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martes, 23 de enero de 2018

Los sondeos electorales cotizarán al alza en 2018

Tras el fiasco soberanista , El Objetivo de Ana Pastor inauguró ayer el nuevo curso político 
Los últimos sondeos electorales dicen que los socialistas apenas crecen para llegar a ser apreciados como única  alternativa de Gobierno, opción sólida y segura frente al Partido Popular. Las encuestas sí confirman al PSOE como una fuerza parlamentaria imprescindible en el momento político de la España de 2018. Como son, en igual medida, el Partido Popular y -al parecer de la demoscopia y ya casi sin discusión- Ciudadanos.

Y también Podemos. Los estudios más recientes advierten un severo castigo del electorado a la formación morada. Pero este, a pesar de su envergadura, no incide significativamente sobre el apoyo a los socialistas, lo que lo analistas entienden como un voto en suspenso, pero que no está definitivamente perdido. La caída que las encuestas revelan a Podemos no se trasvasa. No deberían excitarse en exceso, pues, quienes creen que la máquina electoral de los de Pablo Iglesias -y sus socios del PCE- no será capaz de remontar el bache provocado por su reciente affair, cuasi sexual, con los secesionistas catalanes. Capaz de hacerse perdonar, a aras del “sí se puede”, el temerario coqueteo; rupturista, al fin y al cabo. En las próximas semanas la dirección morada reactivará con fuerza sus propuestas de democracia radical como única lógica política, el campo de acción para lograr lo humano y lo posible. Atenuado el conflicto catalán, la épica podemita volverá por tierra, meme y Twitter con la promesa de una vida mejor en la otra orilla del Rubicón. Frente al #bloquemonárquico.

En estas, los partidos independentistas emplazan a Pedro Sánchez, en prime time televisivo y riguroso directo, a que presente una moción de censura para echar de La Moncloa a Mariano Rajoy. Con el tan sorprendente como novedoso compromiso explícito de Joan Tardà de que su partido renunciará a exigir el referéndum. Lo que a su vez lleva implícito el reconocimiento de que el procés está amortizado por una buena temporada. “A cambio de nada. Sólo de echar a Rajoy”, insistió Tardà , refrendado allí mismo por el PDeCAT en boca del diputado Carles Campuzano.

Los independentistas saben que la revolución del 1 de Octubre está irremisible herida de muerte, y que de las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno, entre el Parlament y el Congreso, depende que el inminente funeral sea más plácido que traumático. Si hay algo que los independentistas se han cuidado de no dejar nunca de recordar, es que el deseo de casi la mitad de los catalanes de romper con España mantiene un parentesco directo con la acción de Gobierno y oposición de los populares capitaneados por Mariano Rajoy. Es por eso que el inexorable armisticio que los de Esquerra y los ex convergentes van a tener que calzar -sí o sí- a su electorado, será menos traumático si las claudicaciones no tienen que hacerse ante un gobierno del PP.

Hace poco más de un año, el partido socialista se rompió por la mitad porque Pedro Sánchez se mostraba dispuesto a explorar con Esquerra y el incipiente PDeCAT mayorías alternativas a la actual de la derecha, mientras que el Comité Federal del partido  -el máximo órgano de decisión entre congresos- marcaba una fatídica línea roja que excluía el referéndum catalán de cualquier acuerdo para impedir que el PP, ganador de las elecciones el 20D y el 26J, gobernara. Si la propuesta que ERC y PDeCAT hicieron el domingo al PSOE ante millones de espectadores se hubiese formulado en iguales términos en septiembre de 2016, Pedro Sánchez estaría hoy celebrando su primer año como inquilino de La Moncloa, y el PSOE no sería un partido que aún se lame las heridas y mira de reojo al propio compañero.


“La legislatura ha muerto”

La oferta de ERC y PDeCAT se produce en un momento en el que Pedro Sánchez se ha lanzado a recorrer  kilómetros equivalentes al diámetro de La Tierra para advertir en las asambleas abiertas que la XII Legislatura está agotada. Y que sólo el PSOE tiene hoy una respuesta para los problemas de España.

