viernes, 19 de mayo de 2017

Es la hora de Susana Díaz, es el tiempo del PSOE

por Pedro Iniesta Ruiz, y Joaquín Castaño
Militantes del PSOE en París y Murcia, respectivamente

Texto extraído, con permiso de los autores, del blog La Tribuna Escarlata de Pedro Iniesta.


Los socialistas estamos a punto de concluir un proceso que nos ha abierto en canal. Nos ha abierto como organización e individualmente, nos ha puesto frente al espejo de la lógica, de la pasión e incluso de las vísceras. Es verdad, se han conjugado odios, enconos y falacias en el horizonte del imaginario del socialismo español, sin embargo, hoy solo cabe desterrar todo eso en el ocaso del pasado, pues merecemos inaugurar un tiempo nuevo y es que, al margen de lo que pase el domingo, hay algo que no podemos olvidar: somos el PSOE.

Somos el Partido Socialista Obrero Español, y ha llegado la hora de dejar de arrugarse, de apartar los complejos a un lado y mirar a los nuestros cara a cara, con la mirada limpia y el alma liviana, con arrojo, con orgullo, con sentimiento y con pasión. Y esa voz de mujer en la que reconocemos a nuestro partido está arraigada en una tierra de “andaluces de relámpagos, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas”. Esos son los vientos del pueblo que con tanto compromiso hizo brillar Miguel Hernández, vientos que hoy siguen soplando desde cada rincón de Andalucía, desde cada pueblo y cada ciudad de España.
Vientos que soplan cuando Susana Díaz habla, pues como buena socialista, lo hace a nuestra razón, pero también a nuestro corazón. Le habla a la razón a través de un carisma innato que se ha convertido en liderazgo, pero sobre todo a través de su forma de hacer política, de unir y de fortalecer al PSOE en su tierra, articulando equipos diversos, apostando por políticas públicas siempre a favor de los ciudadanos, y siempre pensando en los que más lo necesitan. Ha sabido y sabe ganar elecciones y poner al PSOE en el lugar que se merece, sí, pero no a cualquier precio, pues nunca ha dejado de anteponer los intereses del PSOE a los suyos, y los intereses de los ciudadanos a todo lo demás.
Ahora bien, Susana Díaz también sabe hablar al corazón, y así lo hace en sus intervenciones públicas y en el trato personal, y es que no necesita impostar cercanía a los ciudadanos porque ella es una ciudadana más, una mujer normal y corriente capaz de emocionar y de hacer vibrar los sentimientos llegando hasta lo más hondo de nosotros. Y lo hace desde el respeto más profundo a nuestra organización y sus militantes. Por eso recuerda como nadie las enseñanzas y valores de los “viejos socialistas” que, en algunas ocasiones, hemos olvidado. Enseñanzas y valores que han hecho grandes las casas del pueblo, esos lugares de democracia y lucha en los que los trabajadores siempre han encontrado su hogar.
Y es que apostar por Susana Díaz es apostar por el PSOE, es apostar por la fraternidad entre compañeros, por el respeto a nuestra historia y por el presente y futuro del socialismo español. Confiar en Susana es creer que juntos recobraremos el verdadero orgullo socialista, el de nuestros padres y abuelos, el de los que siguen con nosotros y el de los que se fueron o nos arrebataron. El orgullo de representar unas ideas y valores que merecen la pena tanto como nuestra lucha, una lucha sin cuartel contra la desigualdad, una lucha sin cuartel contra la sinrazón, una lucha sin cuartel contra la injusticia. Y nuestro orgullo hoy será el de nuestros hijos mañana, el orgullo de militar en un partido en el que el coraje no se negocia, en el que la resignación no se contempla y en el que, por encima de todo, se defiende la libertad.
Joaquín Castaño & Pedro Iniesta

miércoles, 17 de mayo de 2017

Sí es socialismo, Pedro. Yo, con Susana

"Unos desembarcan en Normandía. Otros desfilan en París".
Marcial Vázquez, polítologo y autor del libro Los Cuervos de la Democracia.


Según ha explicado la propia Susana Díaz en la presentación este miércoles del documento con el que pretende enmendar la Ponencia Marco del 39 Congreso, el PSOE que ella quiere dirigir y llevar al Gobierno, contempla que el Estado asuma la responsabilidad de situar a la Juventud española en condiciones de abordar su propio futuro de forma independiente, sin que las diferencias de origen o situación familiar les impida competir en situación de igualdad de oportunidades.  



