martes, 1 de noviembre de 2016

Los retos del PSOE: Oposición e iniciativa legislativa

Publicado en El Socialista Digital y Liverdades.

El Partido Socialista ha desbloqueado la gobernabilidad y ha puesto en marcha la XII Legislatura. España tendrá Gobierno esta semana y volverá a estar bajo el control de Las Cortes, poniéndose fin a una insólita etapa de rebeldía popular.


El escenario va ser muy adverso. Pesará sobre la Legislatura el permanente chantaje de la derecha aprovechada y desagradecida que se nutre carroñera de la división de la izquierda y el fantasma de la disolución. Mariano Rajoy no podrá pulsar el botón rojo de la convocatoria electoral antes del próximo 3 de mayo (la Ley se lo impide), luego el tiempo apremia.

El ala izquierda del Hemiciclo comparece sumida en graves crisis. Por un lado, Podemos vocifera contra el PSOE mientras oculta que sus propios cimientos acusan síntomas de aluminosis severa. La cuasi virginal formación de los círculos se asoma ya al precipicio de la escisión tras haber concurrido dos veces a las elecciones en menos de un año, y dejarse en el trayecto más de un millón de votos sin siquiera haberse estrenado como un activo para la ciudadanía. En su seno conviven -en impostada armonía- dos almas que se revelan radicalmente incompatibles. Auguran partenogénesis, en dos o más partidos, seguramente antes de las próximas elecciones europeas. Más si estas coinciden con las municipales y autonómicas para las comunidades de la “vía lenta”. Conformar listas electorales acentuará ese riesgo para la soterrada contienda  entre el populismo de Pablo Iglesias y el pragmatismo de Íñigo Errejón, que va camino de volar la convivencia entre dos almas antagónicas. Una, la que busca tener “un pie en Las Cortes y mil en la calle” (Miguel Urbán dixit), y que se pide el rol de único y auténtico poder popular. Otra, la que busca integrarse en las instituciones y apuesta por transformar las decrépitas estructuras  de la Sociedad desde dentro, sin dinamitar la avenencia con quienes opinan diferente. El errejonismo, dicen, es más de propuestas que de protestas, discrepante del plablismo. Es una crisis, esta de Podemos, incipiente e in crescendo, de difícil irreversibilidad.

Por otro lado, la crisis del PSOE. El socialista es un partido centenario cuya historia relata que tiende a salir fortalecido de sus fuertes y cruentas disputas internas. Su epitafio político se ha escrito tantas veces que se podrían editar en versión de tapa dura. De los ejemplos al respecto, que si el marxismo, que si la OTAN, que si la UGT… se ha escrito mucho estos días, y no es cuestión de redundar en ellos. Al contrario de la sintomatología de Podemos, el camino a recorrer por el PSOE -la veteranía es un grado- ha sido siempre el de la recomposición interna y el reencuentro de sectores enfrentados en una causa común. Sufrirá durante un -más bien breve- periodo el fantasma del aún beligerante pedrismo, pero es muy previsible que este se diluya cuando tome conciencia de que las redes sociales no son un retrato muy realista de la idiosincrasia socialista, de que sus -hasta ayer mismo- valedores ya han dado por amortizado a Pedro Sánchez, y, sobre todo, de que a su paso por el Salvados (¡cuánta ironía esconde lo catódico!) de Jordi Évole dejó firmado con tinta felona su testamento político.

Con independencia de cómo se resuelva el complicado proceso congresual que está esperando al PSOE, la pax socialista debe manifestarse más pronto que tarde. Y hacerlo en su exponente más visible, que es el grupo parlamentario. Es donde debe comenzar la reconstrucción del PSOE. Donde debe residir el reto inmediato del principal partido de la izquierda española si pretende seguir siéndolo: liderar la Oposición y capitanear la iniciativa legislativa en el Congreso.

El Grupo Parlamentario Socialista, a pesar de algunas sesudas sentencias rufianescas, y en tanto se resuelvan las directrices políticas que deberán emanar de su próximo Congreso, debe demostrar, todos a una, que no ha abdicado su programa ni sus compromisos electorales, que tendrán que ser forzosamente la hoja de ruta de sus 84 escaños. Pasado el embarazoso trámite con los diputados díscolos (que Esperanza Aguirre definiría maliciosamente como “¿charlita o multita?”), el Grupo está obligado, desde esta misma semana, a conformar un bloque compacto que sea el principal atasco al que se enfrente el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Si el Presidente ha concluido que tiene en el PSOE  un aliado, el PSOE está obligado a responderle como una sola voz que no ha entendido nada en absoluto. Si las rivalidades internas no se quedan en la calle Ferraz y el PSOE no visibiliza unidad de acción en este cometido, sí que tendrá un grave problema con sus electores y su militancia.