No habían pasado 18 horas desde la finalización de El Objetivo cuando, en su peculiar estilo, Podemos oficializaba, vía Twitter, el apoyo a una eventual moción de censura encabezada por el PSOE, con Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno.
Sánchez repite cada día en una provincia, como un mantra, que lo fundamental en este momento es que “la legislatura ha muerto". Que el Gobierno está paralizado por la corrupción, y que Rajoy es "un lastre para nuestro país". Que no hay pulso ni iniciativa política, que ninguno de los problemas que existían en España antes de que Rajoy llegara al Gobierno se han resuelto. "Más bien se han incrementado, como la pobreza o Cataluña", lamenta el líder del nuevo PSOE, que recuerda que "casi en febrero, aún no tenemos el borrador del Presupuesto, que la desigualdad entre hombres y mujeres ha aumentado...”. 

El órdago televisivo de ERC y PDeCAT, asumido este lunes por Pablo Echenique, cogió desprevenido al atónito portavoz oficial de la Ejecutiva Federal socialista, Óscar Puente, y los españoles tuvimos que esperar a que, pasadas 15 horas, compareciera el número tres del PSOE, Ábalos, para decir que, si bien no descarta “de plano” recurrir a ella en lo que queda de legislatura, “no es posible presentar una moción de censura con esos apoyos". 

Tiene razón Ábalos en desconfiar de los soberanistas que hoy lloran al PSOE una salida honrosa del callejón sin salida en el que han metido a los catalanes. Pero si, como dice Pedro Sánchez, el PSOE está listo para gobernar, también debería estarlo para enfrentar con garantías de éxito un proceso electoral. Tanto como seguro está Sánchez de lo pernicioso que resulta para España cada día que Rajoy permanece en La Moncloa.

Cabe preguntarse si no sería buen momento de sondear al PNV para saber si el ofrecimiento de Podemos, ERC y PDeCAT sería avalado y, sobre todo, ponderado, por el imprescindible apoyo de los nacionalistas vascos. Tras la aprobación del apaciguador Cupo hasta el año 2021, el PNV y el Gobierno Vasco ni ganan ni pierden con la continuidad de Mariano Rajoy, pero seguro que comparten la idea de que las heridas del conflicto catalán cicatrizarían antes y mejor sin el PP en el Gobierno.

Para este nuevo PSOE no va a ser fácil defender por la mañana -sobre todo ante el confuso votante de Podemos al que Pedro Sánchez mira con indisimulado deseo- que lo urgente es una mayoría de progreso, y no querer transitar por la tarde el inesperado camino abierto este domingo, máxime con el campo de minas soberanista auto desactivado. Si tan seguro está de que su perfil presidencial está listo, pero Sánchez -y ello le honra- considera perentorio el refrendo en las urnas, no tiene más que sentarse en su despacho de La Moncloa tras una eventual moción de censura, y firmar como primer, único y ejemplar decreto presidencial la disolución de Las Cortes y convocatoria de elecciones generales, y poner fin a una legislatura  que él mismo ha dado por "muerta". Que el pueblo hable. Atendiendo al discurso que llevó a Pedro Sánchez a derrotar a Susana Díaz, con indiscutible heroicidad, en las tremendas primarias del pasado mayo, si la Legislatura está agotada, nada justifica alargar la agonía pudiendo, hoy mismo, y como tanto gusta al secretario general del PSOE, escuchar la voz de la ciudadanía. Un buen primer paso sería consultar a la militancia socialista si el PSOE debe atender o no la propuesta lanzada a través de El Objetivo.

También es posible que por un legítimo cálculo electoral, el astuto Pedro Sánchez prefiera esperar. Si el sibilino Rajoy no sorprende adelantando las generales como hizo con las catalanas, las primeras elecciones decisivas en el horizonte serán las previstas para marzo de 2019 en Andalucía. Nadie pondría hoy en duda que la marca PSOE crece como la espuma en cada convocatoria electoral del sur de España, que ya se encargan los socialistas andaluces de que no coincidan con otras elecciones. Nadie discute que Susana Díaz -incluso cualquier otro candidato del PSOE de Andalucía-, ganará al PP las elecciones autonómicas. Y que todas las alianzas posibles de tejer en las Cinco Llagas tendrán como resultado una presidenta -o un presidente- de la Junta socialista. Es un cálculo sensato, audaz, de rentabilidad electoral cierta, que explica que en menos de seis meses Adriana Lastra haya pasado de describir un actor más de la derecha española, a ver en Susana Díaz "una referente política que está transformando la realidad de Andalucía con políticas de izquierdas". Pero pasa por que Rajoy permanezca en La Moncloa, al menos, hasta la primavera de 2019. Difícilmente casan interés general y cálculo electoralista en la retórica del sanchismo. 