Un crédito de 24.000 euros que permita a cada joven elaborar su propia agenda vital, sin intereses y sin obligación de restituirlo al Estado, en tanto no alcance la solvencia necesaria para hacerlo sin menoscabar su integración como ciudadano, lo que se garantiza encomendando  a la liquidación de IRPF la amortización del adelanto facilitado por el Estado.

Cada joven podrá decidir, según su propio diseño, si ese dinero lo emplea para afrontar su salto al mercado laboral o al emprendimiento. O si los dedica a la formación académica suplementaria; llámese posgrado, máster… Es un modelo que entiende que en la realidad socioeconómica del siglo XXI, una licenciatura universitaria ha pasado a ser una simple licenciatura, y que superar ese escalón ha quedado fuera de las posibilidades financieras de la familia media española. El crédito podría ser de 6.000 euros al año durante cuatro años, o de 8.000 durante tres ejercicios, o recibirse en su totalidad para abordar proyectos de emprendimiento, que estarían, necesariamente, tutelados por la administración. Los jóvenes, así, se evitarían tener que acudir al sistema financiero privado y ahogarse en las abusivas condiciones y tipo de interés que allí encontrarán. Una nueva responsabilidad para el Estado, con un plan que no afecte al déficit.

En tanto no se produzca la que permanece pendiente desde que los de Mayo del 68 -y, más recientemente el movimiento Occupy, 15M en España- la propuesta de Susana Díaz sí que alberga toda una revolución. Por eso ha ocupado la mayoría de los titulares tras conocerse. No es para menos. Define un modelo de sociedad que va más allá de una mera propuesta electoral. Es integrador, protector e impulsor de nuevos valores ciudadanos y socioeconómicos. Recupera y sana el concepto herido del Estado del Bienestar.

Los de Mayo del 68 triunfaron e hicieron caer al gobierno del General De Gaulle, que acabaría dimitiendo y abandonando el Eliseo solo unos meses después. Como respuesta los franceses erigieron en su lugar -en primera y única vuelta- al ex gerente general de la Banca Rostchild,  Georges Pompidou. Irónicamente este había sido el primer ministro francés, la bestia negra que la revuelta estudiantil creía haber derrocado. Fue, como curiosidad, el único presidente francés que murió en el ejercicio de su dignidad. En España, el ejemplar y necesario movimiento 15M, como los jóvenes indignados de los sesenta liderados por Daniel Cohn-Bendit (Erik, “el rojo”), esa corriente de ilusión y rebeldía que inundó la conciencia y los corazones de tantos españoles, fueron sucedidos en escaso tiempo por dos severos e inapelables triunfos electorales (mayo y noviembre de 2015) de la más rancia y corrupta derecha neocatolicaliberal. A pesar de su noble espontaneidad y originaria buena intención, el pos15M profundizó aún más en la crisis de una socialdemocracia herida de muerte, y engendró el fallido proyecto ciudadano que hoy es Podemos. Y en esa situación nos encontramos hoy. A cuatro días de que el futuro del PSOE se empiece a decidir con el primer paso hasta el 39 Congreso que suponen las primarias del próximo domingo.

El documento de Díaz se enfrenta de tú a tú –aún no he conseguido entender cómo hemos llegado hasta aquí- a la candidatura de Pedro Sánchez, cuyo cambiante programa de hasta seis versiones diferentes en pocas semanas -a fuer no de colocarlos en primera página- está contaminado por esa condición de ciervo herido en la que permanece atrapado. Una suerte de Conde de Montecristo español dispuesto a dilapidar el tesoro del abbé Faria - lo que para él es el PSOE- en culminar con éxito su venganza por la defenestración del 1 de octubre, su personal y tortuoso Castillo de If. Con la imprecisa y vaga promesa a las ilusionadas bases socialistas -Sánchez en estado puro- de que dedicará el resto del capital del viejo monje -si quedare- en "hacer socialismo". 