De entrada, los diputados socialistas no van a tener fácil marcar la agenda a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, que ya ha dado muestras de dudosa imparcialidad institucional. Tendrán que sortear los intentos de veto del Gobierno, y, “con mucha paciencia y humor”, que diría el profesor Torres Mora, las zancadillas de Pablo Iglesias y su desmedido afán por ser el primero de la clase. Con toda seguridad, Podemos intentará enmendar cada iniciativa del PSOE con una redacción propia, oportunamente amparada en la “voz de la calle”, que dificulte un necesario consenso que no verá electoralmente rentable. Si en algo tuvo razón Pedro Sánchez en su temeraria intervención en Salvados, es que si de verdad hay una coincidente voluntad política para proteger a los españoles del Partido Popular, PSOE y Podemos tendrán que acostumbrarse, más tarde o más temprano, “a trabajar codo con codo”.

Tendrán también que bregar los diputados socialistas con el permanente chantaje con sabor a despedida de los independentistas catalanes. Especialmente de Esquerra Republicana de Catalunya y su zafio ristomejidista  Gabriel Rufián, al que sus mayores sacarán cada cierto tiempo a cagar sobre la soberanía popular para tensionar el ‘proceso de desconexión’, aunque luego tenga que bajar Joan Tardá a recoger sus excrementos verbales con bolsita conciliadora. ERC debe decidir si  va a posibilitar las iniciativas legislativas de la izquierda, y beneficiar con ellas –también- a los todavía ciudadanos españoles de su todavía comunidad autónoma. O si, por el contrario optan por ser cómplices del inmovilismo del Partido Popular y luego presentarse como víctimas del mismo. ERC ya vendió su alma de izquierdas  e indultó a la derecha neoliberal del 3 %, manejada por la molt honorable familia Pujol y el agazapado Artur Mas, en aras de una independencia que, con esos mimbres, apunta a república bananera. Son, por tanto, imprevisibles.

También pesará el permanente abrazo del oso con el que Ciudadanos y PP intentarán cercar al PSOE dentro del llamado bloque constitucionalista. Y lo harán, ironías de la política, exhibiendo el documento pactado por Albert Rivera con Mariano Rajoy y las numerosas coincidencias con el que previamente había suscrito con Pedro Sánchez, que fue ratificado en la ÚNICA CONSULTA que el ex líder socialista hizo a la militancia socialista durante su ominoso mandato. Será ardua tarea eludir que el PSOE había supeditado la fallida presidencia de Sánchez a los mismos acuerdos que el Partido Popular ha firmado con Ciudadanos como programa de Gobierno. Es parte de una herencia envenenada y uno de los yugos más pesados con los que el PSOE va a tener que lidiar lo poco que dure la XII Legislatura. Pero es un arma de doble filo que los socialistas deben aprender a utilizar a su favor para poder sumar a Ciudadanos en determinadas iniciativas. Por ejemplo, las relacionadas con la lucha contra la corrupción y la exigencia de responsabilidades al PP.

Y, por último, y principal, el PSOE depende de su grupo parlamentario para recuperar el liderazgo de la izquierda española fuera del Congreso. El partido socialista está herido de muerte. La feroz batalla desatada en el Comité Federal y la doble dimisión de Pedro Sánchez han devenido monumental enfado entre sus votantes y la ciudadanía en general. Sin  mencionar la notoria fractura dentro de su propia militancia. De nada sirve tratar de explicar por qué el partido más antiguo de nuestro país ha optado liderar una oposición determinante y “entregar” el Gobierno a una organización tan sucia de corrupción y autoritarismo, si la ciudadanía solo percibe tal decisión como el resultado de una lucha cainita por el control del Partido.

