Hace poco más de cien
días que la ejecutiva regional del extinto Partido Socialista de Madrid, rebautizado
como PSOE-M, decidió cesar
a Antonio Miguel Carmona como portavoz del Grupo Municipal Socialista en el
Ayuntamiento de Madrid con un sencillo y dizque indiscutible argumento defendido
por las más altas instancias federales del partido: la nueva dirección regional
del partido debía contar a su vez con una dirección en el grupo municipal acorde
y de su entera confianza.
Sin embargo, Sara Hernández sugiere ahora, a las puertas del
Congreso Ordinario que deberá celebrarse en pocas semanas, la posibilidad de
una entrada de los concejales socialistas en el equipo de gobierno de Manuela Carmena.
Contradice Sara Hernández sus propios argumentos en lo que bien puede parecer
una “estrategia preventiva” para dejar atado un equipo de gobierno en el Ayuntamiento
afín a la actual y efímera dirección del PSOE madrileño con el que tenga que cargar
la que surja del próximo Congreso, previsto para las primeras semanas del año entrante.
Parece que ya no vale la necesidad de que el grupo municipal,
máxime si forma parte del equipo de gobierno del Ayuntamiento, se configure en sintonía
con la dirección territorial del partido. O también que se pretendiera que la dirección que
surja del Congreso Ordinario, de resultar diferente a la de ahora, comezara su
andadura avocada a provocar una crisis de gobierno en el Ayuntamiento de
Madrid para resituar a los concejales, al aplicar los propios criterios de confianza
defendidos por Sara Hernández y su ejecutiva. ¿Estrategia de “tierra
quemada? Malo para Madrid; malo para el PSOE.
Sara Hernández incumplió, en mi modesta opinión, su principal promesa para alzarse con la secretaria general en las primarias en la
que resultó elegida, que no era otra que dar más voz a la militancia y a las
agrupaciones a la hora de tomar decisiones en el seno del partido socialista de
Madrid. Y lo hizo cuando ocultó que los delegados al Congreso Extraordinario para
los que pidió el voto a las agrupaciones pretendían mermar la representación de dicha
militancia en el Comité Regional, reduciéndolo a la mitad, e incluso cambiar la
propia identidad del partido en Madrid, modificando hasta su nombre. Los delegados
elegidos en sus listas para el Congreso que ratificó su victoria en primarias
concurrieron, pues, con un “programa oculto” muy lejos de la transparencia y la
“democracia de abajo a arriba” preconizada por la propia Hernández en su
campaña.
Ahora, a escasas semanas del Congreso Ordinario que debe
elegir un nuevo equipo directivo -este sí- para cuatro años, Hernández sugiere dejar cerrado un pacto de Gobierno en la capital afín a sus propios intereses dentro del PSOE. No
hay que ser un lince para inferir que lo que pretendería la secretaria general
es configurar a su antojo y desde la dirección saliente la participación socialista
en el equipo de gobierno municipal. Una absoluta contradicción con los motivos que
la propia Sara Hernández defendió en su momento para cesar a Antonio
Miguel Carmona. Insistamos: el grupo municipal y su configuración deben contar
con la confianza de la dirección regional del partido ¿O no era eso? Con tal
premisa argumental, ¿resulta serio ahora
dejar configurado el gobierno municipal en función de los intereses del equipo
saliente de Sara Hernández? ¿No parece más lógico, atendiendo a su propia argumentación,
que sea la dirección emanada del Congreso Ordinario la que decida en ese
sentido?
Cualquier malpensado podría pensar que lo que Sara Hernández
y su equipo provisional pretenden es dejar maniatada a la próxima dirección. A
pesar de las manifestaciones públicas de la líder regional, no es un secreto la
fuerte división interna que está protagonizando su mandato, a la que no son
ajenas la escasa relevancia dada a la militancia a la hora de tomar decisiones.
La última, la conformación de la lista de Madrid a las generales, en la que se
incluyeron nombres en “puestos de salida” (esperemos) que relegaban a los que
solo unos días antes habían propuesto las agrupaciones del partido, con las que ni siquiera se tuvo el buen gusto o la
deferencia de proponerles los “fichajes” de la dirección federal avalados por
la ejecutiva regional. Así, si bien es cierto que la lista propuesta por Sara
Hernández al Comité Regional obtuvo el respaldo del 95 % de los votos
emitidos, no es menos cierto que 150 miembros del máximo órgano regional decidieron no participar en la votación en señal de protesta. Prueba inequívoca de la
división referida. Y es por ello más que razonable apuntar la posibilidad de que
Hernández y su equipo no repitan la pírrica victoria obtenida en el Congreso Extraordinario.
En esta tesitura, lo que Sara Hernández y su ejecutiva estarían
proponiendo es forzar un equipo de gobierno municipal a su antojo, imponiendo criterios
de oportunidad orgánica sobre las necesidades de los madrileños y la propia
voluntad de los militantes socialistas.
O también, y hablando en plata, evitar que el resultado del próximo Congreso Ordinario del partido socialista de Madrid pudiera acabar devolviendo a Antonio Miguel Carmona la
portavocía del Grupo Municipal. Y que este incluso llegara a ser investido como
Vicealcalde de Madrid en un ahora bien considerado pacto de gobierno con Manuela
Carmena.
Si se observan bien las cosas, es fácil ver qué intenciones
esconde cada una de ellas. Lo sensato, a mi entender y a las puertas del
Congreso Ordinario, es llevar el debate de este tema a las asambleas de las
agrupaciones locales del partido socialista, escuchar a unos y otros. Votar y designar
delegados con un mandato claro de lo que quieren los militantes socialistas
como mejor para el gobierno de la Villa y para el propio partido socialista de
Madrid.