Sánchez, para lograr su añorado ajuste cuentas, propone a las masas devolver al PSOE al momento de absoluta indefinición y alejamiento del electorado en el que abundó su mandato como secretario general. Al grito de “todos contra el PP” con el que apela al corazón de su -ahora- descubierta e idolatrada militancia, de la que se revela como única voz.  ¿Acaso hay un solo socialista que no desee que el Partido Popular sea algún día, mejor no muy lejano, un mal recuerdo para la Historia de España? En la simpleza del emplazamiento reside el temor de ver a Pedro Sánchez otra vez al frente del PSOE.

Como era tan previsible en el personaje, Sánchez ya ha apelado al voto útil que espera pescar en el caladero de la ría de Bilbao que bordea Portugalete. Engreído de ir a lomos de una "corriente de ilusión" que quiere recuperar “el PSOE de siempre”. Ese que elude definir, pero del que podemos asegurar -sin temor alguno  a equivocarnos- que Pedro ve como a las naciones: “un sentimiento que tiene mucha ciudadanía” -mucha militancia, en este caso- “por razones culturales, históricas o lingüísticas”. O ideológicas, se entiende. Pedro prevé suplir la carencia de más concreción para un proyecto real y definido, abrazando el bolivarismo chungo de lo que ya es el Podemos de Pablo Iglesias, con el que comparte el pueril convencimiento de que España se arreglará sola desahuciando a Mariano Rajoy de La Moncloa.



Por eso no ha tardado en apelar al hígado socialista -que su campaña ha sabido desplazar al cerebro de sus miles de seguidores- y al conocer la idea que más impacto ha causado del documento presentado por Susana Díaz , la ha tachado, apresuradamente, de neoliberal. Un adjetivo lo suficientemente grueso y descalificador en el convulso contexto actual de la izquierda, hábilmente explosionado para evitar que cale la idea de que la propuesta de abrir la caja del Estado para que los jóvenes construyan su vida, forma parte del modelo de país que encierra el proyecto de la presidenta de la Junta de Andalucía. Invirtiendo el viejo lema socialista de “a cada descalificación, una propuesta”, la campaña de Pedro Sánchez cabalga sobre “a cada propuesta, una descalificación”. Tachar de liberal la de Susana Díaz es un golpe bajo, necio y ausente de realidad.

Cuando el Partido Socialista Obrero Español, con Susana Díaz al frente, tome las riendas de La Moncloa, su trabajo será, en primer lugar, administrar los haberes y las deudas del país poniendo al ciudadano como primer beneficiario de los Presupuestos Generales del Estado. No podrá expropiar la banca, ni a los Ortegas ni a los Roig. No podrá renacionalizar servicios esenciales como la electricidad, ni abolir la gasolina y el gasoil como combustibles para los vehículos. No, desde luego, si no ocurre en el mismo instante y con acuerdo suficientemente sólido entre los  Estados de la Unión Europea y más allá.  Es tarea de los partidos hacer mayorías y cambiar el mundo.

El modelo de partido compartido por Susana Díaz tiene en ese aspecto su mayor activo. Un PSOE que sabe que un solo país no cambiará el mundo. Si ocurre, será por la suma de voluntades de los ciudadanos del mundo. Si miramos a Sudamérica, asolada de corrupción, dictaduras y violencia durante todo el siglo XX, la coincidencia del movimiento bolivariano con otros liderazgos de corte más socialdemócrata en países de gran riqueza cuyas élites venían malgastando a costa de hambre y pobreza de la mayoría, ese momento histórico, permitió al internacionalismo que reclama el socialismo la unión de fuerzas para cambiar la historia. Lula, Mujica, Bachelet, Correa, Evo, con sus cosas, Cristina, con las suyas, o el propio Hugo Chávez, son ejemplo de que es posible. Nicolás Maduro, el bolivarismo chungo, es una manzana podrida que ni puede ni debe entrar en ese ilustre listado sin manchar la obra los otros miembros.

En Europa, seamos realistas, no hemos llegado aún a esa mágica y afortunada chamba de coincidir en el tiempo gobiernos tan emparentados ideológica y/o estratégicamente. Podría ocurrir. O no. El trabajo del PSOE que surja del 39 Congreso,  el que propone Susana Díaz, tiene también como cometido crear sinergias con el resto de la socialdemocracia europea y mundial para precipitar tal acontecimiento. Con sapiencia y siendo testigo y actor protagonista de la realidad que comparte con el otro medio mundo que piensa distinto.

