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lunes, 14 de mayo de 2012

300 vs 200.000


Cuando una ciudadana o un ciudadano se acerca al Partido Socialista con intención de afiliarse, lo hace porque tiene ideología, inquietud y ganas de transformar la sociedad desde la izquierda. Nunca para formar parte de una masa sin criterio de la que hacer uso, debidamente ordenada, customizada y transportada, en vísperas electorales. 

Ayer, Ramón Jáuregui, anunció que se va a buscar la ayuda de 300 "expertos", ajenos al Partido y seleccionados por la actual dirección, para que, "distribuidos en 12 o 15 grupos de trabajo" relaten a Jáuregui ideas con las que elaborar un documento político sobre temas de tanta envergadura como "la reforma del Congreso, el Senado o el sistema electoral". Posteriormente, la dirección del PSOE someterá dicho documento a la aprobación del partido en la Conferencia Política.


No es la primera vez que afirmo que es muy desmoralizador formar parte de una organización en la que cuando vas a  participar en algo, te encuentras que ya está todo hecho. Que los documentos están redactados, que los debates están limitados, que las candidaturas están decididas… En la que, cuando las cosas van bien, acceder a la sede principal requiere de DNI, estricta invitación y enormes medidas de seguridad, mientras que cuando se teme lo peor, te inundan el teléfono móvil de llamadas y mensajes “recordándote” que “estás invitado” a compartir la (trágica) noche electoral con el líder de turno. Una organización que cuenta con más de 200.000 afiliados -y diversas fundaciones-, y que tiene que buscar hasta 300 expertos que Jáuregui no ha aclarado si, además -como es lógico- cobrarán por decirnos a los dos centenares de miles de socialistas españoles qué tenemos que pensar y qué tenemos que proponer a nuestros conciudadanos para situarnos en el siglo XXI.

El anuncio se produce sólo unas horas después de que una multitudinaria marea humana inundara ayer la Puerta del Sol para volver a reclamar a la clase política que "baje del pedestal" y escuche "la voz del pueblo". Y de que el Gobierno de Mariano Rajoy disolviera violentamente -aunque sin incidentes, dada la enorme sensatez de los desalojados- a un centenar de personas que debatía en el kilómetro cero, 'ocupada' como señal de protesta por la lamentable situación de nuestro país y el mundo en general. Ni una mención al respecto por parte de la dirección del PSOE. Ni a la impresionante manifestación, ni al atentado a las libertades perpetrado por el Gobierno del PP. Sin embargo, Alfredo Pérez Rubalcaba, entre otros,  sí tuvo tiempo para felicitar, vía Twitter, a los socialistas alemanes por haber ganado las elecciones en Renania a la CDU de Ángela Merkel. Un mensaje escueto y de marcado carácter triunfalista emitido desde una España en la que las encuestas dicen que, a pesar de las políticas de acoso y derribo del Estado del Bienestar por parte del Partido Popular, el Partido Socialista continúa 11 clamorosos puntos por debajo en intención de voto y no consigue, ni por asomo, recuperar la confianza perdida.

Dirigentes que deciden hablar en nombre de todos, pero que cuando no saben qué deben decir, deciden buscar en el exterior -y previo pago- lo que la militancia debe escuchar, pero que no parece haberse planteado escuchar a una militancia que hasta es posible que disponga de las respuestas que se buscan. No debe ser muy descabellado imaginarlo entre doscientas mil personas. Pero, algo es algo, las bases -se entiende que por la misma vía de delegaciones "del siglo XX"- podrán votar en una Conferencia Política el documento que Jáuregui presente tras plasmar en él las conclusiones relatadas por los expertos. 

Cuatro millones de españoles dieron la espalda al PSOE en las últimas elecciones generales. Muchos de ellos, desencantados con una clase política incapaz de comprender qué está pasando a ras del suelo. Otros muchos, porque ven cómo las recetas de los expertos se alejan de sus necesidades, y, sobre todo, de su propio vocabulario de ciudadanía de base.  