El declive del PSOE no es responsabilidad única de Pedro Sánchez. La pérdida de confianza y electores ya fue alarmante con la candidatura encabezada por Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011. Los socialistas pagaron la factura de una crisis económica y social de la que no eran responsables. Pero si no fueron cómplices, ni supieron comprender ni se atrevieron a combatirla con medidas firmes para proteger a los ciudadanos de las consecuencias del enorme agujero financiero provocado por las prácticas poco ortodoxas y el latrocinio de las grandes corporaciones y la banca. Cuando la actualización a la Tercera Vía del proyecto socialdemócrata a finales del siglo pasado se evidenció fallida, el PSOE estaba  desprevenido y sin respuesta. Desde entonces lo único que se ha actualizado es el suelo electoral del socialismo español, al que la irrupción -a izquierda y derecha- de nuevas fuerzas políticas ha pillado  sin proyecto y sin el aprecio de los electores del que gozó durante más de 25 años.

Liderar la Oposición en la actual situación de debilidad de Mariano Rajoy es, pues, el primer reto para un PSOE en el que, a pesar de sus actuales diferencias internas, sigue prevaleciendo una voluntad común que lo identifica como un partido de Gobierno. Los diputados socialistas ha anunciado ya una batería de medidas que van a poner sobre la Mesa del Congreso. A destacar el inicio inmediato de una fase de diálogo social para la aprobación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores y la derogación de la diabólica Reforma Laboral del PP, que, por citar algún ejemplo de sus perversos frutos, ha  convertido la enfermedad en causa de despido objetivo, y ha instaurado condiciones laborales rayanas en la esclavitud para miles de trabajadores. Un diálogo que tiene que empezar por una necesaria subida del Salario Mínimo Interprofesional y la recuperación de la negociación colectiva que el PP voló por los aires con la reforma Báñez. También se ha comprometido a exigir del Congreso la revitalización del Pacto de Toledo. Urge estabilizar la financiación del Sistema de Seguridad Social, y transmitir a la ciudadanía que el vaciamiento interesado de la “hucha de las pensiones” por parte del gobierno popular no supondrá poner en riesgo un derecho que el partido socialista logró consolidar como un pilar básico del Estado del Bienestar español. También poner freno al soterrado derribo de la Ley de Dependencia, el cuarto pilar, que puso un broche brillante a la época dorada del socialismo español.

Otras propuestas que ya están comprometidas por el Grupo Parlamentario Socialista y contempladas en el programa electoral del PSOE son la creación de un ingreso mínimo vital para las familias sin recursos, reconocer el derecho efectivo al subsidio por desempleo a los trabajadores maduros con cargas familiares y a los parados de larga duración mayores de 52 años, reducir el IVA cultural, suprimir el copago farmacéutico a pensionistas y enfermos crónicos, aprobar la igualdad salarial de mujeres y hombres, un gran Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobar una Ley de igualdad de trato y no discriminación, una Ley de muerte digna, prohibir los indultos para delitos relacionados con la corrupción, o garantizar la independencia y la neutralidad de RTVE y de la Agencia EFE. Medidas que se pueden ir imponiendo al Ejecutivo de Mariano Rajoy mediante el consenso, porque el Parlamento es soberano y el Gobierno no.

Pero cobrarse las difíciles piezas que suponen la Reforma Laboral y la recuperación de los derechos robados a los trabajadores, la defensa a ultranza del Sistema de Pensiones y de Dependencia, lograr un gran Pacto de Estado por la Educación, y la abolición de Ley Mordaza, es donde el PSOE debería centrar sus objetivos para los únicos seis meses que está garantizada la duración de esta Legislatura. Alcanzar esos objetivos, o al menos, convertirlos en el ariete con el que PSOE aborde el enorme reto que tiene por delante, permitirá a los socialistas volver a situarse como referente de la izquierda española frente al populismo que se alimenta de sus fracasos y sus divisiones. Y también frente a una derecha corrompida y egoísta que se muestra inexplicablemente  -o no tanto-  imbatible en las urnas.


El reto es apabullante. Sortear los obstáculos y no ceder en su empeño es difícil, pero no imposible. Si, por el contrario los diputados socialistas capitulan en estrategias de carácter orgánico, posicionamientos en bandos y cainitas batallas por el liderazgo regadas de acusaciones de colaboracionismo con el PP, estarán sirviendo en bandeja a otros el liderazgo de la Oposición en lo inmediato. Y la alternativa de Gobierno en un futuro que puede estar más cercano de lo deseado.