Artículo publicado en los diarios Liverdades y Publicoscopia.
Los españoles estamos viviendo una farsa política. Cualquier pacto para llegar a La Moncloa es un pacto abocado al fracaso legislativo en el escenario de hung parliament o parlamento colgado que nos ha dejado la última cita electoral. Una situación inédita en nuestra aún joven democracia, pero que nos obliga a replantear de una vez el discurso de los partidos políticos en un Estado que no es presidencialista, y en que los ciudadanos ni votan ni eligen al Gobierno, sino exclusivamente a los diputados y senadores que conforman Las Cortes. Las urnas eligen al Poder Legislativo, no al Ejecutivo.
Los españoles estamos viviendo una farsa política. Cualquier pacto para llegar a La Moncloa es un pacto abocado al fracaso legislativo en el escenario de hung parliament o parlamento colgado que nos ha dejado la última cita electoral. Una situación inédita en nuestra aún joven democracia, pero que nos obliga a replantear de una vez el discurso de los partidos políticos en un Estado que no es presidencialista, y en que los ciudadanos ni votan ni eligen al Gobierno, sino exclusivamente a los diputados y senadores que conforman Las Cortes. Las urnas eligen al Poder Legislativo, no al Ejecutivo.
Si la izquierda, y entendamos que nos referimos a PSOE, Unidad Popular, Podemos, Compromís y las
Mareas, quiere de verdad dar un giro a la política impuesta por el rodillo del
Partido Popular y que ha despojado de derechos básicos a los ciudadanos, tienen
que asumir que no será por la vía legislativa, pues alcanzar la mayoría
absoluta que requiere derogar leyes perversas como la Reforma Laboral, la LOMCE
o ley Wert o la maléfica Ley Mordaza, exigirá contar con el concurso de Esquerra
Republicana y Bildu. Y aún así no sería suficiente, pues serían necesarios
también los votos de EAJ-PNV. No tengo claro que estos últimos estuvieran
dispuestos a acabar con las leyes laborales de la derecha, y tampoco que los
partidos nacionalistas e independentistas en su conjunto no exigieran
contrapartidas inasumibles para el PSOE. En esta tesitura, el único pacto de
Gobierno real sería uno basado en la aprobación de decretazos, que estarían
sometidos a unas cortes divididas, y en las que el Senado está en manos de la
mayoría absoluta del PP.
El más razonable, pues, sería aquel que garantice la
investidura de un Gobierno que no sea del PP y que proponga reformas
legislativas orientadas al bienestar de la ciudadanía, incluso asumiendo el
riesgo de que no lleguen a ser aprobadas, pero que permitan visibilizar a la
ciudadanía que hay otra forma de hacer las cosas y que si no se hacen es porque
la propia ciudadanía no ha facilitado las herramientas para ello. Y volver a
convocar elecciones. No va a ser lo mismo que una nueva cita con las urnas sea
convocada por un Gobierno de izquierdas que por uno de derechas empoderado
electoralmente por la división de la izquierda.
En cualquier caso, pretender que se puede mantener un Gobierno
de absoluta inestabilidad durante cuatro años es permanecer ajeno a la
realidad. Y sobre todo, es un engaño.