"Unos desembarcan en Normandía. Otros desfilan en París".
Marcial
Vázquez, polítologo y autor del libro Los
Cuervos de la Democracia.
Un crédito de 24.000 euros que permita a cada
joven elaborar su propia agenda vital, sin intereses y sin obligación de
restituirlo al Estado, en tanto no alcance la solvencia necesaria para hacerlo
sin menoscabar su integración como ciudadano, lo que se garantiza
encomendando a la liquidación de IRPF la
amortización del adelanto facilitado por el Estado.
Cada joven podrá decidir, según su propio diseño, si ese
dinero lo emplea para afrontar su salto al mercado laboral o al emprendimiento.
O si los dedica a la formación académica suplementaria; llámese posgrado,
máster… Es un modelo que entiende que en la realidad socioeconómica del siglo
XXI, una licenciatura universitaria ha pasado a ser una simple licenciatura, y que superar ese escalón ha quedado fuera
de las posibilidades financieras de la familia media española. El crédito
podría ser de 6.000 euros al año durante cuatro años, o de 8.000 durante tres
ejercicios, o recibirse en su totalidad para abordar proyectos de
emprendimiento, que estarían, necesariamente, tutelados por la administración.
Los jóvenes, así, se evitarían tener que acudir al sistema financiero privado y
ahogarse en las abusivas condiciones y tipo de interés que allí encontrarán. Una
nueva responsabilidad para el Estado, con un plan que no afecte al déficit.
En tanto no se produzca la que permanece pendiente desde que
los de Mayo del 68 -y, más recientemente el movimiento Occupy, 15M en España- la
propuesta de Susana Díaz sí que alberga toda una revolución. Por eso ha ocupado
la mayoría de los titulares tras conocerse. No es para menos. Define un modelo
de sociedad que va más allá de una mera propuesta electoral. Es integrador,
protector e impulsor de nuevos valores ciudadanos y socioeconómicos. Recupera y sana el concepto herido del Estado del Bienestar.
Los de Mayo del 68 triunfaron e hicieron caer al gobierno
del General De Gaulle, que acabaría dimitiendo y abandonando el Eliseo solo
unos meses después. Como respuesta los franceses erigieron en su lugar -en
primera y única vuelta- al ex gerente general de la Banca Rostchild, Georges Pompidou. Irónicamente este había
sido el primer ministro francés, la bestia negra que la revuelta estudiantil
creía haber derrocado. Fue, como curiosidad, el único presidente francés que
murió en el ejercicio de su dignidad. En España, el ejemplar y necesario movimiento
15M, como los jóvenes indignados de los sesenta liderados por Daniel
Cohn-Bendit (Erik, “el rojo”), esa corriente de ilusión y rebeldía que inundó la
conciencia y los corazones de tantos españoles, fueron sucedidos en escaso
tiempo por dos severos e inapelables triunfos electorales (mayo y noviembre de
2015) de la más rancia y corrupta derecha neocatolicaliberal. A pesar de su noble espontaneidad y originaria buena
intención, el pos15M profundizó aún más en la crisis de una socialdemocracia herida de
muerte, y engendró el fallido proyecto ciudadano que hoy es Podemos. Y en esa
situación nos encontramos hoy. A cuatro días de que el futuro del PSOE se
empiece a decidir con el primer paso hasta el 39 Congreso que suponen las
primarias del próximo domingo.
El documento de Díaz se enfrenta de tú a tú –aún no he
conseguido entender cómo hemos llegado hasta aquí- a la candidatura de Pedro
Sánchez, cuyo cambiante programa de hasta seis versiones diferentes en pocas
semanas -a fuer no de colocarlos en primera página- está contaminado por esa condición de ciervo herido en la que permanece atrapado. Una suerte de Conde de Montecristo español dispuesto
a dilapidar el tesoro del abbé Faria - lo que para él es el PSOE- en culminar con éxito su venganza por la defenestración del 1 de octubre, su personal y tortuoso Castillo de If. Con la imprecisa y vaga promesa a las ilusionadas bases socialistas -Sánchez en estado puro- de que dedicará el resto del capital del viejo monje -si quedare- en "hacer socialismo".
Sánchez, para lograr su añorado ajuste cuentas, propone a
las masas devolver al PSOE al momento de absoluta indefinición y alejamiento
del electorado en el que abundó su mandato como secretario general. Al grito de
“todos contra el PP” con el que apela al corazón de su -ahora- descubierta e idolatrada militancia, de la que se revela como única voz. ¿Acaso hay un solo socialista que no desee que el Partido Popular sea algún
día, mejor no muy lejano, un mal recuerdo para la Historia de España? En la
simpleza del emplazamiento reside el temor de ver a Pedro Sánchez otra vez al
frente del PSOE.