El Gobierno con el que el PSOE tiene que liderar España no cambiará el mundo ni la sociedad unilateralmente. Ni puede prometerlo. Pero sí tiene que revitalizar y agrandar las herramientas del Estado y ponerlas al servicio de la ciudadanía, instaurando, desde una sólida mayoría, nuevos y mejores derechos, libertades y prestaciones. Como lo hicieron, con muchas más luces que sombras, Felipe González desde 1982, y José Luis Rodríguez Zapatero desde 2004. Se llama socialismo.

La iniciativa de incorporar a esas herramientas recursos para la emancipación de nuestros jóvenes tiene mucho más de socialismo y revolución que todas las frases, lamentos y extravagantes descripciones plurinacionales, que es lo único que nos ha ofrecido Pedro Sánchez. El taimado y autoderrocado (llamemos a las cosas por su nombre de una p… vez) ha tachado despectivamente de “liberal” la propuesta. Es obvio que ni se ha parado a pensar, y ojalá fuese por eso, lo falso y dañino de su prepotente descalificativo. Con la simpleza de un tweet, la cantera pedrita ha presentado toda una enmienda a la totalidad al proyecto completo de Susana Díaz.


Pero la realidad es que Susana ha presentado un plan de trabajo para un partido dispuesto a tomar las riendas del país. Un PSOE seguro de que su proyecto podrá convencer al electorado, y de que su ejecución permitirá al PSOE liderar el país las legislaturas necesarias para convertirlo en realidad. Socialismo y liderazgo con la entidad suficiente para que un PSOE autónomo conquiste la confianza ciudadana y vuelva a transformar este país en uno mejor.

Ni los seis documentos de Pedro Sánchez, ni la bondad y honestidad de Patxi López tienen ese potencial. El domingo, yo voy a mirar al futuro. Considero que el PSOE tiene un compromiso con la ciudadanía, y los militantes el deber de ayudar en ese empeño. Mi proyecto es el de Susana Díaz.

Susana Díaz llegó al liderazgo del PSOE-A y la presidencia de la Junta de Andalucía en una situación de crisis. Fue elevada de urgencia a los altares por la dimisión de José Antonio Griñán. Heredó un pacto envenenado con Izquierda Unida que hacía aguas y un PP que lideraba la oposición con 50 diputados frente a los 47 de los socialistas. Se presentó a un Congreso Regional que ganó de calle. Se enfrentó a las provocadoras exigencias de IU y convocó elecciones para acabar con la incertidumbre de un gobierno en minoría parlamentaria. Recuperó para el PSOE andaluz la plaza de partido más votado, y mantuvo los 47 escaños. El PP perdió 17 diputados; pasó de primera fuerza a segunda, y se quedó con 33 asientos en Las Cinco Llagas, 14 menos que el PSOE de Andalucía. Izquierda Unida vio penalizado su pulso a Susana Díaz con 7 diputados menos, manteniendo solo con 5. Entraron Podemos con 15 escaños y Ciudadanos con 9. Todos ellos cedidos por PP e IU. Ninguno por el PSOE. Pactó la investidura con Ciudadanos, sí, es cierto. Tanto como que el acuerdo no contempló una sola cesión del programa socialista. Soslayó el excéntrico populismo -sí, populismo- del Podemos de Teresa Rodríguez y Kichi. Ganó por derecho el gobierno y el liderazgo de la izquierda andaluza. Susana lidera Andalucía. Es una ganadora. Y cuando ganan los líderes del PSOE, gana el PSOE y ganan los ciudadanos.





Susana ha demostrado que tiene un diagnóstico claro y certero de dónde está el PSOE, del que dijo cariñosamente que está malito, para no tener que decir que está muy enfermo. Susana tiene un proyecto claro y a largo plazo para convertir al PSOE, más allá de los errores del pasado y la fractura interna que lo ahoga, en el partido de Gobierno que la ciudadanía española está esperando. Y la fortaleza y el instinto necesarios, ya testados, para que así sea.

Voy a votar a Susana. Y os pido el voto para Susana Díaz.

Una historia triste para el PSOE (por José Antonio Torre Mora)

Publicado hoy, 17 de mayo en infoLibre (con permiso)
Querido compañero/a:
Me dices que muchos de nosotros, compañeros y compañeras tuyos, derrocamos al secretario general para entregar, gratis, el gobierno a la derecha. Es posible que esa explicación sencilla te permita construir historia para que tu candidato intente ganar las primarias. El problema es que es una historia falsa que deshonra injustamente a muchos compañeros y compañeras, y a la postre a todo el PSOE.

