lunes, 21 de noviembre de 2016

16 años del asesinato de Ernest Lluch, el hombre que quiso escuchar a sus asesinos

Se cumplen hoy 16 años del asesinato de un hombre bueno, Ernest Lluch.
Recuerdo con un escalofrío la que posiblemente fue su última intervención en un medio de comunicación nacional. Y lo recuerdo porque sus últimas palabras en La Ventana de la Cadena Ser, entonces dirigido por Gemma Nierga fueron, una vez más, un llamamiento al diálogo en un momento en el que la banda asesina ETA seguía segando la vida de tantos hombres buenos. Nierga le preguntó si no temía por su vida, y Lluch, que era miembro del colectivo Elkarri, contó que no quería vivir sintiéndose amenazado y que por eso había renunciado a llevar escolta. Al escuchar esas palabras tuve la impresión de que no debía haberlas pronunciado. Solo cuatro días después fue cobardemente asesinado.

Como bien recoge la biografía que difunde la Fundación que lleva su nombre, Ernest Lluch era un intelectual valorado, un político respetado y un comunicador enormemente popular, cuando fue asesinado por ETA el 21 de noviembre de 2000. Investigador, escritor, profesor, parlamentario, ministro, rector de Universidad, articulista, tertuliano y, sobre todo, un hombre de diálogo. Por ello se le recuerda, reconoce y estima.

Su vida comprometida en la defensa de las libertades fue precoz. Cuando era un joven estudiante se sumó a la oposición democrática al franquismo convirtiéndose en el representante democrático de los alumnos de la Facultad de Económicas. Ya como ayudante del catedrático Fabián Estapé, fue expulsado de la Universidad de Barcelona por su significación política. Durante la dictadura fue detenido varias veces por participar en movimientos sociales y políticos contra el régimen.Su activismo continuó en Valencia, donde fue vice decano de la Facultad de Económicas y fundador del Partido Socialista del País Valenciano. Muerto Franco continuó con su compromiso militante y volvió a Cataluña en 1977 donde fue elegido diputado por Girona con la coalición "Socialistas de Cataluña", de la que en 1980 fue portavoz en el Congreso de los Diputados. En 1982 formó parte del gobierno socialista como Ministro de Sanidad y Consumo, desde el cual y hasta 1986, enfrentado a los sectores más conservadores del mundo sanitario, generalizó la cobertura sanitaria estatal y creó el departamento de los derechos del consumidor, por primera vez en España.

Dejando la política profesional concentró su actividad principal en la Universidad, la docencia y la investigación. En 1986 ganó la cátedra de Doctrinas Económicas de la Universidad de Barcelona y entre 1989 y 1995 fue rector de la Universidad Menéndez y Pelayo, que relanzó a una nueva etapa de actividad y presencia.Paralelamente a una permanente acción pública como articulista, tertuliano y comentarista político, continuó con sus trabajos minuciosos y eruditos especialmente de historia y pensamiento económico. Fruto de estas investigaciones nos dejó justo terminadas dos obras sobre el siglo XVIII, que siendo históricas tenían una conexión directa sobre los problemas de nuestros días. Era un conocedor profundo de la cuestión nacional catalana y por eso se interesó tanto por el País Valenciano y, los últimos años por Euskadi. Se enamoró mentalmente del País Vasco, donde llegó a tener su segunda residencia y pasaba temporadas. Estudió a fondo el problema vasco y se comprometió una y otra vez a favor de Euskadi, su identidad y su cultura, contra los violentos y a favor del diálogo, buscando caminos constitucionales para resolver los problemas. Y fue por estas ideas que lo mataron.  En la lectura del Manifiesto al día siguiente de ser asesinado, la periodista Gemma Nierga, encargada de hacerlo, añadió: "Señores políticos, ustedes que puede dialoguen". Fue el mejor homenaje que pudo hacerse a un hombre que murió asesinado precisamente por los mismos a los que una y otra vez quiso escuchar.

Sigue siendo uno de los referentes sin los que sería difícil entender el legado de los gobiernos socialistas y el compromiso del PSOE en la lucha por los derechos y libertades de todos los ciudadanos.



jueves, 3 de noviembre de 2016

Y no te olvides de Haití

¿Puedes donar directamente para la reconstrucción de las escuelas y los orfanatos destruidos en Haití?