Como era tan previsible en el personaje, Sánchez ya ha apelado
al voto útil que espera pescar en el
caladero de la ría de Bilbao que bordea Portugalete. Engreído de ir a lomos de
una "corriente de ilusión" que quiere recuperar “el PSOE de siempre”. Ese que elude
definir, pero del que podemos asegurar -sin temor alguno a equivocarnos- que Pedro ve como a las
naciones: “un sentimiento que tiene mucha ciudadanía” -mucha militancia, en
este caso- “por razones culturales, históricas o lingüísticas”. O ideológicas,
se entiende. Pedro prevé
suplir la carencia de más concreción para un proyecto real y definido, abrazando
el bolivarismo chungo de lo que ya es el
Podemos de Pablo Iglesias, con el que comparte el pueril convencimiento de que
España se arreglará sola desahuciando a Mariano Rajoy de La Moncloa.
.@sanchezcastejon defiende la necesidad de una convergencia del @PSOE con Podemos #AFP https://t.co/wohF3HSJvW pic.twitter.com/o6oGhHLtMX— Agence France-Presse (@AFPespanol) 18 de mayo de 2017
Por eso no ha tardado en apelar al hígado socialista -que su
campaña ha sabido desplazar al cerebro de sus miles de seguidores- y al conocer
la idea que más impacto ha causado del documento presentado por Susana Díaz , la
ha tachado, apresuradamente, de neoliberal.
Un adjetivo lo suficientemente grueso y descalificador en el convulso contexto actual de la izquierda, hábilmente
explosionado para evitar que cale la idea de que la propuesta de abrir la caja
del Estado para que los jóvenes construyan su vida, forma parte del modelo de
país que encierra el proyecto de la presidenta de la Junta de Andalucía.
Invirtiendo el viejo lema socialista de “a cada descalificación, una
propuesta”, la campaña de Pedro Sánchez cabalga sobre “a cada propuesta, una
descalificación”. Tachar de liberal
la de Susana Díaz es un golpe bajo, necio y ausente de realidad.
Cuando el Partido Socialista Obrero Español, con Susana Díaz
al frente, tome las riendas de La Moncloa, su trabajo será, en primer lugar,
administrar los haberes y las deudas del país poniendo al ciudadano como primer
beneficiario de los Presupuestos Generales del Estado. No podrá expropiar la
banca, ni a los Ortegas ni a los Roig. No podrá renacionalizar servicios
esenciales como la electricidad, ni abolir la gasolina y el gasoil como combustibles
para los vehículos. No, desde luego, si no ocurre en el mismo instante y con
acuerdo suficientemente sólido entre los
Estados de la Unión Europea y más allá.
Es tarea de los partidos hacer mayorías y cambiar el mundo.
El modelo de partido compartido por Susana Díaz tiene en ese
aspecto su mayor activo. Un PSOE que sabe que un solo país no cambiará el
mundo. Si ocurre, será por la suma de voluntades de los ciudadanos del mundo.
Si miramos a Sudamérica, asolada de corrupción, dictaduras y violencia durante
todo el siglo XX, la coincidencia del movimiento bolivariano con otros
liderazgos de corte más socialdemócrata en países de gran riqueza cuyas élites venían
malgastando a costa de hambre y pobreza de la mayoría, ese momento histórico, permitió
al internacionalismo que reclama el socialismo la unión de fuerzas para cambiar
la historia. Lula, Mujica, Bachelet, Correa, Evo, con sus cosas, Cristina, con
las suyas, o el propio Hugo Chávez, son ejemplo de que es posible. Nicolás
Maduro, el bolivarismo chungo, es una manzana podrida que ni puede ni debe entrar en ese ilustre listado sin manchar la obra los otros miembros.
En Europa, seamos realistas, no hemos llegado aún a esa mágica
y afortunada chamba de coincidir en el tiempo gobiernos tan emparentados ideológica y/o estratégicamente.
Podría ocurrir. O no. El trabajo del PSOE que surja del 39 Congreso, el que propone Susana Díaz, tiene también como
cometido crear sinergias con el resto de la socialdemocracia europea y mundial
para precipitar tal acontecimiento. Con sapiencia y siendo testigo y actor
protagonista de la realidad que comparte con el otro medio mundo que piensa
distinto.