Creo que ni tú, ni tus compañeros, merecemos que intentes construir tu hipotética victoria sobre nuestro deshonor. Por eso, si me prestas atención, te contaré una historia menos conocida, pero verdadera. La historia que cuenta cómo el anterior secretario general, después de dos severas derrotas, fue incapaz de afrontar el dilema en el que se encontraban el partido y el país, y dejó que otros asumiéramos la responsabilidad que él no quiso asumir.

En efecto, el día 29 de octubre, como la gran mayoría de los diputados socialistas, me abstuve en la segunda votación de la investidura de Mariano Rajoy. En mi modesta opinión, un diputado no debe justificar la orientación de su voto diciendo que lo hizo por disciplina, porque una decisión de esa gravedad sólo se puede tomar en conciencia. Así lo exige, además, nuestra Constitución. Por supuesto la disciplina y la conciencia pueden entrar en contradicción, y en ese caso, la forma de resolver esa contradicción no es sacrificar la conciencia a la disciplina, sino abandonar el escaño.

Hay una izquierda que pone grandes esperanzas en el sufrimiento como catalizador de la revolución. Para esa izquierda Rajoy es una bendición, y con una mayoría más amplia, más bendición. Los socialistas, sin embargo, somos una izquierda que conoce el valor de una aspirina. Y, de los dos Rajoy posibles, el que tiene menos escaños, y por tanto más necesidad de negociar con más grupos parlamentarios, es el menos malo. Es más, si hubiera podido elegir, me hubiera quedado con el Rajoy de diciembre, con 123 escaños y sin la presidencia del Congreso, en lugar del que en junio sacó 137 escaños y recuperó la presidencia del Congreso. Y como no soy un adicto al juego, decidí no jugarme el margen de poder que nos habían dado los electores no fuera a ser que en unas terceras elecciones desapareciera para darle una cómoda mayoría a Rajoy. Así que, pensando en el interés general de España, para aclararnos, en los golpes que podía evitarle a los sectores sociales más vulnerables con un Rajoy en minoría, elegí mi conciencia en lugar de mi reputación izquierdista, y me abstuve.

Sí, ya sé, me dices que cómo llegamos, divididos y sin liderazgo, a esa situación en la que estábamos el 29 de octubre, al borde de la convocatoria automática de las terceras elecciones. Es ahí donde viene esa otra falsedad, la de que el 1 de octubre el aparato derrocó al secretario general.  Lo cierto es que nadie derrocó al secretario general, sino que dimitió tras perder una votación en el máximo órgano político democrático del partido. Me he encontrado a compañeros y compañeras que están convencidos de que la votación que perdió el secretario general era sobre si nos absteníamos o íbamos a terceras elecciones. Esa es otra falsedad. Si nos absteníamos o íbamos a terceras elecciones era la cuestión urgente que teníamos los socialistas encima de nuestra mesa, precisamente la que no quiso afrontar el secretario general. Es así como el secretario general perdió su liderazgo incluso antes de dimitir, lo perdió por no ejercerlo, porque si no tomas una decisión cuando la debes tomar, has perdido el liderazgo, aunque sigas teniendo el puesto. Tampoco le planteó la cuestión al Comité Federal, ni siquiera pensó en ofrecerle la decisión a la militancia. Lo que planteó al Comité Federal fue hacer un Congreso en el plazo de 23 días, para, después, en una semana, intentar ser investido al frente de un gobierno del cambio.

El Comité Federal es el máximo órgano político del partido, y en él suelen estar compañeros y compañeras con gran experiencia. No hacía falta, sin embargo, gran experiencia política para ser conscientes de que en una semana no se podía articular un gobierno de cambio, como le replicó a nuestro secretario general el líder de Podemos al conocer su propuesta, y como ya habíamos constatado el 26 de junio por la noche después de ver como empeoraban los resultados de la izquierda. Si desde el 26 de junio al 1 de octubre no habíamos sido capaces de conseguirlo, ¿cómo lo íbamos a conseguir en la última semana? No había que ser un lince para darse cuenta de que el 23 de octubre, fuera quien fuera el nuevo secretario general del PSOE, los socialistas nos veríamos abocados a tener que elegir entre las dos opciones que el secretario general se negaba a admitir: abstenernos o ir a terceras elecciones.