En el último congreso federal del PSOE se decidió posponer algunas decisiones -que se consideraron, sin que muchos entendamos aún por qué, delicadas para decidir en Sevilla- a una Conferencia Política que, entre otras cosas, debería abordar con valentía, las formas de aumentar la participación de la militancia en las decisiones más importantes del Partido. Elección directa (1 militante = 1 voto) de los secretarios generales, posibilidad de implantar las listas abiertas en la elección de los órganos de dirección y abrir a los simpatizantes las primarias de nuestros candidatos en las elecciones parecían entonces los temas más importantes a debatir en la pospuesta conferencia. Ninguno de estos temas ha sido citado por Jáuregui en el anuncio de las tareas que no ha quedado claro si el Partido va poner a los expertos, o los expertos al Partido.

Más y mejor democracia es lo que la ciudadanía está demandando. Los socialistas debemos ser el ejemplo de que conseguirlo es posible. El anuncio de Ramón Jáuregui no se compadece con esa demanda colectiva, dentro y fuera del PSOE. Demanda que es necesario atender cuanto antes o nos seguiremos alejando de una sociedad que queremos transformar y mejorar y que, con la que está cayendo, sigue sin ver en el Partido Socialista la solución que es y debe ser.

OTROSÍ DIGO.-  Personalmente, considero que sería necesario celebrar las elecciones primarias para candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno cuanto antes, pues nadie puede asegurar que en la actual situación política y económica de nuestro país, el Gobierno de Mariano Rajoy esté en condiciones de terminar la legislatura sin una fuerte contestación ciudadana, lo que podría llevar al Presidente a adelantar unos comicios para buscar un refrendo a sus políticas que sólo podrá conseguir si el PSOE continúa en el actual estado de crisis de ideología y liderazgo que, en mi opinión, se encuentra. 

domingo, 13 de mayo de 2012

La voz del pueblo no es ilegal

Publicado en Diario Progresista


Espectacular y sobrecogedor. El ´grito de silencio´ que tuvo lugar en el minuto cero del día de hoy en la Puerta del Sol, sin duda erizó la piel de las miles de personas que participaron en él. Si la unión hace la fuerza, el kilómetro cero de Madrid era una plaza fortificada al cierre de esta edición de Diario Progresista. Decenas de miles de personas unían sus voces de protestas contra las medidas tomadas por el Gobierno y dictadas por "los mercados". La noche prometía ser larga.
La voz del pueblo no es ilegalDesafiando el ‘toque de queda’ que había dictado la Delegada del Gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes, y demostrando que el discurso que hace un año llenó las plazas de España de acampadas de protesta sigue más que vivo, más de 50.000 personas esperaban las campanadas del reloj de la Casa de Correos al grito de “la voz del Pueblo no es ilegal”. Escenas similares se daban en el resto de España. Otras consignas ya conocidas, como que “no nos representan” y “lo llaman democracia y no lo es” protagonizaron los cánticos propios del movimiento nacido el 15 de mayo del pasado año.

Si la que comenzó ayer fuera realmente una movilización antisistema, el sistema debería preocuparse. Sin embargo, como ocurrió hace un año, las miles de personas que ayer ocuparon varias capitales de provincia en España (y hasta 160 en el resto del mundo) no luchan contra el sistema. Ayer, como entonces, los indignadossalieron a la calle porque lo que quieren es que el sistema funcione como debería. Como la organización social en la que todos caben y todos pueden convivir en igualdad de oportunidades. 