Los orfanatos y la existencia de cientos de niños abandonados es una de las tristes realidades que asolan hoy a Haití, uno de los países más pobres del mundo, y una de las poblaciones más afectadas por la indiferencia del ser humano. Buen ejemplo de ello es el Orfanato Creche Notre Dame, que se derrumbó totalmente en el terremoto de 2010 sepultando a 50 niños, y que tras la reciente tragedia vuelve a ser un ejemplo de un drama cuya solución solo requiere de la buena voluntad de gobiernos y ciudadanos de otros países. A veces, las cantidades requeridas para dar solución a muchos de estos centros son tan ridículas que avergüenza ver el horror que cada día viven miles de niños y mayores.

“Haití vive sin un gobierno efectivo”, nos cuenta desde Haití Antonio Miguel Carmona. “Por un lado por la práctica disolución de su administración, por otra parte por los sucesivos golpes militares que asolaron al país de moral. El gobierno democrático del sacerdote salesiano, expulsado de la orden, Jean-Bertrand Aristide (1991-1996 y 2002-2004), se veían siempre interrumpidos abruptamente por golpes de estado. Hasta tal punto que Titide, tal era el apodo de Aristide, disolvió el ejército, creó grupos armados populares (chiméres) y demandó la protección de Cuba y de la Venezuela de Chávez. Todo acabó con un enfrentamiento civil y la intervención de la comunidad internacional a través de la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití) que aún sigue en las calles de Puerto Príncipe. Tras un breve gobierno del músico Martelly, el actual presidente interino, Jocelerme Privert, alarga la convocatoria del balotaje presidencial (segunda vuelta) utilizando como excusa los efectos del huracán Matthew. Parece mentira que el lema del país sea L'union fait la force. Mientras, la nación parada, el Estado inoperante y los niños abandonados.”

En su viaje a Haití, invitado por una de las muchas ONG que intentan procurar un poco de dignidad al pueblo haitiano, Carmona ha visitado tres orfanatos haitianos constatando el colapso de los mismos. "He visto casas de huérfanos abarrotadas, niños abandonados por las calles, familias que tratan de ingresar a sus hijos desnutridos en orfanatos que no pueden admitirlos", nos cuenta Carmona en los reportes que cada día nos envía desde el epicentro de la pobreza americana. El dirigente socialista recuerda que Véronique Taveau de UNICEF denunció hace años la grave situación de los niños abandonados en Haití, situación agravada  estas semanas tras el paso del huracán Matthew, y desde allí afirma que "la situación ahora se ha agravado. El terremoto de 2010 les dejó en una extrema vulnerabilidad, el huracán Matthew les ha echado literalmente a la calle".


Carmona también ha visitado uno de los municipios más golpeados por el huracán Matthew, Jeremie, una ciudad fantasma por cuyas calles vagan sus habitantes en busca de una respuesta. "Necesitan un lugar donde dormir, escuelas que reconstruir, potabilizadoras que instalar", señaló el concejal. El camino a Jeremie es un infierno de piedras y de asaltantes que cortan el camino con rocas. "Nos costó horas llegar, avisados de la existencia de numerosos asaltantes, la través de a carretera de piedras de Les Cayes a Jeremie". "Paradójicamente" -denuncia Carmona- "la ayuda humanitaria que reciben no es la que más necesitan, y la que más necesitan no es la que reciben". "He visto familias enteras levantando escombros sin ayuda de nadie en Les Cayes, escuelas destruidas en Jeremie, niños durmiendo bajo las estrellas. Es urgente dar cobijo y asistencia sanitaria a decenas de miles de familias. España posee la UME que puede ofrecerse como ayuda urgente. Hay zonas donde sobra la comida de ayuda humanitaria, agolpan los sacos de arroz entre los escombros de casas que nadie les ayuda a reconstruir". El obispo de la diócesis de Jeremie, monseñor Decoste, ha trasladado a Carmona que "implore ayuda para la reconstrucción de las cientos de escuelas destruidas con el fin de poder escolarizar y alimentar a decenas de miles de niños". "En la carretera de Jeremie los niños gritan al paso de nuestro 4x4, menores sin colegio y sin futuro".


El terremoto de 7 grados del 12 de enero de 2010 dejó 300.000 muertos, 2 millones de desplazados y muchos niños sin familia. Desgracia tras otra, como la del huracán Tomas que inundó Puerto Príncipe en noviembre de 2010 o el huracán Matthew que destruyó parcialmente la ciudad de Jeremie. Un país que ocupa el puesto 158 de la corrupción en el mundo no se ve capaz de gobernarse con normalidad. 