¿Podíamos haber hecho algo diferente de lo que hicimos hasta llegar al 1 de octubre? Creo que hicimos bien votando dos veces no en la primera investidura de Rajoy, pero luego ya no hicimos nada que nos ayudara. El día 2 de septiembre el líder de la derecha estaba debilitado, y nosotros estábamos legitimados para plantear algunas exigencias. Ese mismo día algunos planteamos una abstención a escote de todas las fuerzas políticas a cambio de que el PP retirara a Rajoy, otros propusieron una negociación con el PP a cambio de determinadas conquistas sociales y políticas. En los periódicos, claro. Porque el secretario general, en lugar de buscar una solución al problema en el que se encontraba la democracia española, y proponerla al partido y al país, se fue a cosechar grandes aplausos, y grandes derrotas, en las elecciones autonómicas de Galicia y el País Vasco. El 25 de septiembre nuestra capacidad de negociación había menguado considerablemente, con un PP reforzado en Galicia y un PSOE severamente derrotado en Galicia y el País Vasco, y eso a pesar del no es no en la investidura de Rajoy.

En esas condiciones fue en las que el secretario general, en lugar de consultar directamente a la militancia que tanto invoca ahora, o convocar un Comité Federal para ver qué hacíamos ante la situación en la que estaba España, lo convocó para organizar un Congreso, y como en el Comité Federal le dijeron que no era el momento de hacer un Congreso, dimitió para que los demás resolvieran el dilema que él no quiso resolver y asumieran el coste que él no quiso asumir. En el siguiente Comité Federal, que tuvo lugar, precisamente, el 23 de octubre, 235 compañeros y compañeras, miraron de frente el dilema ante el que nos encontrábamos y, sin engañarse, previa deliberación, por 139 votos a favor y 96 en contra tomaron la decisión que él no fue capaz de tomar, ni compartir con nadie.

Ahora, tomada aquella decisión, puesta en marcha la legislatura, desbloqueadas las instituciones de nuestra democracia, nuestro último secretario general quiere ser de nuevo secretario general. Para conseguirlo muchos compañeros nos insultan en las redes y nos llaman traidores. En esa lista de traidores aparecen los dos presidentes del Gobierno y los cuatro secretarios generales que ha tenido el PSOE en democracia. También aparecen cinco de los seis presidentes autonómicos. También, para esos que nos insultan, es traidor el Comité Federal, que de máximo órgano de representación democrática ha pasado a tener la consideración de aparato, y el Grupo Parlamentario Socialista. Todos corruptos. Todos manchados para que, limpio y refulgente, nuestro último secretario general sea nuestro próximo secretario general.

Compañero, ¿te imaginas los mítines de la próxima campaña a la presidencia del Gobierno, hablando de los logros de los gobiernos socialistas, pero sin la presencia de Felipe González ni José Luis Rodríguez Zapatero? Seremos un partido sin historia. Si los compañeros y compañeras convalidan el cuento de que los presidentes socialistas de Andalucía, Asturias, Castilla la Mancha, Extremadura y la Comunidad Valenciana, quisieron entregar caprichosamente el gobierno de España a la derecha, ¿los invitaréis a subir a la tribuna a alabar la grandeza de nuestro candidato a la presidencia del gobierno? ¿Esperas que los ciudadanos les den crédito a quienes una mayoría de los propios socialistas habría desacreditado? Todos ellos acusados de entregar el gobierno de España a la derecha, gratis, por un capricho, por una traición. Seremos un partido sin historia y sin presente. Con el mismo nombre, ciertamente, pero sólo eso. La historia que nos contáis es una historia bien triste, pero falsa, y eso es, precisamente, lo más triste.
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José Andrés Torres Mora es diputado socialista por Málaga


martes, 16 de mayo de 2017

Patxi López fulmina a Pedro Sánchez

El debate, a pesar de la poco disimulada acritud entre los dos principales protagonistas, ha sido un éxito. Para todos. El PSOE es mucho PSOE. Y ayer lo demostró, una vez más. El ejercicio de apertura y transparencia que supone -con sus riesgos, que no son pocos- la cita televisada de este lunes, es un ejemplo a seguir por el resto de partidos, sobre todo por la falange (ver DRAE) de la verdadera izquierda. 