En 2011, la movilización que derivó en la conocida como #acampadasol (y las otras) protestaba contra las medidas que se estaban tomando para paliar los efectos de la crisis, en 2012. Sin embargo, el movimiento 15-M ha demostrado cierta madurez organizativa renunciando a montar de nuevo las acampadas que mantuvieron en jaque a las autoridades el año pasado, pero no a tomar la calle como forma de protesta. Si las medidas tomadas por el gobierno socialista al albur de los dictados impuestos por “los mercados” congregaron a miles de personas en Sol, no cabe duda de que el movimiento de “los indignados” consideran que el nuevo gobierno, el presidido por Mariano Rajoy, han superado todas las expectativas de agresión a la ciudadanía, y las imágenes de Madrid en los primeros minutos de este domingo harán historia.

La jornada comenzó a las seis de la tarde de ayer con la salida de las diversas columnas llamadas a ocupar el kilómetro cero. Transcurrió en un ambiente de absoluta normalidad y sin que se registrara ningún tipo de acción violenta por grupos incontrolados. A medida que avanzaban las columnas ya era imaginable que las restricciones impuestas por la Delegada del Gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes se pudieran cumplir. Cualquier intervención policial que pretendiera desalojar a los manifestantes sería una irresponsabilidad por parte de las autoridades, pues la más mínima estampida podría terminar de forma imprevisible en tal marea humana. En torno a las once de la noche, se convocaba un gabinete de crisis en la Delegación del Gobierno que decidía no intervenir policialmente contra los manifestantes.

El éxito de la convocatoria, en Madrid y el resto de ciudades ocupa hoy la mayoría de las portadas de los principales medios de comunicación de todo el mundo. El Ministerio de Interior, poco antes de la medianoche hacía públicas sus propias cifras, que situaban a unas 30.000 personas en la Puerta del Sol, una cifra sensiblemente inferior a las que se dieron, por ejemplo, la última celebración del año nuevo en el mismo sitio. En Barcelona, el ministerio aseguraba que se habían manifestado unas 22.000 personas y otras 8.000 en Valencia. Ninguno de esos cálculos parece corresponderse con las cifras reales que se registraron ayer en las principales ciudades españolas.

Al publicarse esta noticia, nadie podía prever qué va a ocurrir en la Puerta del Sol. La Delegación del Gobierno anunció que no habría intervención policial si no se producía ningún tipo de acampada. Es decir, si no se instalaban tiendas de campañas o esterillas para dormir. Pero la decisión de los manifestantes no parecía que fuera a tener en cuenta la advertencia de Cristina Cifuentes y habrá que esperar a ver cómo se suceden los acontecimientos en las próximas horas y días, hasta el martes.

El movimiento 15-M demostró ayer su capacidad de convocatoria y superó todas las expectativas en su intención de llamar la atención del Gobierno y de la clase política general. Los indignados recuperaron ayer las plazas en el primer aniversario de las movilizaciones de 2011. La ocupación pacífica de las calles está prevista que dure hasta el próximo martes, y ya se trabaja en nuevas acciones encaminadas a lograr un cabio de rumbo en las políticas anticrisis y en la propia concepción de las políticas económicas y sociales desarrolladas en todo el mundo.

sábado, 12 de mayo de 2012

15-M, un año después

Algo, tal vez el principio de un cambio impulsado desde las bases de la Sociedad, parecía gestarse en mayo del pasado año, cuando miles de personas de todas la edades, pero, sobre todo, jóvenes, decidieron ocupar las principales plazas de España en señal de protesta contra un sistema que ha dejado de funcionar y que pide a gritos reformas para llegar a ser lo que se supone la esencia de los estados democráticos, el poder del Pueblo por y para el Pueblo. Ha pasado un año y las cosas han empeorado.

Ni las más optimistas previsiones hacían pensar a los promotores de la manifestación del 15 de mayo de 2011 el éxito que esta iba a tener. Decenas de miles de personas ocuparon las calles de Madrid y otras capitales para reclamar “democracia real ya” y un necesario cambio de rumbo. 24 horas después, un pequeño grupo de personas, menos de 100, decidían iniciar una acampada en la Puerta de Sol con la que mantener la llama que sólo un día antes, el éxito de la manifestación parecía haber encendido y consideraban necesario que no se apagara. Pero la Policía, cumpliendo órdenes, decidió abortar la iniciativa. 