Más de un año en el que Ciudadanos, empoderado y estimulado por los sondeos, buscará consolidar también su imagen de "partido de Gobierno" y el perfil presidencial de Albert Rivera. Aunque hoy mismo, cuando las encuestas más le sonríen, el proyecto de la formación naranja se perciba, en palabras de Iñaki Gabilondo, “impreciso, turbio e inmaduro”, muy mal tendría que jugar sus cartas Rivera para no optimizar al máximo los réditos de la aplaudida y recompensada determinación de su partido ante el reciente desafío soberanista. También su agradecida posición de partido bisagra, capaz de conformar mayorías parlamentarias a su derecha en Madrid y a su izquierda en Andalucía, con escaso riesgo de desgaste por la acción de Gobierno de Cristina Cifuentes o de Susana Díaz. Y un largo año en el que Podemos sabrá, sin duda, quitar hierro a su fugaz romance con la revuelta soberanista, agonizante. 


Quién puede saber entonces qué podrán decir los sondeos dentro de un año. Si las circunstancias que han puesto hoy ante Pedro Sánchez una oportunidad única para todos los partidos, serán las mismas que las de este enero de 2018. O si a medida que se acerquen las elecciones, se irán evaporando. Lo que es seguro es que los sondeos electorales cotizarán al alza en los próximos meses.

martes, 1 de noviembre de 2016

Los retos del PSOE: Oposición e iniciativa legislativa

Publicado en El Socialista Digital y Liverdades.

El Partido Socialista ha desbloqueado la gobernabilidad y ha puesto en marcha la XII Legislatura. España tendrá Gobierno esta semana y volverá a estar bajo el control de Las Cortes, poniéndose fin a una insólita etapa de rebeldía popular.


El escenario va ser muy adverso. Pesará sobre la Legislatura el permanente chantaje de la derecha aprovechada y desagradecida que se nutre carroñera de la división de la izquierda y el fantasma de la disolución. Mariano Rajoy no podrá pulsar el botón rojo de la convocatoria electoral antes del próximo 3 de mayo (la Ley se lo impide), luego el tiempo apremia.

El ala izquierda del Hemiciclo comparece sumida en graves crisis. Por un lado, Podemos vocifera contra el PSOE mientras oculta que sus propios cimientos acusan síntomas de aluminosis severa. La cuasi virginal formación de los círculos se asoma ya al precipicio de la escisión tras haber concurrido dos veces a las elecciones en menos de un año, y dejarse en el trayecto más de un millón de votos sin siquiera haberse estrenado como un activo para la ciudadanía. En su seno conviven -en impostada armonía- dos almas que se revelan radicalmente incompatibles. Auguran partenogénesis, en dos o más partidos, seguramente antes de las próximas elecciones europeas. Más si estas coinciden con las municipales y autonómicas para las comunidades de la “vía lenta”. Conformar listas electorales acentuará ese riesgo para la soterrada contienda  entre el populismo de Pablo Iglesias y el pragmatismo de Íñigo Errejón, que va camino de volar la convivencia entre dos almas antagónicas. Una, la que busca tener “un pie en Las Cortes y mil en la calle” (Miguel Urbán dixit), y que se pide el rol de único y auténtico poder popular. Otra, la que busca integrarse en las instituciones y apuesta por transformar las decrépitas estructuras  de la Sociedad desde dentro, sin dinamitar la avenencia con quienes opinan diferente. El errejonismo, dicen, es más de propuestas que de protestas, discrepante del plablismo. Es una crisis, esta de Podemos, incipiente e in crescendo, de difícil irreversibilidad.