El debate lo ganó Susana Díaz. Un encuentro de estas características no lo gana el más incisivo, ni el más ingenioso, ni el más beligerante, ni el más llorón. Siquiera el mejor. Lo gana quien sale beneficiado del mismo. Guste más o menos el modelo que representa la secretaria general de los socialistas andaluces y Presidenta de la Junta, es la única de los contendientes que ha dado pruebas de liderazgo. Gana Susana porque logró mostrar madera de líder, fortaleza y disposición a compartir un proyecto ganador con las bases socialistas. Son, al fin y al cabo, quienes el domingo decidirán el futuro inmediato del PSOE como principal fuerza -o no- de la izquierda en España. Y a quienes se dirigía. Pero gana, sobre todo, porque es la gran beneficiada de un debate a tres que erróneamente se creyó que se jugaba entre dos únicos jugadores.

Pedro Sánchez es el perdedor de un encuentro que presagiaba un áspero empate a dos. Aunque se enfundó el "guante blanco" para bajar el tono agresivo, faltón y despreciativo habitual de los que Podemos denominar “multitudinarios encuentros con la militancia”, su impostado sosiego venía cargado de los mismos, tediosos, repetitivos, argumentos que se resumen en la peregrina idea de que “tú me echaste, por oscuras razones, y yo te lo voy a hacer pagar”. Es su insufrible soniquete travestido de proyecto político; único y (muy personal). Pedro es el perdedor manifiesto del único cuerpo a cuerpo al que se ha enfrentado, que, por ser la beneficiaria, ganó Susana. Quien recoge los beneficios, es el ganador.

Y es que Pedro no contaba que Patxi López, sin ser aliado de la presidenta andaluza, le arrojara en el debate su insolvencia política. El ex Lehendakari llegó a mostrase irritado, y espetó con severidad lo harto que están todos los socialistas de la rastrera campaña sanchista que tacha a compañeros de traidores, vendidos o ratas. “¡Ya está bien!”, clamó.

Patxi es un caballero socialista. Se mostró firme defendiendo que él no estaba de acuerdo con la abstención, pero también que, como hombre leal a las siglas que quiere liderar, entiende sagrada la democracia interna del PSOE. No se le cayeron los anillos para sacar pecho por haber acatado la decisión de la mayoría del Comité Federal y haberse abstenido. Porque esa fue la decisión del Partido. Reivindicó con valentía la legitimad del Comité Federal y de la democracia representativa, y advirtió a Sánchez con gran firmeza que el PSOE no puede tener “un líder sin control”.

Sus planteamientos aturdieron a un sorprendido Sánchez. Esperaba del vasco una complicidad que no encontró. De hecho, fue López quien le vapuleó. Susana Díaz le encajó mandobles de libro, por ser ciertos. Pero quien noqueó a Sánchez, hay que decirlo, fue Patxi.

Pedro Sánchez derrochó ayer, otra vez y tontamente, la oportunidad de presentarse como un líder sólido. Se mostró indolente, resentido, de ideas deslavazadas y poca conciencia de partido.

O de Estado. El zasca monumental por el que serán recordados Pedro Sánchez y el propio debate celebrado en la sede socialista de Ferraz 70, -como lo fue para Nixon no haberse afeitado y guapaeao debidamente para enfrentarse al dandi JFK en el primer cara a cara televisado de la historia- vino cuando, ante las insolentes e infantiles interrupciones de Pedro al modelo de Estado que Patxi intentaba relatar, se vio sorprendido por un muy enfadado ex compañero de Ejecutiva que decidió parar su argumentación y acorralar al intrépido y contestatario adversario.

“Vamos a ver, Pedro. ¿Pero tú sabes qué es una Nación?”. Confundido, balbuceante, cuasi patético, Pedro solo alcanzó a responder -no le quedaba otra que hacerlo- su ridícula y lapidaria frase "una nación es un sentimiento", en boca de quien propone liderar la complicada y arriesgada reforma del Artículo 2 de la Constitución Española, es toda una sentencia del debate que vimos ayer. Pedro Sánchez murió como alternativa. Devino en pobre pretendiente sin capacidad de liderar un Estado plurinacional cuya complejidad excede con creces sus capacidades políticas. Jaque mate. La primera y única vez que se mide como líder con otros compañeros de partido, lo arrollan. Un chasco.