El Gobierno con el que el PSOE tiene que liderar España no
cambiará el mundo ni la sociedad unilateralmente. Ni puede prometerlo. Pero sí
tiene que revitalizar y agrandar las herramientas del Estado y ponerlas al servicio de la ciudadanía, instaurando,
desde una sólida mayoría, nuevos y mejores derechos, libertades y prestaciones.
Como lo hicieron, con muchas más luces que sombras, Felipe González desde 1982,
y José Luis Rodríguez Zapatero desde 2004. Se llama socialismo.
La iniciativa de incorporar a esas herramientas recursos para
la emancipación de nuestros jóvenes tiene mucho más de socialismo y
revolución que todas las frases, lamentos y extravagantes descripciones plurinacionales, que es lo único que nos
ha ofrecido Pedro Sánchez. El taimado y autoderrocado
(llamemos a las cosas por su nombre de una p… vez) ha tachado
despectivamente de “liberal” la propuesta. Es obvio que ni se ha parado a pensar, y ojalá fuese por eso, lo falso y dañino de su
prepotente descalificativo. Con la simpleza de un
tweet, la cantera pedrita ha presentado toda una enmienda a la totalidad al proyecto completo de Susana
Díaz.
Repito. Dar préstamos y no becas, endeudar a jóvenes con familias necesitadas en lugar de ayudarlas, no es socialismo, es neoliberalismo.— Zaida Cantera (@ZaidaCantera) 17 de mayo de 2017
Pero la realidad es que Susana ha presentado un plan de
trabajo para un partido dispuesto a tomar las riendas del país. Un PSOE seguro
de que su proyecto podrá convencer al electorado, y de que su ejecución permitirá
al PSOE liderar el país las legislaturas necesarias para convertirlo en realidad.
Socialismo y liderazgo con la entidad suficiente para que un PSOE autónomo conquiste
la confianza ciudadana y vuelva a transformar este país en uno mejor.
Ni los seis documentos de Pedro Sánchez, ni la bondad y honestidad
de Patxi López tienen ese potencial. El domingo, yo voy a mirar al futuro. Considero
que el PSOE tiene un compromiso con la ciudadanía, y los militantes el deber de
ayudar en ese empeño. Mi proyecto es el de Susana Díaz.
Susana Díaz llegó al liderazgo del PSOE-A y la presidencia
de la Junta de Andalucía en una situación de crisis. Fue elevada de urgencia a
los altares por la dimisión de José Antonio Griñán. Heredó un pacto envenenado
con Izquierda Unida que hacía aguas y un PP que lideraba la oposición con 50
diputados frente a los 47 de los socialistas. Se presentó a un Congreso Regional
que ganó de calle. Se enfrentó a las provocadoras exigencias de IU y convocó
elecciones para acabar con la incertidumbre de un gobierno en minoría
parlamentaria. Recuperó para el PSOE andaluz la plaza de partido más votado, y
mantuvo los 47 escaños. El PP perdió 17 diputados; pasó de primera fuerza a segunda, y se quedó con 33 asientos en Las Cinco Llagas, 14 menos que el PSOE de Andalucía. Izquierda Unida vio penalizado su pulso a Susana Díaz con 7 diputados menos, manteniendo solo con 5. Entraron Podemos con 15
escaños y Ciudadanos con 9. Todos ellos cedidos por PP e IU. Ninguno por el
PSOE. Pactó la investidura con Ciudadanos, sí, es cierto. Tanto como que el acuerdo
no contempló una sola cesión del programa socialista. Soslayó el excéntrico populismo -sí, populismo- del Podemos de Teresa Rodríguez y Kichi. Ganó por derecho el gobierno y el liderazgo de la izquierda andaluza. Susana lidera Andalucía.
Es una ganadora. Y cuando ganan los líderes del PSOE, gana el PSOE y ganan los
ciudadanos.
Susana ha demostrado que tiene un diagnóstico claro y
certero de dónde está el PSOE, del que dijo cariñosamente que está malito, para no tener que decir que está
muy enfermo. Susana tiene un proyecto claro y a largo plazo para convertir al
PSOE, más allá de los errores del pasado y la fractura interna que lo ahoga, en
el partido de Gobierno que la ciudadanía española está esperando. Y la fortaleza
y el instinto necesarios, ya testados, para que así sea.
Voy a votar a Susana. Y os pido el voto para Susana Díaz.