Si quien dio aquella noche la orden de desalojo hubiese intuido lo que sucedería durante las semanas sucesivas, nunca la hubiese cursado. Las redes sociales, esa arma incontrolada –aún– por los poderes públicos, capaz de hacer que una pequeña noticia dé la vuelta al mundo en pocos minutos, mostraron tal indignación que la hazaña abortada se multiplicó por mil en cuestión de horas. La noche siguiente, de la audaz iniciativa de pasar la noche a la intemperie que aquel escaso centenar de personas no había logrado sólo unas horas antes, devino otra, incontrolable y, sin embargo, sorprendentemente organizada, que los libros de Historia recordarán siempre como el movimiento 15-M, protagonizado por los indignados. El centro neurálgico de la capital de España se convirtió, durante casi tres meses, en unaminiciudad autoabastecida, sostenible y de funcionamiento extrema y exageradamente democrático.

Quien firma este texto compartió con los indignados los primeros días de la acampada que puso en jaque al sistema durante semanas. No hay mayor justicia que reconocer lo que es cierto, y lo que sucedió durante los primeros días en la Puerta del Sol, rebautizada Plaza de la SOL-ución, sólo podía definirse como el regalo de una impresionante lección de civismo. Los motivos, los lemas, el desarrollo pacífico y ejemplar de aquellos días, difícilmente podrán ser olvidados por quienes estuvimos allí. Tampoco la corriente de simpatía generalizada que aquel comportamiento despertó en una ciudadanía que comenzaba a sentir los efectos de esta crisis que ya se siente en cada hogar, y que, igual que la primavera árabe y las concentraciones en la ateniense plaza de Syntagma impregnaron el sentimiento de indignación generalizada en España, contagió al resto de Europa y del mundo, donde se sucedieron, también, acampadas de protesta que pretendían abrir los ojos de una case política a la que se le demandaba “bajar a la Tierra” y compartir el malestar de la ciudadanía.

Se estaba produciendo, además, o al menos lo parecía, una aparente repolitizaciónde la población, que, sorpresivamente, comenzaba a organizarse en asambleas para debatir y proponer alternativas al statu quo del momento, claramente insatisfactorio. 

Sin embargo, toda esa movilización que llamaba a mejorar la democracia -que de eso se trataba, y no de otra cosa- no se tradujo en la única movilización que podía favorecer un cambio, el cambio. Las elecciones autonómicas y locales, celebradas el 22 de mayo, en pleno apogeo del movimiento de los indignados, y las generales de noviembre, después, se caracterizaron por un fuerte abstencionismo que favoreció un demoledor triunfo de la derecha política y económica, y tiñó de azul el mapa del poder en nuestro país. El PSOE, como todos los partidos europeos en el poder cuando comenzó la crisis, pagó la factura del descrédito que la misma había procurado a la clase política, y ni los socialistas, ni Izquierda Unida (realmente) ni los partidos minoritarios, se vieron favorecidos por el voto de la que se suponía una ciudadanía dispuesta a cambiar el estado de las cosas. La ´revolución de los indignados´, que habían hecho de “le llaman democracia y no lo es” el principal lema de su movilización, no generó el uso de la mejor herramienta que el sistema democrático ofrece para decidir el camino que debe seguir un país, y los electores, creyendo castigar a los políticos por sus muchos errores y faltas, no lograron evitar que todo el poder territorial cayera en manos de la dinastía política desde cuya ideología y forma de entender la economía se fraguó la crisis que había dado pie al 15-M. 