Por otro lado, la crisis del PSOE. El socialista es un partido centenario cuya historia relata que tiende a salir fortalecido de sus fuertes y cruentas disputas internas. Su epitafio político se ha escrito tantas veces que se podrían editar en versión de tapa dura. De los ejemplos al respecto, que si el marxismo, que si la OTAN, que si la UGT… se ha escrito mucho estos días, y no es cuestión de redundar en ellos. Al contrario de la sintomatología de Podemos, el camino a recorrer por el PSOE -la veteranía es un grado- ha sido siempre el de la recomposición interna y el reencuentro de sectores enfrentados en una causa común. Sufrirá durante un -más bien breve- periodo el fantasma del aún beligerante pedrismo, pero es muy previsible que este se diluya cuando tome conciencia de que las redes sociales no son un retrato muy realista de la idiosincrasia socialista, de que sus -hasta ayer mismo- valedores ya han dado por amortizado a Pedro Sánchez, y, sobre todo, de que a su paso por el Salvados (¡cuánta ironía esconde lo catódico!) de Jordi Évole dejó firmado con tinta felona su testamento político.

Con independencia de cómo se resuelva el complicado proceso congresual que está esperando al PSOE, la pax socialista debe manifestarse más pronto que tarde. Y hacerlo en su exponente más visible, que es el grupo parlamentario. Es donde debe comenzar la reconstrucción del PSOE. Donde debe residir el reto inmediato del principal partido de la izquierda española si pretende seguir siéndolo: liderar la Oposición y capitanear la iniciativa legislativa en el Congreso.

El Grupo Parlamentario Socialista, a pesar de algunas sesudas sentencias rufianescas, y en tanto se resuelvan las directrices políticas que deberán emanar de su próximo Congreso, debe demostrar, todos a una, que no ha abdicado su programa ni sus compromisos electorales, que tendrán que ser forzosamente la hoja de ruta de sus 84 escaños. Pasado el embarazoso trámite con los diputados díscolos (que Esperanza Aguirre definiría maliciosamente como “¿charlita o multita?”), el Grupo está obligado, desde esta misma semana, a conformar un bloque compacto que sea el principal atasco al que se enfrente el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Si el Presidente ha concluido que tiene en el PSOE  un aliado, el PSOE está obligado a responderle como una sola voz que no ha entendido nada en absoluto. Si las rivalidades internas no se quedan en la calle Ferraz y el PSOE no visibiliza unidad de acción en este cometido, sí que tendrá un grave problema con sus electores y su militancia.

De entrada, los diputados socialistas no van a tener fácil marcar la agenda a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, que ya ha dado muestras de dudosa imparcialidad institucional. Tendrán que sortear los intentos de veto del Gobierno, y, “con mucha paciencia y humor”, que diría el profesor Torres Mora, las zancadillas de Pablo Iglesias y su desmedido afán por ser el primero de la clase. Con toda seguridad, Podemos intentará enmendar cada iniciativa del PSOE con una redacción propia, oportunamente amparada en la “voz de la calle”, que dificulte un necesario consenso que no verá electoralmente rentable. Si en algo tuvo razón Pedro Sánchez en su temeraria intervención en Salvados, es que si de verdad hay una coincidente voluntad política para proteger a los españoles del Partido Popular, PSOE y Podemos tendrán que acostumbrarse, más tarde o más temprano, “a trabajar codo con codo”.

Tendrán también que bregar los diputados socialistas con el permanente chantaje con sabor a despedida de los independentistas catalanes. Especialmente de Esquerra Republicana de Catalunya y su zafio ristomejidista  Gabriel Rufián, al que sus mayores sacarán cada cierto tiempo a cagar sobre la soberanía popular para tensionar el ‘proceso de desconexión’, aunque luego tenga que bajar Joan Tardá a recoger sus excrementos verbales con bolsita conciliadora. ERC debe decidir si  va a posibilitar las iniciativas legislativas de la izquierda, y beneficiar con ellas –también- a los todavía ciudadanos españoles de su todavía comunidad autónoma. O si, por el contrario optan por ser cómplices del inmovilismo del Partido Popular y luego presentarse como víctimas del mismo. ERC ya vendió su alma de izquierdas  e indultó a la derecha neoliberal del 3 %, manejada por la molt honorable familia Pujol y el agazapado Artur Mas, en aras de una independencia que, con esos mimbres, apunta a república bananera. Son, por tanto, imprevisibles.

