a la que los socialistas deben aspirar para evitar otro Ejecutivo del Partido Popular es con fuerzas de izquierda, so riesgo de aparecer, si no, como un partido sin identidad dispuesto a sacrificar (¿otra vez?) sus postulados a cambio del poder. Y de dejar que otras fuerzas (llámense Podemos o candidaturas de unidad popular) emerjan como la verdadera alternativa a las políticas de derecha.

Dejando al margen el contexto catalán, el aparente fracaso -que no fue tal- de los emergentes  en las pasadas elecciones autonómicas y municipales está muy vinculado al deseo de expulsar al PP de las administraciones que venía regentando como cortijos en propiedad, lo que sin duda benefició a un PSOE que, a pesar de perder aún más votos, logró conformar algunos gobiernos regionales y recuperar bastantes ayuntamientos. Empero, puede bastar con que una alianza contra natura y destinada exclusivamente a ocupar como sea La Moncloa defraude las expectativas de la mayoría progresista española y empodere a los emergentes como única alternativa. El Partido Popular ya tiene quien le sustituya. Que al PSOE no le ocurra lo mismo. Lideremos la izquierda.


Nota.- En menos de un mes, el Partido Laborista del Reino Unido liderado por el ‘rojo’ Jeremy Corbyn ha sumado 50.000 nuevos afiliados. Mientras, en España, el PSOE sigue perdiendo militancia.