Lo sucedido después forma parte de nuestro oscuro presente. La derecha dominante no ha perdido ni un solo minuto para aplicar –en nombre de la crisis y de las múltiples mayorías absolutas obtenidas– su programa ideológico, y ya ha comenzado a desmantelar el todavía débil Estado del Bienestar español, en el que nunca ha creído y que considera que sus votantes no tienen por qué pagar sin obtener rédito a cambio. Y por rédito sólo entienden beneficios de explotación. En ningún caso, cobertura de prestaciones que, en su egoísta forma de entender lo organización de la sociedad, cada ciudadano podrá tener si puede costeárselas, renunciando a ellas en caso contrario, pero financiando con sus impuestos el sistema que garantice el pleno rendimiento del modelo social impuesto y, en todo caso, unos mínimos que eviten que el Estado deje morir de hambre a los españoles (y sólo a los españoles).

Desde hoy, los indignados vuelven a las plazas “por cuatro días”, para conmemorar el aniversario de lo que llegó a parecer una luz esperanzadora. Lo hacen en un entorno mucho más hostil, con una ciudadanía mucho más amenazada por el mismo sistema que quisieron combatir hace un año, y en una democracia mucho más devaluada por un poder que funciona a base de decretazos y huye del diálogo y la negociación. 

A uno no le queda muy claro qué se quiere celebrar, pero le gustaría pensar que la revitalización de aquella fuerza motriz de mayo de 2011 pueda, esta vez sí, empezar a abrir los ojos de un pueblo anestesiado y temeroso que está viendo, impotente, cómo pierde los muchos avances, aunque insuficientes, que el imperfecto sistema democrático español ha venido logrando en los últimos 30 años. Y de paso, de una izquierda que está necesariamente llamada a que el cambio que reclaman los indignados, la mayoría ciudadana en general, pueda materializarse alguna vez.

domingo, 29 de mayo de 2011

No paréis. No paremos.

Han sido, de momento, dos semanas de emociones contenidas. Cuando la primera noche de acampada en la Puerta del Sol ‘los indignados’ hicieron tal demostración de civismo que las imágenes y las crónicas sobre ello dieron la vuelta al mundo, muchos, yo incluido, no pudimos resistirlo y las lágrimas se adueñaron de nuestros rostros. Lágrimas que fueron llanto de felicidad de muchos a las siete de la mañana, cuando el apagado del alumbrado público marcaron la ‘primera victoria’ de un pueblo que protesta ante una élite económica, empresarial, política y sindical (entre otras) que ha dejado de escuchar a las personas a las que representa.



Los mismo que tratan de hacernos creer que la sociedad sólo se alimenta de ‘realities’ televisivos, y que la juventud está perdida entre videojuegos, botellón y una plácida posición ‘ni-ni’, saben ahora que no es verdad. Que la sociedad está bien despierta y que quiere cambios. Porque ser feliz es un derecho inalienable al que no está dispuesto a renunciar. Ni debe estarlo.

Dos semanas de debate, de política, en la más noble de sus acepciones. De miles de personas en permanente proceso de elaboración de propuestas para construir una sociedad más justa, más sostenible y más igualitaria. Y más participativa. Los campamentos de las plazas de la SOLución han dado un ejemplo del tipo de convivencia que se pide. Stèphane Hessel, el autor de ‘Indignaos’ -ese pequeño libro de un hombre de 93 años que parece habernos despertado del letargo en el que parecía que nos encontrábamos- puede sentirse satisfecho. La sociedad está realmente indignada, y la ‘spanish revolution’ lo ha puesto de manifiesto con esta epatante muestra de sensatez, organización y, hay que repetirlo hasta la saciedad, civismo. A ‘las élites’ les corresponde mover ficha, aunque parece que les está costando acusar recibido de esta sonora llamada de atención. Los campamentos desaparecerán, pero el movimiento iniciado el 15 de mayo en Madrid permanece y debe permanecer hasta que se produzca el deseado “cambio de rumbo” que piden/pedimos ‘los indignados’. Parafraseando a Eduard Punset el otro día en Oviedo… No paréis. No paremos.