Carmona visitó el orfanato Creche Notre Dame -todavía en reconstrucción-, en el que el terremoto de 2010 sepultó a casi un centenar de niños. Nada más llegar a él, decenas de niños se agarraban a sus piernas, mientras observaba que una parte del edificio, tras tantos años, continúa derrumbado. La directora del orfanato explicó a Carmona que no da abasto de niños y de tristeza. Sólo 10.000 € la separan para lograr reconstruir totalmente el hogar de aquellos niños. "Algunos se dirigen a mí en un ininteligible criollo haitiano, un francés imposible. Las miradas tristes de los niños condenan nuestras conciencias mientras sentimos sus manos agarrando las nuestras gritándome: "¡Papá!, Blanc!", cuenta el carismático concejal del Ayuntamiento de Madrid. ”Quisiera denunciar la falta de objetivos y organización de la ayuda internacional. Defenderé a mi vuelta que los próximos recursos que donemos sean destinados a la desnutrición infantil, a hogares de niños huérfanos y a la creación de escuelas", señaló Carmona.




Sólo faltan 10.000 € para que el orfanato que sepultó a decenas de niños pueda ser reconstruido. Los niños abandonados en el orfanato de Creche Notre Dame de la Nativité viven todavía con media casa en escombros. “¿No vamos hacer nada?”, pregunta Carmona. Haití necesita reconstruir sus escuelas completamente arrasadas por el huracán Matthew en las áreas de Les Cayes y Jeremie. Mientras tanto, niños abandonados vagan sobre los escombros de sus casas y de sus escuelas.

Desde este blog, me gustaría, ya que mi paupérrima economía no me permite hacerlo de otra forma, ayudar invitando a quien sí puede. Las donaciones están avaladas y garantizas, y serán destinadas directamente a la reconstrucción de este orfanato y escuelas en Haití de forma inmediata. Donar lo que se pueda ayuda a que los niños de Haití tengan escuelas en las que alimentarse y construir un futuro para sus vidas frente a un presente descalzo.

Su pueden realizar ingresando pequeñas (o grandes, no se priven los pudientes, por favor) cantidades en la cuenta ES41 0075 5932 6206 0011 0445 (ECAI Familias de Colores), haciendo constar el concepto “Reconstrucción Escuelas Haití”.

Como bien dice Carmona, “nadie comete un error tan grande como aquel que creyendo que hace poco, acaba por no hacer nada.”

¡No te olvides de Haití!

martes, 1 de noviembre de 2016

Los retos del PSOE: Oposición e iniciativa legislativa

Publicado en El Socialista Digital y Liverdades.

El Partido Socialista ha desbloqueado la gobernabilidad y ha puesto en marcha la XII Legislatura. España tendrá Gobierno esta semana y volverá a estar bajo el control de Las Cortes, poniéndose fin a una insólita etapa de rebeldía popular.


El escenario va ser muy adverso. Pesará sobre la Legislatura el permanente chantaje de la derecha aprovechada y desagradecida que se nutre carroñera de la división de la izquierda y el fantasma de la disolución. Mariano Rajoy no podrá pulsar el botón rojo de la convocatoria electoral antes del próximo 3 de mayo (la Ley se lo impide), luego el tiempo apremia.

El ala izquierda del Hemiciclo comparece sumida en graves crisis. Por un lado, Podemos vocifera contra el PSOE mientras oculta que sus propios cimientos acusan síntomas de aluminosis severa. La cuasi virginal formación de los círculos se asoma ya al precipicio de la escisión tras haber concurrido dos veces a las elecciones en menos de un año, y dejarse en el trayecto más de un millón de votos sin siquiera haberse estrenado como un activo para la ciudadanía. En su seno conviven -en impostada armonía- dos almas que se revelan radicalmente incompatibles. Auguran partenogénesis, en dos o más partidos, seguramente antes de las próximas elecciones europeas. Más si estas coinciden con las municipales y autonómicas para las comunidades de la “vía lenta”. Conformar listas electorales acentuará ese riesgo para la soterrada contienda  entre el populismo de Pablo Iglesias y el pragmatismo de Íñigo Errejón, que va camino de volar la convivencia entre dos almas antagónicas. Una, la que busca tener “un pie en Las Cortes y mil en la calle” (Miguel Urbán dixit), y que se pide el rol de único y auténtico poder popular. Otra, la que busca integrarse en las instituciones y apuesta por transformar las decrépitas estructuras  de la Sociedad desde dentro, sin dinamitar la avenencia con quienes opinan diferente. El errejonismo, dicen, es más de propuestas que de protestas, discrepante del plablismo. Es una crisis, esta de Podemos, incipiente e in crescendo, de difícil irreversibilidad.