También pesará el permanente abrazo del oso con el que Ciudadanos y PP intentarán cercar al PSOE dentro del llamado bloque constitucionalista. Y lo harán, ironías de la política, exhibiendo el documento pactado por Albert Rivera con Mariano Rajoy y las numerosas coincidencias con el que previamente había suscrito con Pedro Sánchez, que fue ratificado en la ÚNICA CONSULTA que el ex líder socialista hizo a la militancia socialista durante su ominoso mandato. Será ardua tarea eludir que el PSOE había supeditado la fallida presidencia de Sánchez a los mismos acuerdos que el Partido Popular ha firmado con Ciudadanos como programa de Gobierno. Es parte de una herencia envenenada y uno de los yugos más pesados con los que el PSOE va a tener que lidiar lo poco que dure la XII Legislatura. Pero es un arma de doble filo que los socialistas deben aprender a utilizar a su favor para poder sumar a Ciudadanos en determinadas iniciativas. Por ejemplo, las relacionadas con la lucha contra la corrupción y la exigencia de responsabilidades al PP.

Y, por último, y principal, el PSOE depende de su grupo parlamentario para recuperar el liderazgo de la izquierda española fuera del Congreso. El partido socialista está herido de muerte. La feroz batalla desatada en el Comité Federal y la doble dimisión de Pedro Sánchez han devenido monumental enfado entre sus votantes y la ciudadanía en general. Sin  mencionar la notoria fractura dentro de su propia militancia. De nada sirve tratar de explicar por qué el partido más antiguo de nuestro país ha optado liderar una oposición determinante y “entregar” el Gobierno a una organización tan sucia de corrupción y autoritarismo, si la ciudadanía solo percibe tal decisión como el resultado de una lucha cainita por el control del Partido.

El declive del PSOE no es responsabilidad única de Pedro Sánchez. La pérdida de confianza y electores ya fue alarmante con la candidatura encabezada por Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011. Los socialistas pagaron la factura de una crisis económica y social de la que no eran responsables. Pero si no fueron cómplices, ni supieron comprender ni se atrevieron a combatirla con medidas firmes para proteger a los ciudadanos de las consecuencias del enorme agujero financiero provocado por las prácticas poco ortodoxas y el latrocinio de las grandes corporaciones y la banca. Cuando la actualización a la Tercera Vía del proyecto socialdemócrata a finales del siglo pasado se evidenció fallida, el PSOE estaba  desprevenido y sin respuesta. Desde entonces lo único que se ha actualizado es el suelo electoral del socialismo español, al que la irrupción -a izquierda y derecha- de nuevas fuerzas políticas ha pillado  sin proyecto y sin el aprecio de los electores del que gozó durante más de 25 años.

Liderar la Oposición en la actual situación de debilidad de Mariano Rajoy es, pues, el primer reto para un PSOE en el que, a pesar de sus actuales diferencias internas, sigue prevaleciendo una voluntad común que lo identifica como un partido de Gobierno. Los diputados socialistas ha anunciado ya una batería de medidas que van a poner sobre la Mesa del Congreso. A destacar el inicio inmediato de una fase de diálogo social para la aprobación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores y la derogación de la diabólica Reforma Laboral del PP, que, por citar algún ejemplo de sus perversos frutos, ha  convertido la enfermedad en causa de despido objetivo, y ha instaurado condiciones laborales rayanas en la esclavitud para miles de trabajadores. Un diálogo que tiene que empezar por una necesaria subida del Salario Mínimo Interprofesional y la recuperación de la negociación colectiva que el PP voló por los aires con la reforma Báñez. También se ha comprometido a exigir del Congreso la revitalización del Pacto de Toledo. Urge estabilizar la financiación del Sistema de Seguridad Social, y transmitir a la ciudadanía que el vaciamiento interesado de la “hucha de las pensiones” por parte del gobierno popular no supondrá poner en riesgo un derecho que el partido socialista logró consolidar como un pilar básico del Estado del Bienestar español. También poner freno al soterrado derribo de la Ley de Dependencia, el cuarto pilar, que puso un broche brillante a la época dorada del socialismo español.