Para más dolor del ya herido de muerte Sánchez, la sensatez y temple mostrados por Patxi López, permiten al diputado vizcaíno rechazar el concepto de voto útil al que, con toda seguridad, apelará en los próximos días -sensiblera y lastimosamente- el beligerante, voluble, lacónico y ayer derrotado Pedro Sánchez. En otro paso fatal,  el más cómico y celebrado, el perillán y sibilino Sánchez quiso ningunear a Patxi López, ignorar el debate y colar su poco subliminal apelación al voto útil. Apuntó el cañón, sin darse cuenta, a su propia cara. "Tu proyecto es mi proyecto, y tu ideas son las que forman mi proyecto, Patxi", vino a decir para intentar pescar votos en el caladero de 12.000 avalistas de López, en los que ve, veía,  su última tabla de salvación para la cita del domingo. Pero se topó, otra vez, con una sonora hostia dialéctica que el ex Lehendakari le infligió: "Si careces de ideas, haces bien en usar las mías, Pedro". Tocado y hundido.

En las contadas, pero atronadoras, ocasiones que tuvo el candidato vasco para intervenir en el rifirrafe entre sus otros dos adversarios, Patxi evidenció la palabrería populista de Sánchez, y le dio varias necesarias lecciones sobre el concepto de Estado y sobre la responsabilidad que supone liderar una organización de la magnitud del PSOE. Un partido de Gobierno obligado a huir de pueriles y efectistas parrafadas dictadas por manuales de marketing para vender móviles, propias de esos concejales rurales ideados por los añorados Berlanga y Azcona, capaces de decir cosas como que “no apoyaremos el alcantarillado sin República”.

Pedro Sánchez mira, miraba, con deseo los avales de Patxi. Sueña, soñaba, con verlos convertidos en votos para su causa. Su mirada no ve más allá del 21 de mayo. Para Pedro, ganar las primarias, supone que el proceso democrático del PSOE, en su peculiar lectura, terminaría el próximo domingo.

Patxi López y sus 12.000 avalistas, saben que, muy al contrario -lo comenté ayer en este blog-, el 39 Congreso del PSOE arranca, no termina, con el recuento de votos dentro de cinco días. Rescatada ayer del furibundo sanchismo la secular democracia representativa socialista, los sufragios que obtenga cada candidato, gane o pierda, pedirán verse reflejados, de una forma u otra, en el Documento Político y la composición del Comité Federal y la Comisión Ejecutiva que, democráticamente, salgan del cónclave socialista el 17 o el 18 de Junio. La verdadera cita crucial para el PSOE. En esta tesitura, no hay apelaciones al voto útil que valgan para quien, como Patxi López, lidera un modelo de partido y tiene un proyecto político que poner sobre la mesa. Soñar que los avales de Patxi fortalezcan su ejército anti Susana, no es más que otra muestra de la escasa cultura de partido -ayer por fin se vio- de Pedro Sánchez.

Resumiendo. El debate deja una Susana Díaz ganadora, de gran fortaleza, e impulsada por el encuentro de ayer a la secretaría general del PSOE. Díaz presentará mañana miércoles las aportaciones de su candidatura a la Ponencia Marco redactada por el PSOE. A pesar de los reproches recibidos por su calendario estratégico, esto le supondrá un plus de notoriedad para lo que resta de campaña. Y deja a un Patxi López sólido, también (muy) fortalecido y  necesario, que, sin haberlo planeado, fue el verdugo de Pedro Sánchez. Es muy posible que este último mantenga una parte considerable del numeroso pedrita enfurecido que sus hábiles campañas de marketing y redes, y sus bravuconas peroratas -cuando no tiene en frente quien le responda- han logrado crear, sí. Pero ayer su estragia revanchista  quedó desactivada  y perdió ante la opinión pública y el electorado español toda nueva oportunidad de ser acogido como candidato a Presidente del Gobierno. Su única y máxima aspiración, con o sin PSOE.

Así fueron las cosas. O así las vi yo, y así las cuento. 

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PD.- Aviso para navegantes: Francina se pide primer la herencia de Pedro.