Por otro lado, la crisis del PSOE. El socialista es un partido centenario cuya historia relata que tiende a salir fortalecido de sus fuertes y cruentas disputas internas. Su epitafio político se ha escrito tantas veces que se podrían editar en versión de tapa dura. De los ejemplos al respecto, que si el marxismo, que si la OTAN, que si la UGT… se ha escrito mucho estos días, y no es cuestión de redundar en ellos. Al contrario de la sintomatología de Podemos, el camino a recorrer por el PSOE -la veteranía es un grado- ha sido siempre el de la recomposición interna y el reencuentro de sectores enfrentados en una causa común. Sufrirá durante un -más bien breve- periodo el fantasma del aún beligerante pedrismo, pero es muy previsible que este se diluya cuando tome conciencia de que las redes sociales no son un retrato muy realista de la idiosincrasia socialista, de que sus -hasta ayer mismo- valedores ya han dado por amortizado a Pedro Sánchez, y, sobre todo, de que a su paso por el Salvados (¡cuánta ironía esconde lo catódico!) de Jordi Évole dejó firmado con tinta felona su testamento político.

Con independencia de cómo se resuelva el complicado proceso congresual que está esperando al PSOE, la pax socialista debe manifestarse más pronto que tarde. Y hacerlo en su exponente más visible, que es el grupo parlamentario. Es donde debe comenzar la reconstrucción del PSOE. Donde debe residir el reto inmediato del principal partido de la izquierda española si pretende seguir siéndolo: liderar la Oposición y capitanear la iniciativa legislativa en el Congreso.

El Grupo Parlamentario Socialista, a pesar de algunas sesudas sentencias rufianescas, y en tanto se resuelvan las directrices políticas que deberán emanar de su próximo Congreso, debe demostrar, todos a una, que no ha abdicado su programa ni sus compromisos electorales, que tendrán que ser forzosamente la hoja de ruta de sus 84 escaños. Pasado el embarazoso trámite con los diputados díscolos (que Esperanza Aguirre definiría maliciosamente como “¿charlita o multita?”), el Grupo está obligado, desde esta misma semana, a conformar un bloque compacto que sea el principal atasco al que se enfrente el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Si el Presidente ha concluido que tiene en el PSOE  un aliado, el PSOE está obligado a responderle como una sola voz que no ha entendido nada en absoluto. Si las rivalidades internas no se quedan en la calle Ferraz y el PSOE no visibiliza unidad de acción en este cometido, sí que tendrá un grave problema con sus electores y su militancia.

De entrada, los diputados socialistas no van a tener fácil marcar la agenda a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, que ya ha dado muestras de dudosa imparcialidad institucional. Tendrán que sortear los intentos de veto del Gobierno, y, “con mucha paciencia y humor”, que diría el profesor Torres Mora, las zancadillas de Pablo Iglesias y su desmedido afán por ser el primero de la clase. Con toda seguridad, Podemos intentará enmendar cada iniciativa del PSOE con una redacción propia, oportunamente amparada en la “voz de la calle”, que dificulte un necesario consenso que no verá electoralmente rentable. Si en algo tuvo razón Pedro Sánchez en su temeraria intervención en Salvados, es que si de verdad hay una coincidente voluntad política para proteger a los españoles del Partido Popular, PSOE y Podemos tendrán que acostumbrarse, más tarde o más temprano, “a trabajar codo con codo”.

Tendrán también que bregar los diputados socialistas con el permanente chantaje con sabor a despedida de los independentistas catalanes. Especialmente de Esquerra Republicana de Catalunya y su zafio ristomejidista  Gabriel Rufián, al que sus mayores sacarán cada cierto tiempo a cagar sobre la soberanía popular para tensionar el ‘proceso de desconexión’, aunque luego tenga que bajar Joan Tardá a recoger sus excrementos verbales con bolsita conciliadora. ERC debe decidir si  va a posibilitar las iniciativas legislativas de la izquierda, y beneficiar con ellas –también- a los todavía ciudadanos españoles de su todavía comunidad autónoma. O si, por el contrario optan por ser cómplices del inmovilismo del Partido Popular y luego presentarse como víctimas del mismo. ERC ya vendió su alma de izquierdas  e indultó a la derecha neoliberal del 3 %, manejada por la molt honorable familia Pujol y el agazapado Artur Mas, en aras de una independencia que, con esos mimbres, apunta a república bananera. Son, por tanto, imprevisibles.