Otras propuestas que ya están comprometidas por el Grupo Parlamentario Socialista y contempladas en el programa electoral del PSOE son la creación de un ingreso mínimo vital para las familias sin recursos, reconocer el derecho efectivo al subsidio por desempleo a los trabajadores maduros con cargas familiares y a los parados de larga duración mayores de 52 años, reducir el IVA cultural, suprimir el copago farmacéutico a pensionistas y enfermos crónicos, aprobar la igualdad salarial de mujeres y hombres, un gran Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobar una Ley de igualdad de trato y no discriminación, una Ley de muerte digna, prohibir los indultos para delitos relacionados con la corrupción, o garantizar la independencia y la neutralidad de RTVE y de la Agencia EFE. Medidas que se pueden ir imponiendo al Ejecutivo de Mariano Rajoy mediante el consenso, porque el Parlamento es soberano y el Gobierno no.

Pero cobrarse las difíciles piezas que suponen la Reforma Laboral y la recuperación de los derechos robados a los trabajadores, la defensa a ultranza del Sistema de Pensiones y de Dependencia, lograr un gran Pacto de Estado por la Educación, y la abolición de Ley Mordaza, es donde el PSOE debería centrar sus objetivos para los únicos seis meses que está garantizada la duración de esta Legislatura. Alcanzar esos objetivos, o al menos, convertirlos en el ariete con el que PSOE aborde el enorme reto que tiene por delante, permitirá a los socialistas volver a situarse como referente de la izquierda española frente al populismo que se alimenta de sus fracasos y sus divisiones. Y también frente a una derecha corrompida y egoísta que se muestra inexplicablemente  -o no tanto-  imbatible en las urnas.


El reto es apabullante. Sortear los obstáculos y no ceder en su empeño es difícil, pero no imposible. Si, por el contrario los diputados socialistas capitulan en estrategias de carácter orgánico, posicionamientos en bandos y cainitas batallas por el liderazgo regadas de acusaciones de colaboracionismo con el PP, estarán sirviendo en bandeja a otros el liderazgo de la Oposición en lo inmediato. Y la alternativa de Gobierno en un futuro que puede estar más cercano de lo deseado.

sábado, 22 de octubre de 2016

Yo tampoco voté al PSOE para que gobierne el PP

Yo tampoco voté al PSOE para que gobierne el PP, es cierto. El problema es que los que votaron al PP para que no gobierne el PSOE sumaron dos millones y medio más de votos (PP: 7.906.185, PSOE: 5.424.709). Y que casi seis millones de votantes de izquierda (Podemos y confluencias. ERC y Bildu) no creyeron que Pedro Sánchez mereciera ganar las elecciones, por lo que apostaron por otros partidos. Y que la suma de votos de izquierdas (incluyendo a ERC), se quedan a un millón de votos por debajo de la suma de derechas.

Por otro lado es falso que haya una alternativa de izquierdas. Ni PNV ni Convergencia son partidos de izquierda, y sin sus votos no habría gobierno alternativo posible (pudo haberlo tras las elecciones del 20D, con su abstención, pero Pedro Sánchez no había descubierto aún la izquierda en aquella época y se declaraba "centrista de toda la vida" para reclamar apoyo al pacto-trampa de Albert Rivera).
Un pacto con ERC y CDC hoy es imposible porque el "proceso de desconexión" sería un permanente chantaje a la estabilidad gubernamental. Y además, contendría un elevado componente de hipocresía sumar a la derecha catalana de Pujol y Mas y llamarlo "acuerdo contra la corrupción o los recortes del PP". Juzgados y hemerotecas lo corroboran.
La alternativa de convocar terceras elecciones es, pues, la salida de quien no quieren admitir que no se han ganado las elecciones. Y quien no acepta los resultados, no puede dar lecciones de democracia a nadie. La hipocresía no es buena receta para ganar credibilidad. Y, mucho menos, votos.
[Así que, por favor, mañana, dejemos la impostura y aceptemos la vuelta a la cordura. Y por supuesto, iniciemos ya de una vez el debate de por qué el PSOE no es hoy un partido de gobierno. Y esto, desde luego, no es solo culpa de Pedro Sánchez.]