Publicado en El Socialista Digital y Liverdades.
El Comité Federal del PSOE debe decidir qué consecuencias prefiere asumir por la posición que defienda ante la investidura de Mariano Rajoy, o cualquier otro candidato del Partido Popular. Opinión pública y gran parte de la militancia decepcionada, incluso enfurecida, o electorado desagradecido.
El Comité Federal del PSOE debe decidir qué consecuencias prefiere asumir por la posición que defienda ante la investidura de Mariano Rajoy, o cualquier otro candidato del Partido Popular. Opinión pública y gran parte de la militancia decepcionada, incluso enfurecida, o electorado desagradecido.
Es fácil
concluir que la abstención -que no es apoyo, lo diga Agamenón o su porquero-
para que una mayoría de síes revaliden al PP al frente del Gobierno, disgustará
a muchas personas. No son pocos los que seguirán argumentando, y con razón, que
no votaron al PSOE para que gobierne el PP, pero hasta estos tienen que admitir
que no fueron suficientes para evitarlo sin más. Aún así, el PSOE dispondrá de
hasta cuatro años (y ojalá sea posible en menos tiempo) para ejercer una Oposición
determinante, con capacidad de bloqueo y de proponer leyes que beneficien a
la ciudadanía y sean aprobadas por el Parlamento, incluso con el voto en contra
del Gobierno y del Partido Popular y la derecha aliada de Ciudadanos. Cuando
los españoles regresen a las urnas, podrán decidir si han perdonado al
Partido Socialista, si su labor parlamentaria ha sido útil y si merece una
mayoría de votos que le permita suceder a la derecha en La Moncloa. No sería la
primera vez, que le pregunten al Presidente Zapatero.
Sin
embargo, si el PSOE opta por mantener el No
es no y provocar la convocatoria de unas terceras elecciones, puede ir
olvidándose de que el electorado reconozca o agradezca haberse mantenido en tan
pueril postura. No hay ningún sondeo que se haya publicado que apunte,
siquiera, a una leve recuperación del apoyo electoral. Al contrario, todos los
indicadores sitúan al Partido Popular al borde de una cómoda mayoría de
derechas que, sustentada en el apoyo de Ciudadanos, sería entre absoluta y muy
absoluta. Ni las tramas gúrteles, los
pitufeos, los bárcenas o las barberás
parecen lastrar las expectativas de voto del PP como lo hace la actual indefinición
del PSOE.
Es más,
todos los sondeos apuntan también a que Podemos lograría el temido sorpasso, y mucho más tras el lamentable
espectáculo ofrecido por la guerra -retransmitida en directo- entre la agónica
ex Comisión Ejecutiva dirigida por Pedro Sánchez y el propio Comité Federal. El
PSOE se enfrenta de manera indubitadamente cierta a la pasokización y a la irrelevancia parlamentaria. Además, con muchas
posibilidades de que esta no tenga marcha atrás.
Así que parece
llegado el amargo momento de enfrentar la realidad con valentía y empezar a
pronunciar, sin más ridículos eufemismos ni vergonzantes circunloquios la
palabra maldita: abstención.
Ejercer
una Oposición a la altura del partido de izquierdas que se espera del PSOE, y
lograr en el Congreso mayorías frente al Gobierno del PP que redunden en
beneficio de los españoles dará al todavía primer partido de la izquierda la
oportunidad de recuperarse y volver a ser una opción de Gobierno. Mantenerse en
el oportunista discurso de los “principios socialistas” para impedir que
gobierne el partido que ha ganado las elecciones, y acudir a las urnas con un más que
previsible resultado catastrófico dejarán todos los principios en mero enunciado, y, con mucha probabilidad, será el
principio -y este sí que muy real- del fin del PSOE.
Abandónese,
pues, la cobardía para enfrentar esta cruda realidad. Siempre será mejor el
enfado que el desagradecimiento de los electores. También de la militancia.