También pesará el permanente abrazo del oso con el que Ciudadanos y PP intentarán cercar al PSOE dentro del llamado bloque constitucionalista. Y lo harán, ironías de la política, exhibiendo el documento pactado por Albert Rivera con Mariano Rajoy y las numerosas coincidencias con el que previamente había suscrito con Pedro Sánchez, que fue ratificado en la ÚNICA CONSULTA que el ex líder socialista hizo a la militancia socialista durante su ominoso mandato. Será ardua tarea eludir que el PSOE había supeditado la fallida presidencia de Sánchez a los mismos acuerdos que el Partido Popular ha firmado con Ciudadanos como programa de Gobierno. Es parte de una herencia envenenada y uno de los yugos más pesados con los que el PSOE va a tener que lidiar lo poco que dure la XII Legislatura. Pero es un arma de doble filo que los socialistas deben aprender a utilizar a su favor para poder sumar a Ciudadanos en determinadas iniciativas. Por ejemplo, las relacionadas con la lucha contra la corrupción y la exigencia de responsabilidades al PP.

Y, por último, y principal, el PSOE depende de su grupo parlamentario para recuperar el liderazgo de la izquierda española fuera del Congreso. El partido socialista está herido de muerte. La feroz batalla desatada en el Comité Federal y la doble dimisión de Pedro Sánchez han devenido monumental enfado entre sus votantes y la ciudadanía en general. Sin  mencionar la notoria fractura dentro de su propia militancia. De nada sirve tratar de explicar por qué el partido más antiguo de nuestro país ha optado liderar una oposición determinante y “entregar” el Gobierno a una organización tan sucia de corrupción y autoritarismo, si la ciudadanía solo percibe tal decisión como el resultado de una lucha cainita por el control del Partido.

El declive del PSOE no es responsabilidad única de Pedro Sánchez. La pérdida de confianza y electores ya fue alarmante con la candidatura encabezada por Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011. Los socialistas pagaron la factura de una crisis económica y social de la que no eran responsables. Pero si no fueron cómplices, ni supieron comprender ni se atrevieron a combatirla con medidas firmes para proteger a los ciudadanos de las consecuencias del enorme agujero financiero provocado por las prácticas poco ortodoxas y el latrocinio de las grandes corporaciones y la banca. Cuando la actualización a la Tercera Vía del proyecto socialdemócrata a finales del siglo pasado se evidenció fallida, el PSOE estaba  desprevenido y sin respuesta. Desde entonces lo único que se ha actualizado es el suelo electoral del socialismo español, al que la irrupción -a izquierda y derecha- de nuevas fuerzas políticas ha pillado  sin proyecto y sin el aprecio de los electores del que gozó durante más de 25 años.

Liderar la Oposición en la actual situación de debilidad de Mariano Rajoy es, pues, el primer reto para un PSOE en el que, a pesar de sus actuales diferencias internas, sigue prevaleciendo una voluntad común que lo identifica como un partido de Gobierno. Los diputados socialistas ha anunciado ya una batería de medidas que van a poner sobre la Mesa del Congreso. A destacar el inicio inmediato de una fase de diálogo social para la aprobación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores y la derogación de la diabólica Reforma Laboral del PP, que, por citar algún ejemplo de sus perversos frutos, ha  convertido la enfermedad en causa de despido objetivo, y ha instaurado condiciones laborales rayanas en la esclavitud para miles de trabajadores. Un diálogo que tiene que empezar por una necesaria subida del Salario Mínimo Interprofesional y la recuperación de la negociación colectiva que el PP voló por los aires con la reforma Báñez. También se ha comprometido a exigir del Congreso la revitalización del Pacto de Toledo. Urge estabilizar la financiación del Sistema de Seguridad Social, y transmitir a la ciudadanía que el vaciamiento interesado de la “hucha de las pensiones” por parte del gobierno popular no supondrá poner en riesgo un derecho que el partido socialista logró consolidar como un pilar básico del Estado del Bienestar español. También poner freno al soterrado derribo de la Ley de Dependencia, el cuarto pilar, que puso un broche brillante a la época dorada del socialismo español.

Otras propuestas que ya están comprometidas por el Grupo Parlamentario Socialista y contempladas en el programa electoral del PSOE son la creación de un ingreso mínimo vital para las familias sin recursos, reconocer el derecho efectivo al subsidio por desempleo a los trabajadores maduros con cargas familiares y a los parados de larga duración mayores de 52 años, reducir el IVA cultural, suprimir el copago farmacéutico a pensionistas y enfermos crónicos, aprobar la igualdad salarial de mujeres y hombres, un gran Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobar una Ley de igualdad de trato y no discriminación, una Ley de muerte digna, prohibir los indultos para delitos relacionados con la corrupción, o garantizar la independencia y la neutralidad de RTVE y de la Agencia EFE. Medidas que se pueden ir imponiendo al Ejecutivo de Mariano Rajoy mediante el consenso, porque el Parlamento es soberano y el Gobierno no.

Pero cobrarse las difíciles piezas que suponen la Reforma Laboral y la recuperación de los derechos robados a los trabajadores, la defensa a ultranza del Sistema de Pensiones y de Dependencia, lograr un gran Pacto de Estado por la Educación, y la abolición de Ley Mordaza, es donde el PSOE debería centrar sus objetivos para los únicos seis meses que está garantizada la duración de esta Legislatura. Alcanzar esos objetivos, o al menos, convertirlos en el ariete con el que PSOE aborde el enorme reto que tiene por delante, permitirá a los socialistas volver a situarse como referente de la izquierda española frente al populismo que se alimenta de sus fracasos y sus divisiones. Y también frente a una derecha corrompida y egoísta que se muestra inexplicablemente  -o no tanto-  imbatible en las urnas.


El reto es apabullante. Sortear los obstáculos y no ceder en su empeño es difícil, pero no imposible. Si, por el contrario los diputados socialistas capitulan en estrategias de carácter orgánico, posicionamientos en bandos y cainitas batallas por el liderazgo regadas de acusaciones de colaboracionismo con el PP, estarán sirviendo en bandeja a otros el liderazgo de la Oposición en lo inmediato. Y la alternativa de Gobierno en un futuro que puede estar más cercano de lo deseado.

domingo, 30 de octubre de 2016

La heroicidad de Pedro Sánchez

Publicado también en Liverdades

En ocasiones, demasiadas, tras un presunto (presuntuoso) acto de valor se esconde la más tamaña y abyecta cobardía. El problema surge cuando los ilusionados espectadores aplauden y elevan a los altares a quienes protagonizan tan impostado coraje, incapaces de adivinar siquiera el miedo atroz que ocultan esos gestos de falsa heroicidad, y las desastrosas consecuencias que de ellos devienen.

 Si Pedro Sánchez realmente fuera un héroe de la democracia, el abanderado de las bases que -hay que reconocerle el mérito- ha logrado aparentar ante gran parte de la militancia socialista y de la ciudadanía en general, el 29 de septiembre hubiese convocado el Comité Federal del PSOE del 1 de Octubre para proponer a la dirección socialista la consulta a las bases que, en realidad, él -y no otros- les negó.

Sabía que esa propuesta era irrechazable. Como sabía que obtendría un apoyo mayoritario al impostado y falsario ‘No es NO’ que, a la hora de la verdad,  no tuvo el valor de llevar a las urnas de las agrupaciones socialistas.

Ya tras las elecciones del 20 de diciembre, Pedro Sánchez careció del valor suficiente para admitir que bajo su liderazgo el partido socialista no había logrado volver a seducir a su electorado. Mucho menos impedir  el avance de Podemos. Él mejor que nadie sabe que la irrupción de la formación morada fue la llave que abrió su despacho en Ferraz tras las últimas elecciones europeas y la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba. También que esa fuerza atesora gran parte del electorado perdido por el PSOE. Pero en su ya impostada y falsaria heroicidad, Sánchez no dudó presentarse ante la militancia y el electorado socialista sacando pecho por unos vergonzantes resultados que se atrevió a calificar de ¡¡¡históricos!!! Y, a mayor inri, reclamó para su persona semejante éxito. Lo sorprendente, muy sorprendente, es la  ingente cantidad de militantes que decidieron comprar ese discurso y se sintieron orgullosos del secretario general desde aquella misma noche.

Aquellos resultados, realmente históricos –aunque por su catastrófico carácter para el socialismo español- brindaron entonces al PSOE, paradójicamente, una oportunidad única de articular una mayoría de Gobierno alternativa al Partido Popular, sustentada a la izquierda por Podemos e  Izquierda Unida y apoyada por el PNV. Una alternativa que no hubiese requerido más que la abstención de las ya beligerantes e independentistas ERC y CDC. Entonces, estas fuerzas no habían pisado aún a fondo el acelerador del denominado proceso de desconexión. Y hasta es probable que si Pedro Sánchez hubiese mostrado –entonces- el valor del que hizo gala cuando ya estaba todo perdido, tal vez nunca lo hubiesen pisado tan a fondo y se hubiese podido encauzar el innegable problema del encaje de Catalunya en el Estado Español.

En su hoy más que acreditada impostura, anunció –entonces- al Comité Federal del PSOE que iba a consultar a la militancia la que muchos creyeron sería una propuesta rupturista, de izquierdas y realmente valiente. Pero, ante el temor de que el “cordón sanitario” que separa a los denominados partidos constitucionalistas de la mayoría política catalana pesara demasiado para una militancia y una dirección que, además, aún no terminaban de ver con buenos ojos un pacto con el arrogante Pablo Iglesias, optó por levantarse cuando nadie miraba de la mesa de negociación con Podemos e IU y acordó con Albert Rivera, a escondidas, un infumable pacto de gobierno condenado al fracaso, que entregaba a Ciudadanos las decisiones en materia económica y laboral, y renunciaba a las grandes reformas comprometidas por el PSOE en su programa electoral. Y eso fue, y no lo que se podía haber esperado, lo que sometió a consulta de las bases con una estrambótica pregunta que lo mismo servía para gobernar con Rivera que con Vladimir Putin. Decepcionante y poco valeroso Sánchez, pero como todo en su corta carrera como líder, sorprendentemente audaz y aparentemente exitoso.

El pacto con Albert Rivera no incluía la derogación de la reforma laboral del PP. O de la maléfica Ley Wert. Ni de la protofascista Ley Mordaza del opusino Fernández Díaz. Siquiera una propuesta de reforma fiscal mínimamente asumible para la izquierda. En su arrogante vanidad, Sánchez cayó presa de los cantos de sirena de Rivera y llegó a creer que la mera posibilidad de acabar con el Gobierno de Rajoy sería  una propuesta que el resto de partidos “no podrían rechazar”. El resultado de su falso arrojo es, como todos sabemos, la historia de cómo Pedro Sánchez fue el primer candidato a Presidente de Gobierno rechazado por el Congreso desde la restauración de la Democracia en España. Y, como consecuencia, de cómo Pedro Sánchez “venció” él solito a las encuestas, el 26 de Junio, perdiendo cinco diputados más, pero evitando el temido sorpasso de Podemos.

Si, volviendo al políticamente luctuoso presente socialista, después del 26J Pedro Sánchez hubiese propuesto a la dirección socialista someter a la militancia su cuasi mántrico “NO es NO” a Rajoy, el Comité Federal se hubiese visto obligado a aprobar la consulta, so riesgo de rebelión de las bases. Unas bases que hubiesen apoyado, con indubitada seguridad, mantenerse en el NO a Rajoy y al Partido Popular. Y ello, indefectiblemente  -pues sostener a estas alturas que había otra alternativa es, lo digan Pablo Iglesias, Agamenón o su porquero (recuérdese que el líder podemita regaló una edición de Juan de Mairena a Rajoy), ofender la inteligencia de los votantes-, hubiese desembocado en unas elecciones en las que el héroe Pedro Sánchez, qué menos, estaría obligado a ser el candidato socialista. Hubiese defendido, de verdad, su presunta dignidad y compromiso, y hecho un auténtico alarde de heroicidad, no impostado, que las bases del PSOE habrían aplaudido. Pero estaría condenado, y lo sabía,  a una tercera y estrepitosa, histórica, derrota.

Pero no. Sánchez sabía que ganar esa apuesta al Comité Federal suponía, sin remedio, el final de su carrera política. Nada libraría al PSOE del castigo por unas terceras elecciones. Rajoy las  vencería más empoderado y con las manos libres para imponer sus políticas -solo o en compañía de la derecha neoliberalísima de Ciudadanos-. A Pedro Sánchez  no le quedaría otra salida que la dimisión como líder del PSOE y -si la honestidad formara parte de su liviano equipaje político- también como diputado.

Es por eso que Sánchez prefirió volver a disfrazar su cobardía política con la capa del falso héroe y descargar en otros sus propias responsabilidades como secretario general del  PSOE. Con gran e indiscutible habilidad, y renovada audacia, logró presentarse de nuevo como el paladín  de la “democracia participativa” y abanderado del “sentimiento de las bases socialistas”. Decidió, tras una conveniente y nada sutil filtración a la prensa, proponer a un ya reticente y alarmado Comité Federal  un inédito congreso exprés con primarias a 20 días vistas, en las que se postulaba, sin recato alguno, como una suerte de caudillo del socialismo español. Exigiendo para el PSOE, ante los micrófonos de la SER, “una sola voz que sea la de su secretario general”, ergo la suya. Y, además, abrió allí mismo su personal campaña dibujando ante la opinión pública un inexistente partido socialista dividido en dos bandos en los que él representaba, por su rechazo a Rajoy, el de los buenos, sostenido por “la voz de la militancia”. En el otro, situó socarronamente a Susana Díaz y a una inexistente derecha interna, servil a las oligarquías, al Íbex35, al antes venerado grupo Prisa y, sobre todo, a los intereses del Partido Popular.

Pedro Sánchez no es un recién llegado al PSOE. Por eso sabía a ciencia cierta que tan extravagante propuesta y descripción del partido y sus dirigentes –todos menos él mismo- era inasumible para el Comité Federal y la secular cultura organizativa del partido. Lo sabía tanto como que, ahora o después de navidades, el Partido Popular iba a gobernar este país. Por eso buscó la forma de que otros asumieran el coste de tan indiscutible realidad. No hay ninguna heroicidad en su estrategia; al contrario, ocultaba el miedo cobarde a la consulta que, él y no otros, negó a las bases para no perder la gorra de capitán del socialismo español.

Si, como ocurrió, y mejor no recrearnos en los hechos y el caótico escenario resultante, el Comité Federal rechazaba el extemporáneo congreso exprés, Sánchez tenía fácil presentarse ante las bases como una víctima de esa supuesta e inexistente oligarquía cómplice de la derecha, que le impedía representar  a la militancia frente al Partido Popular. Si el Comité aceptaba el Congreso (exprés, pero Ordinario), hubiese ido a las elecciones solo unos días después como flamante Secretario General. Dado los antecedentes de todos conocidos, le hubiese bastado sumar un mísero diputado más en las urnas para presentarse la noche electoral como el nuevo mesías del PSOE, y atrincherarse durante cuatro años en su falso liderazgo, sin rendir cuentas por su tercera derrota consecutiva en unas elecciones generales. Eso sí, al precio de dejar a España en manos de la mayoría incontestable de la derecha. También, muy probablemente, hubiese cedido el timón de la Oposición a un Podemos que nunca habría soñado con tan fácil ascenso.

Con lo que no contó Pedro Sánchez era con un Comité Federal que ya estaba escarmentado de sus desplantes, su vanidad y sus presunciones por méritos nunca obtenidos. Ni siquiera tuvo la gallardía de reconocer que sin el apoyo de Susana Díaz jamás hubiera sido secretario general siendo prácticamente, como era, un desconocido para las bases del PSOE. Como tampoco la tuvo de admitir, ni tras el 20 D ni tras el 26J, que el PSOE estaba sumido en una profunda crisis de credibilidad y liderazgo cristalizada en los más de setenta diputados de Podemos e IU.

El resto es el triste, violento y vergonzante final de un falso líder que deja como legado al socialismo español fracturado, a la militancia dividida y enfrentada como no se recordaba desde los tiempos de Prieto, Largo y Besteiro, y al PSOE forzado a una abstención sin contrapartidas para evitar unas elecciones irremisiblemente letales para el partido.

Pedro Sánchez nunca fue un héroe. Ni siquiera fue un líder. Su historia en todo un tratado de la cobardía política enmascarada en el entorno 2.0. Lo sorprendente y digno de estudio es cómo ha logrado embaucar a tanta buena gente.

ACTUALIZACIÓN: Pedro Sánchez Pérez-Castejón renunció ayer a su acta parlamentaria porque, según sus propias palabras, un diputado socialista no puede votar contra una resolución y mandato expreso del Comité Federal. Es un acto de coherencia, y le honra. Ha anunciado que se echa a la carretera para intentar recuperar el liderazgo del Partido, y la hecho cargando contra el Comité Federal y los que no comparten su, al parecer, única realidad. ¿Es el suyo el currículo político que el PSOE necesita?